Cuando contactamos con ella, a Elisa Terroba le parece «estupendo que un medio de Málaga» se haga eco de su trabajo. Y es que el nombre de la autora, gestora cultural y comisaria artística nacida en Arriate (en 1986) no es precisamente habitual en las galerías y museos de su tierra, a pesar de un formidable currículum y, como podrán comprobar, un concepto creativo personalísimo e intransferible. Quizás sea porque, como dice, lleva décadas «lejos de Andalucía». Acerquémonos entonces a ella, que merece la pena.

Las imágenes que ilustran estas páginas dejan claro que el libro, como objeto y como símbolo, es un elemento esencial en el trabajo de Terroba. Lo justifica así: «El libro me parece una de las máquinas más poderosas que ha creado el ser humano», suele decir. ¿Por qué? «¿Por qué en muchos momentos de la historia se han quemado, prohibido y secuestrado libros? Porque es un artefacto muy poderoso. El libro como soporte es difícil de superar, aun pensando en la fragilidad de sus materiales. Un libro es un objeto muy simple que puede albergar cuestiones muy complejas. Gran parte del conocimiento del mundo, ya sea de imaginarios, fantasía, como de historia, ciencia, etc, está alojado en ellos. Este artefacto tan simple es una puerta a una galería de conocimientos inabarcable». Y abunda: «Es una máquina estable, relativamente fácil de decodificar, de navegar, muy versátil, y una capacidad aceptable de perdurar en el tiempo. Incluso, si pensamos en una distopía como la que plantea Fahrenheit 451, es difícil acabar con los libros. Por supuesto, también presenta limitaciones, y hoy día consultar internet parece más eficaz. Sin embargo, si nos planteamos un apagón eléctrico... ¡Oh, mami!».

Confiesa Elisa Terroba que se dedica a «romper libros» para reconstruirlos como objetos artísticos. ¿Importa qué libros rompe, o cualquiera vale? «Depende, a veces es interesante el libro como soporte, como una arquitectura independiente, y su contenido queda relegado a un segundo plano, o incluso excluido. Pero la mayoría de las veces, entre todos los libros que rompo, se entabla un fino equilibrio entre el contenido, el soporte del libro inicial, y el concepto y forma de la obra final. Por ejemplo en la obra 'Boom', realizo una mímesis de bombas aéreas, y en este caso cualquier libro me vale, todos son grandes armas. Por el contrario, en piezas como '1984' o 'Wikipedia', tanto el libro como objeto, como su contenido, son fundamentales para el desarrollo del concepto», explica.

Asegura la artista que después de unos años «parada por motivos personales», en este momento se encuentra «en un retomar», «ahondando en conceptos para desarrollar nuevas ideas y reanudando proyectos que dejó pausados. Como 'Tapices': «Es una serie donde con la totalidad de un libro realizo un tejido; un libro que ocupa un espacio tridimensional es llevado a la imagen plana, expandiendo sus límites. Se establece una analogía entre la trama del texto y el contenido en sí mismo del libro, con la urdidumbre y la imagen que crea ésta».

Vuelta

Detrás hay mucho más: se le da una vuelta, se resignifica una labor que siempre ha sido considerada femenina. Quizás por ello Elisa se considere «postfeminista». «Estos tapices están tejidos desde otra feminidad, una que no sabe coser, ni tejer ni se identifica con la mayoria de eso sroles asignados a la mujer. La serie de los tapices que estoy haciendo, en esencia tiene que ver con el pixel y el ruido digital, pero como tú bien apuntas, también con una versión 2.0 de la labor de tejedora que tenemos en el imaginario, asociada a lo femenino», apunta. En cualquier caso, aclara, su feminismo tiene más que ver con «los roles de poder» que decide asumir a la hora de exponer y comercializar su trabajo: «Creo que son tan importantes los imaginarios feministas que aportan muchas artistas, como las estrategias que tomamos cada mujer del sector del sistema del arte, para cambiarlo y hacerlo igualitario».

Hay dos diálogos medulares en la obra de Elisa Terroba. El primer, la conversación entre lo analógico y lo digital porque en su mundo ambas dimensiones conviven a la perfección: «Es tan perniciosa la nostalgia de formatos y tiempos pasados, como la obsesión por la novedad tecnológica. Vivimos un momento donde lo analógico y lo digital conviven por igual, y decantarse me parece no aprovechar el rendimiento de ambas vertientes, y cómo se mezclan». La otra charla entre diferentes se entabla entre la ciencia y el arte. ¿Diferentes? Quizás no tanto, como razones la creadora: «El arte, la ciencia y viceversa se retroalimentan. Se dan soporte entre sí, para luego dárselo al ser humano. El arte es motor de desarrollo y campo de pruebas de muchas herramientas, que luego se aplican a otros campos. Que la ciencia es herramienta del arte, es innegable; desde la mezcla perfecta de aceites y pigmentos, pasando por la cámara fotográfica, hasta llegar a la creación artística mediante algoritmos. Pero el arte, también es sostén para la ciencia, pensemos en cuántos inventos ha dado Julio Verne a la ciencia con sus relatos. Además, la creación artística da soporte a la transmisión científica: pensemos en los cuadernos de bitácoras, donde se registraban con fino dibujo la fauna y flora, o la representación visual de la radiación de un púlsar».