La presentación de la Temporada Lírica, en la primavera pasada, encendió el delirio cuando se conoció la presencia de uno de los reyes de la escena lírica en el coliseo malagueño. Javier Camarena aquél que bisó en el Metropolitan y el Real de Madrid, que muchos aprovecharon para calificar según preferencias en absurdas comparaciones con otros tenores a cual más bravo, llegó a Málaga para firmar un encuentro inolvidable entre los aficionados. Con el Teatro Cervantes hasta arriba, las entradas agotadas desde el mismo día de su puesta a la venta el tenor hizo honor a la cita áurea de los cielos del teatro como lo afirmaron años atrás nombres como Flórez, Domingo o Grigolo.

Ni tan siquiera la afección vocal que padecía el cantante mexicano, que exigió al tenor redoblar esfuerzos, pudo mermar el talento artístico y la asombrosa técnica vocal de Javier Camarena. Lo anunció al comienzo del recital pero pocos repararían en esa circunstancia al considerar el desarrollo que se impuso durante todo el concierto. El tenor hispanoamericano se hizo acompañar de la Orquesta Filarmónica de Málaga comandada por el también mexicano Iván López-Reynoso habitual colaborador del maestro y en el trío de bises del pianista Ángel Rodríguez que lo ha acompañado a lo largo de la gira española que está realizando Javier Camarena.

Iván López-Reynoso inauguró el concierto con la obertura de I Capuleti e i Montecchi, de Bellini, anunciando la pulcritud y excelencia del conjunto a lo largo de todo el programa como atestigua la lectura de la conocida obertura rossiniana La gazza ladra leída con brillantez y dinámicas ágiles. Y a partir de aquí comenzó el delirio Camarena no sin razón porque el tenor arrancaba con el aria y cabaletta belliniana È serbato questo acciaro que lejos de buscar la comodidad del cantante exige dominio absoluto del registro medio-alto por no hablar de la concisión en el fraseo más allá de la espectacularidad -que obviamente los hubo aunque destilados con heroicidad y sentido- de los sobreagudos de cierre. Incidiendo sobre estas líneas discurrió también el recitativo y aria de Zingarelli Piú Dubitar mi fan.

Tras las dos páginas de bravura de Bellini y Zingarelli le llegaba el turno al repertorio del Cisne de Pésaro con dos joyas alejadas de las piruetas de bravura y no por ello menos exigentes y exquisitas: S'ella m´è ognor fedele, de la ópera Ricciardo e Zoraide, y de La Cenerentola el aria Si, ritrovarla io giuro, que con sus modulaciones y diminuendos serviría de colofón a una primera parte irresistible.

El aria del sevillano Manuel García Mais que voi-je une lyre! destapó la segunda parte del programa, que, junto Vainement, ma bien-aimée de E. Lalo, inauguraban el repertorio en francés en el que Camarena demostró que domina sin sombras a fuerza de técnica a servicio de una expresión dramática que apela sin remordimientos a la emoción.

Tras la interpretación robusta y vibrante de Ah! mes amis, quel jour de fête!, de Donizetti, que levantó a todo el auditorio se cerraba oficialmente el programa; serviría también de prólogo al trío de bises con la inolvidable Malagueña salerosa, de Elpidio Ramírez, que bien pudo servir de cierre pero que aún completaría con el bolero Contigo en la distancia ,de notas mantenidas mimadas, para terminar con la romanza No puede ser de La tabernera del Puerto, de Sorozábal, como hiciera en el recital del Real y donde reclama todo lo que este inmenso cantante tiene que decir del repertorio español.