Perfil

Carla Simón; Captar la vida de una forma tan transparente como poética

La cineasta catalana dice que hacer cine es una forma de estar en el mundo. Sus películas, detallistas, humanas y sensibles, nos hablan de una creadora comprometida con la familia, la identidad y la memoria. Simón suele trabajar con actores no profesionales y le gusta rodearse de mujeres en todos los departamentos de sus proyectos

Carla Simón, en el photocall del Festival de Málaga, con el reparto de «Alcarràs».

Carla Simón, en el photocall del Festival de Málaga, con el reparto de «Alcarràs». / beatriz martínez

Beatriz Martínez

Descubrimos a Carla Simón con Verano 1993. Era su primera película y en ella vertió algunos recuerdos de su infancia cuando, tras perder a sus padres por el sida con tan solo seis años, se fue a vivir con sus tíos a la Garrotxa. Su ópera prima se convirtió en un auténtico acontecimiento y nos descubrió a una directora dotada de una enorme sensibilidad, capaz de captar momentos cotidianos de una forma tan transparente como poética. Porque el cine de Carla Simón tiene algo intangible y profundamente humano. En él cabe el dolor más profundo, también la ligereza, la sensibilidad por el cuidado de los detalles y el amor por sus personajes. Ganó la Biznaga de Oro del Festival de Málaga y comenzó su «idilio», como ella misma lo llama, con el certamen.

Nació en Barcelona en 1986 y se trasladó a vivir a Les Planes d’Hostoles antes de que la tragedia de la muerte de sus progenitores marcara su vida. Se graduó en Comunicación Audiovisual por la Universitat Autònoma de Barcelona en 2009 y consiguió una beca para estudiar en el Master of Arts en la London Film School. Allí dirigió el documental Born positive, que seguía los pasos de varios jóvenes que habían nacido con VIH y el cortometraje Lipstick, sobre dos niños que encontraban a su abuela muerta.

En la escuela siempre le decían que escribiera sobre aquello que conociera, así que el carácter autobiográfico ha marcado su obra. Las relaciones familiares se convirtieron en el eje de sus historias. De lo íntimo a lo universal. Aunque también hay otras temáticas asociadas, como el vacío, la ausencia, la orfandad, el sentimiento de indefensión frente a la muerte.

Es una directora extremadamente meticulosa y prepara cada uno de sus trabajos a conciencia. También es paciente. Cuando iba a empezar a rodar Alcarràs, comenzó la pandemia y todo se paralizó. La película tenía que desarrollarse en una época concreta, entre junio y agosto, para materializar en la pantalla la recogida de los melocotones en Lleida y tuvo que esperar un año entero para poder llevar a cabo este proceso tal como tenía planeado. En Alcarrás ha querido homenajear a su familia, agricultores y al trabajo artesanal de toda una comunidad que casi se encuentra en peligro de extinción. De nuevo las raíces, la relación con la tierra y los vínculos de sangre. De nuevo, el Festival de Málaga: participó en la Sección Oficial pero fuera de concurso porque su triunfo, semanas antes, en la Berlinale supuso sacarla de la competición para no comprometer la ecuanimidad del jurado y no limitar las oportunidades de premio de otras cintas.

A Carla Simón le gusta trabajar con actores no profesionales. Ya lo hizo con Laia Artigas en Verano 1993 y lo volvió a utilizar el mismo procedimiento en Alcarràs de una manera todavía más ambiciosa, ya que prácticamente todo el elenco no tenía experiencia previa, algo que consideraba fundamental para establecer vínculos más fuertes entre la realidad y la ficción. También le gusta rodearse de mujeres en su equipo, la productora María Zamora, la montadora Ana Pfaff, Eva Valiño en el sonido, Daniela Cajías en la fotografía, así hasta completar prácticamente todos los departamentos. Su triunfo es también el de toda una generación de mujeres que apuesta por un cine diferente que traspasa fronteras con emociones tan íntimas como universales.

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