Alejados del mundanal ruido de las franjas horarias, la desescalada y las incógnitas de la incipiente "nueva normalidad", pasean sosegados Paco y Lucía, ensimismados en el deleite contemplativo. Es la primera vez que rompen el confinamiento absoluto después de 74 días y lo hacen arropados por la bohemia circense de Toulouse-Lautrec que empapa la Sala Noble del Museo Thyssen desde el pasado febrero.

La pareja tenía la visita a los museos de Málaga en esa famosa lista de asuntos pendientes que "con las cosas de la cotidianidad no se hacen", se sincera Paco, y que la reapertura museística de hoy les ha permitido tacharla, no sin cierta peculiaridad. "Era la ocasión", remacha Lucía, debido a la tranquilidad subyacente a una afluencia mermada por la falta de turistas, la prudencia de algunos y la falta de costumbre de otros.

Con el aforo al 30%, geles hidroalcohólicos en cada esquina e incluso cámaras de control térmico para medir la temperatura a los visitantes, los espacios museísticos de Málaga inician una tímida apertura que ahora depende de la ciudanía malagueña.

"Es una oportunidad única para que los malagueños vuelvan a los museos y los puedan ver con tiempo, con tranquilidad... y desde luego en unas condiciones de seguridad extraordinarias que garantizan un entorno muy seguro", apunta Jose María Luna, de la Gerencia de la Agencia Pública para la Gestión de la Casa Natal de Pablo Ruiz Picasso y otros equipamientos museísticos municipales y culturales.

En cualquier caso, cada paso, por leve que sea, rechina sobremanera en las salas del Thyssen, las mismas que durante todo el enclaustramiento han resguardado las pinceladas de Sorolla, Zurbarán, Romero de Torres... todo el talento andaluz y español que compone su Colección Permanente. Apenas dos horas después de la reapertura, se calcula una decena de visitantes, un conteo que en la vida previa a la Covid-19 costaría más hacer a ojo. Aún así el personal, tras las mamparas de metacrilato y las mascarillas, no oculta su entusiasmo: "Está viniendo más gente de la que esperábamos".

El tiempo perdido

Pablo Picasso, Max Ernst, Juan Gris, Vasily Kandinsky... al centenar de obras que componen la exposición Genealogías del arte del Museo Picasso, la cuarentena le ha arrebatado durante dos meses la mirada abstraída de su público y ahora deberá condensar esa pérdida en los últimos cinco días que le quedan por delante antes de partir.

Recuperando ese tiempo usurpado, la historia de movimientos artísticos como el cubismo, el dadaísmo o el surrealismo pasa por los ojos curiosos de Lidia, una joven malagueña atraída desde pequeña por el pincel, que recorre la estancia junto a su hermana Valeria y sus padres María Victoria y Juan Antonio.

"Llevábamos tanto tiempo encerrados€ dijimos de traer a las niñas para que vean arte y se distraigan un poco", sostiene María Victoria. Esta familia visita por primera vez el Museo Picasso ("¡Y mira que somos de Málaga!"), ni más ni menos que en la primera actividad juntos desde que se declarase el Estado de Alarma.

"Lo que fue la Ciudad de los Museos, para volver a recuperar ese brillo, esa capacidad de atraer a personas precisará de un esfuerzo adicional", recalca José Lebrero, director artístico del Museo Picasso, satisfecho de haber retomado lo que define como "la misión fundamental" de la institución que encabeza: ofrecer a la ciudadanía el patrimonio cultural, especialmente a la población oriunda de esta tierra.

"Debido a las limitaciones de movilidad nuestros queridos malagueños son quienes nos van a visitar. Poco a poco habrá que ir trabajando y colaborando, es más que nunca necesario un proyecto de ciudad. Quizás los agentes culturales, las instituciones de málaga tendríamos que hacer un esfuerzo", subraya Lebrero.

"Desolador"

La gran extensión del Centre Pompidou, encajado en una esquina del Muelle Uno, dibuja una distorsionada estampa compuesta por grandes obras y una visita yerma. A los ojos de Paquita y Mari Luz, asiduas de este espacio cultural, es una experiencia a caballo entre la tristeza y la calma, donde tira más lo primero que lo segundo.

"Ha sido un poco desolador, pensábamos que iba a estar con cola. Pero ¿cuál ha sido nuestra sorpresa? Que hemos entrado y estamos solitas", afirman con pesar sobre una situación que no pueden evitar comparar con la masificación de los bares y las terrazas tras la entrada de la provincia en fase 1y que, por ahora, prefieren achacar al desconocimiento. Sobre las medidas de seguridad, no les cabe dudas: "¡Son fantásticas!".

"Es una estampa rara, aunque daba por hecho que no habría turistas. La sensación que te da es como si estuvieras en tu propia pinacoteca", recalca Salvador. "Estar sin gente, sin ruido... es casi más cómodo, ¡yo lo recomendaría!".

En palabras de José Lebrero, el coronavirus ha aflojado los tiempos de la sociedad, obliga a ir más despacio, toda una "posibilidad de tomar conciencia de que la cultura quizás no cura, pero sana".