Temporada de conciertos de la Sociedad Filarmónica

Soprano: Elena Garrido Madrona. Piano: Juan Ignacio Fernández. Violín: Santiago de la Riva.

Programa: Monográfico Maurice Ravel.

Lugar: Sala María Cristina

Fecha: viernes 23 de noviembre

Sucedió hace noventa años, tantos como imaginar que algún descendiente pudo estar sentado en la misma sala, en el mismo concierto y con los mismos intérpretes, hecho este último que humanamente es imposible aunque sí en la república de cada oyente. Esta era la intención de la última de la Sociedad Filarmónica que sigue desgranando la programación del ciento cincuenta aniversario con un concierto que acarició el aforo completo de la Sala María Cristina y aún así no estaban todos los que son para uno de esos conciertos que se enfatizan con la sentencia: «Yo estaba allí». Juan Ignacio Fernández encarnaría el piano de M. Ravel, la voz de Elena Garrido evocaría a la también soprano Madeleine Grey y Santiago de la Riva muy en la distancia el violín de Claude Levy. Como señala Enrique Benítez -descubridor del acontecimiento-, la acogida del público malagueño de entonces no fue la esperada por Ravel a pesar de la intencionalidad del programa especialmente seleccionado por el compositor francés.

Repertorio de cara y cruz, donde se daban cita las propias entrañas ravelianas, del músico que piensa la música como si de un ejercicio literario se tratase sin más horizonte que aquellos que ofrece el pautado frente a ese otro Ravel de repertorio. Entre los laudes del melómano, Ravel debería ser una oración en forma de cámara. Juan Ignacio Fernández, catedrático de piano del Conservatorio Superior, hizo de hilo conductor entre las figuras del violín de Santiago de la Riva y la reveladora Elena Garrido cuyas intervenciones en la primera y segunda parte del programa darían aire y alas a este concierto definido por las oscilaciones entre la genialidad y el tedio que invitan a la reflexión artística más allá del compromiso puntual contraído con la Sociedad Filarmónica.

Sonidos evocadores

Fernández abría el encuentro con una selección de Le Tombeau de Couperin defendida a través de sonidos evocadores algo falto de nostalgia aunque sobrado en intención. Mayor convicción se apreciaría en la Habanera y el ejemplar Menuet Antique. La atención de la velada fue sobre todo para la soprano Elena Garrido. Diamante pulido por Alicia Molina que ha cedido el testigo a Clare Shearer en el Real Conservatorio de Escocia.

Garrido destaca por el bruñido en la dicción como así mostraría en las Mélodies hébraïques de la segunda parte -hipnóticas y profundas- para destacar el registro vocal que posee donde los graves dan soporte y forma a unos agudos que huyen del artificio buscando expresión y emoción.

La soprano malagueña Elena Garrido posee las cualidades (fraseo, apoyo, emisión…) para decir mucho con la sencillez deslumbrante que destila en escena.