Música

Cristobal de Morales cierra Aeternum

Reseña del recital de La Grande Chapelle en Aeternum

Un momento del recital

Un momento del recital / Daniel Pérez / Teatro Cervantes

Alejandro Fernández

La Grande Chapelle

Lamentabatur Jacob, de Cristóbal de Morales

Dirección musical: Albert Recasens

Teatro Cervantes, ciclo Aeternum

La Grande Chapelle, formación que lidera el maestro Albert Recasens, fue la protagonista de la última de las tres citas del Ciclo Aeternum del Teatro Cervantes. En los atriles, una propuesta espiritual y meditativa de la mano de la gran polifonía española del siglo dieciséis y centrada en la figura de uno de sus tres excelsos representantes, el sevillano Cristóbal de Morales que vivió sus últimos años como maestro de capilla de la Catedral de Málaga. 

Ordenado sacerdote prestó servicio en la corte papal de Pablo III, fue también maestro de capilla de la catedral de Toledo y finalmente arribó a Málaga donde la relación con los cantantes del cabildo catedral fue tensa dada las exigencias vocales que reclamaba el gran maestro. Tal fue la trascendencia e influencia de su obra que son numerosas las ediciones propiciadas por el mismo Morales y no pocas las adaptaciones de algunas de estas para instrumentos a solo. Su alargada fama llegó incluso hasta las orillas del Nuevo Mundo.

A excepción de alguna pieza profana, el corpus del maestro Morales está destinado al servicio del altar pero también a la meditación espiritual como atestiguan los más de ochenta motetes que se conocen del maestro enmarcados en una corriente espiritual que recorrió Castilla en la primera mitad del siglo dieciséis centrada en la contemplación del dolor de Cristo como camino hacia la vida eterna. Una corriente que da luz para entender el marco histórico y social en el que se encuadró este programa, como bien señaló Albert Recansens al comienzo del recital y ante la clamorosa ausencia de un programa de mano a la altura de este programa o de los dos anteriores del ciclo. 

La propuesta de A. Recasens y La Grande Chapelle centró la atención en los motetes escritos por el compositor sevillano dedicados al tiempo cuaresmal y los oficios de Semana Santa. En este sentido, el concierto se agrupó en tres grandes bloques con selecciones de piezas de los corpus: 'Tempus Septuagesimae' (previo al inicio de la Cuaresma y coincidente con el tiempo de Carnaval; 'Tempus Quadragesimae' (centrado en el propio tiempo cuaresmal) y finalmente 'Tempus Passionis' (destinado a la Semana Santa). 

Gabriel Díaz Cuesta, contratenor; Adriaan de Koster, tenor; Andrés Montilla-Acurero, tenor; Ferran Mitjans, tenor; Raitis Grigalis, barítono; Ulfried Staber, bajo y la soprano Lorena García dieron buena cuenta de la dificultad, exigencia técnica, musicalidad del catálogo polifónico que exige un dominio riguroso del fraseo, la articulación y el empaste para que los efectos, acentos, giros e imitaciones desplieguen ese carácter casi hipnótico que propicia la escucha de este género que llega su expresión máxima de la mano de Tomás Luis de Victoria.

Piezas breves pensadas para mover las conciencias e invitar a la conversión y a profundizar en la figura del Redentor. Páginas presentadas a cuatro, cinco y a siete voces como Per tuam crucem / Miserere nostri que cerraba un concierto inolvidable en lo técnico -rotundo- pero también en lo artístico.

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