El 8 de febrero pudimos ver en el Cervantes la versión que ha escrito Bernabé Rico de la obra de David Mamet Trigo sucio. A un mes clavado del 8 de marzo Día Internacional de la Mujer. Nunca hay bastantes ochos para poner sobre el tablero, y en este caso sobre las tablas, historias y actitudes despreciables pero que siguen siendo cotidianas. Esta es la historia de un prestigioso productor cinematográfico estadounidense y de sus manejos con la prensa, la crítica, los políticos y todo aquel que le parezca conveniente para alcanzar sus objetivos. Es la historia del abuso de poder. Pero también concretamente la de quien usa ese poder para amenazar la carrera y la vida de mujeres, sus actrices, si no hay a cambio relaciones sexuales. ¿Les suena? Sí, está basado en Harvey Weinstein al que docenas de mujeres han acusado de acoso sexual, agresión sexual o violación. Y en el espectáculo se nos muestra con un aire de comedia, con un aire de grotesco. Tiene sentido. Al fin el grotesco es esa percepción que permite ver la naturaleza real de las cosas y que nos lleva a lo dramático mediante lo cómico. Así lo vemos desde el primer momento con esa barriga artificial que no se esconde si no que se evidencia y que permite a Nancho Novo en el personaje principal crear un tipo físico magnífico. Y no sólo en lo corporal es un gran trabajo, porque el actor logra imprimirle una personalidad que no deja de ser desagradable y sin embargo tiene el carisma suficiente para subyugar a todos los que le rodean. Porque la conclusión final es que todos lo han consentido y todos van a seguir bajo ese yugo. La dignidad de los demás personajes queda también manchada. Los que en un principio puedan parecer más inocentes e incluso víctimas no desdeñan hacer la vista gorda y olvidar, si por delante tienen una posibilidad de lograr sus propios objetivos. Mamet nos pone ante una realidad y es que el malo no es únicamente al que se acusa, lo es también el que otorga. De hecho, el desprecio y el vacío al que se ve sometido el protagonista no necesitará más que un cambio de nombre en la empresa para seguir, ahora redimido por nuevos consentidores. La dirección ha logrado un espléndido trabajo situando la escena en una especie de plató en el que somos el público que asiste en directo a una sitcom, pero que además terminamos aplaudiendo la comedia. ¿Somos cómplices? Afortunadamente, lo que aplaudimos es a un elenco que realiza un trabajo sobresaliente. Pero hay algo de ese aplauso que resulta amargo.