De Cádiz siempre llegaron las mejores noticias flamencas. Y sigue siendo así. Nada como salir ante el público con la actitud de derrochar simpatía y buenas intenciones para terminar consiguiendo lo esperado. El pasado sábado por la noche, en la excesiva maratón de cante de Alhaurín de la Torre, el chiclanero Antonio Reyes supo de qué iba esto de los festivales y se metió al público en el bolsillo con un recital clásico, sin sorpresas, pero poniéndole idea y conexión, que a fin de cuentas es lo que acaba por dar resultado. Estaba en los contornos de Gerald Brenan y Pío Caro Baroja y supo rentabilizar su gitanería genética.

Así las cosas, el gaditano se llevó la ovación más calurosa de la noche tras su actuación en la gran cita del verano flamenco malagueño, merced a su veteranía ya en este oficio pero en mucha medida también por la compañía valiosísima de un Dani de Morón a la guitarra, que le ofreció todo el color que necesitaba su quejío.

Cuando el tocaor disfruta del cante de su compañero se produce una comunión de ambos difícil de definir con palabras; parecen dos almas nacidas para encontrarse en la música.

No fue solo su última tanda de fandangos a revienta calderas sino su manera de llenar de melismas y referencias sus bulerías, su soleá o sus tangos anteriores. Reyes está demasiado rodado y sabe de los efectos en el público de su cante. Su eco caracolero sigue siendo una de las mejores noticias de la actualidad jonda donde sigue aspirando al Juego de Tronos que en estos tiempos no termina por asentar un rey indiscutible.

El segundo en la lista de participantes en esta XVLI Torre del Cante fue el toledano Israel Fernández que continua con una evolución sin límite a la vista e insistiendo en su respeto máximo por las fuentes. Domina las dos grandes escuelas del flamenco como pocos gitanos cantaores lo habían hecho hasta ahora y anoche lo demostró de nuevo con otro recital de entereza, temple y sabiduría. Sobresaliente de nuevo con su pareja guitarrística, el cañetero Rubén Lara. Ambos son algo así como el dúo más cool de la escena actual. Por el levante minero dijo quién era, un tremendo aficionado.

Mención aparte merece la catalana Mayte Martín, cabeza de cartel, que en cierto regreso a su versión más convencional de cantaora, nunca se fue, ofreció mucho de lo mejor de su repertorio. Habrá que tener en el recuerdo especial el dulce fluir de su zambra, un estilo olvidado o poco transitado ahora por otros, que junto a su petenera forman parte del DNI con el que se presentó en un formato, abierto de aforo, que no le favorece mucho. Se goza más en distancias cortas. Y eso que sonó mejor que nadie técnicamente.

La noche la abrió Araceli Campillos, ganadora del concurso de la peña alhaurina de este año, que lo cantó todo y bien, quizá tan soberbia en condiciones físicas para el cante que se olvidó de dejarse algo para otro día. Tras comenzar el recital con una hora de retraso por ciertos cortes de luz, ella copó el prime time de la noche apuntando a una figura en ciernes que también tiene una simpatía que encandila.

Estará en el debe del festival que tres grandes artistas como la cantaora Luisa Muñoz y la pareja malagueña de baile, Cristóbal García y Meli Santiago, tuvieran que subirse al escenario cuando ya habían actuado todos los primeros nombres y gran parte de la gente ya había abandonado la Finca El Portón, tras casi cuatro horas de fritura. Sigue siendo incomprensible que a estos festivales se les alargue tanto el metraje cuando dejan ante los leones (de fauces abiertas por el sueño) a parte del cartel. Tampoco tienen el mejor suelo los que bailan.

En los tiempos que corren es tirar el dinero y no tener mucha sensibilidad con el artista, exponerlo a una grada vacía y gélida. Aún así, la cantaora de orígenes franceses y los dos bailaores demostraron que están preparados para estar en los mejores escenarios, echándose en falta precisamente ese protagonismo de nombres como los suyos en unos festivales veraniegos que repiten hasta la saciedad los mismos nombres foráneos.