El amor. Del que se dice que mueve el mundo. Del que todos hablan y parece que nadie sabe definir porque lo que oímos no encaja con lo que barruntamos. Amor desprendido, amor posesivo, poliamor, amor universal, amor egoísta. La maté porque era mía. Locura de amor. Locura que en algunos textos es romanticismo y evoca sueños. ¿Falsos o verdaderos? ¿Se puede querer tanto a alguien como para no poder vivir sin su exclusiva? Sara es el personaje de la amada en esta historia, una Carmen del siglo XXI, que quiere a su hombre, sí, ella se lo dice, pero también quiere respirar y que la entiendan. Santiago, el personaje principal, loco de amor, pero loco loco, nos cuenta la historia de esta vivencia. ¿Nos engaña? ¿Se engaña? O realmente nunca supo distinguir cuál era la realidad. Él está internado en un Hospital Psiquiátrico Penitenciario y atendido por Susana la psiquiatra de su caso. En diferentes sesiones irá relatándonos la historia. En diferentes sesiones en las que veremos la evolución de los personajes tanto emocional como físicamente. Ninguno empieza como acaba. Y eso es lo que hace especialmente atrayente este texto. Una espléndida tragedia de Antonio Álamo que dibuja a los caracteres con un principio de trazo grueso hasta irlos definiendo y personalizando. Hasta convertirlos en reales, en posibles.

El trabajo de dirección del propio Álamo es a su vez buena parte del éxito de esta producción. La manera en que los tiempos se toman su lugar entre los diálogos, y ese ritmo atropellado y vertiginoso por otro lado, logra captar al espectador con la tensión de la historia. En los momentos que el director quiere. Pero sin duda hay algo especial, y es el buen resultado de la dirección de actores. El encaje entre los intérpretes es pieza fundamental. Y está claro que Álamo ha querido y sabido darles aire, sin dejar la rienda. Así La Chachi se nos presenta en un trabajo contenido y a su vez tremendamente enérgico, seguro de sus convicciones y por tanto desengañado. Virginia Nölting, la psiquiatra que, tratando de ser amable y profesional, no puede dejar de sentir el horror de la narración que va descubriendo y que es pieza fundamental para que la emoción de los sucesos tenga su reflejo en el espectador. Andrés Suárez, espléndido, crea un personaje que va más allá del enajenado con sus tics y tópicos y lo envuelve con una verdad extraordinaria en sus reacciones. En lo que dice y en cómo mira, cómo desvela lo que hay detrás de ese amor que es humo en su cabeza.