Entrevista | Rubén Blades Cantante, compositor, actor y político

"Jamás en la vida he hecho canciones para adoctrinar"

El icono de la cultura latina actuará mañana (hoy, precisamente, el panameño celebra su 75 cumpleaños) en la Cantera de Nagüeles Starlite Festival para recorrer sus más de cinco décadas de trayectoria, arropado por la frondosa Roberto Delgado Big Band 

«Voy a cumplir 75 años en España, y yo no sé cuánto tiempo me queda porque la voz es un instrumento muy jodido. No voy a ridiculizar mi carrera como el futbolista que no puede correr pero que sigue»

El panameño, en una imagen promocional reciente.

El panameño, en una imagen promocional reciente. / jordi bianciotto

Jordi Bianciotto

Iba para abogado pero terminó siendo el poeta panameño de la salsa durante cinco décadas. «Es un trabajo que me gusta y en el que creo. Si yo no creyera en las letras sería un suplicio tener que decir cosas que no siento y que no considero importantes. Cada audiencia nueva me hace reivindicar, a través de su reacción, que fue una buena decisión terminar siendo músico en vez de abogado», dice Rubén Blades. Charlamos con una de las figuras más caristmáticas de la música latina de todos los tiempos.

No hace tanto, en 2017, anunció su «gira de despedida de la salsa».

Yo me iba, sí. Pero de pronto recibimos un Grammy por el álbum del año. Eso nunca había ocurrido con un grupo de salsa. Fue un galardón que no tuvo nada que ver con payolas ni con compañías de discos. La compañía soy yo y no tengo influencia en quienes mandan aquí. Ni los conozco. Ahora venimos de dos shows, en Buenos Aires y Santiago de Chile, llenos y con un 75% de gente que no había nacido cuando esas canciones salieron. Voy a cumplir 75 en España, y yo no sé cuánto tiempo me queda. En cualquier momento te vas, y la voz es un instrumento muy jodido. No voy a ridiculizar mi carrera tratando de sostenerme como el futbolista que no puede correr y que insiste en ser delantero.

Su repertorio es rico en personajes y lugares que constituyen una mitología: Juan González, Pablo Pueblo, Pedro Navaja… y esa Hispanía en la que escribe todas sus canciones. ¿Qué sigue representando para usted?

Desde el comienzo representó una protección contra la censura militar. Juan González, la canción que abre mi primer álbum, De Panamá a New York, comienza diciendo: «La historia que van a escuchar está basada en hechos ficticios…». Porque era la canción de un guerrillero y se solidarizaba con la muerte de un enemigo de la dictadura militar. En 1969, 1970, en América Latina había más dictaduras que democracias, y creé un lugar ficticio, así si me venían a preguntar o a arrestar les decía que no eran cosas reales. Yo soy un escritor de ficción que basa su ficción en realidades.

En sus conciertos flota un homenaje al oficio de escribir y cantar canciones: el propio tema El cantante o sus alusiones en sus conciertos a Juan Luis Guerra, Residente, Stay Homas, la Orquestra Plateria, Serrat y Rosalía.

Claro, claro. Todos nos nutrimos de los demás. Me parece lamentable que sea necesario decir que el éxito nunca es de una sola persona. Escuchando a esos artistas te mantienes joven, aprendiendo… Porque uno nunca deja de aprender.

Sus actuaciones atraen a un público muy diverso y mestizo.

La idea es crear una convocatoria que permita cimentar la solidaridad. La música tiene algo que va más allá del argumento racional, que te interpela emocionalmente. Ocurre también con el deporte. Música y deporte nos hacen converger en una sola persona. Y eso hay que estimularlo para evitar el desplome de la sociedad. En Estados Unidos vemos lo que produce tener a un imbécil como Trump, mentiroso y manipulador, que no siente empatía con nadie, que todo es él, él, él… Eso hay que confrontarlo, y la música es un buen medio para eso.

En otros tiempos tuvo que convencer a compañeros de filas ideológicos de que la salsa no era solo una música para bailar. Eso ya quedará atrás.

No, por favor, todavía… Yo no entiendo el argumento de que una idea no varía, no se desarrolla. Que tú bases las soluciones en ideas que funcionaron hace dos siglos me parece absurdo. El mundo evoluciona y tienes que evolucionar también o no vas a poder alcanzar a la gente ni comunicar nada. Y respecto a la izquierda, no vas a comparar a los jesuitas con Ortega ni con Maduro. Dicen que son socialistas, pero creo que son ambidiestros. Pero sí hubo un tiempo en que gente de izquierdas podía pensar que una canción debía entrar en otro ámbito y ser propaganda, y si la canción es eso, ya no es música.

¿Nunca ha hecho canciones con ánimo propagandístico?

Jamás en la vida. Eso ya es adoctrinamiento. Siempre tuve mucho cuidado de evitar la palabrita esa, compañeros, de los discursitos de barricada de los 60, 70… Apenas sonaba ya veías por dónde iban los tiros. Se trata de ser honesto, evitar el sentimentalismo y la manipulación de la emoción, y ver cómo en una frase puedes condensar lo que en otro lugar necesita dos páginas de discurso alto en decibelios.

Está metido en muchos proyectos. ¿Qué será lo próximo?

Estoy trabajando con el Niño Josele, pensando en hacer lo que no llegué a hacer con Paco [De Lucía], el álbum de boleros. Con Ron Carter. El día de mi cumpleaños saldrá una versión en vivo del álbum Siembra, por su 45º aniversario. Estoy trabajando en discos con Enrique Becerra y con la big band de Roberto Delgado, y revisando el libro de memorias, que saldrá el año que viene. Y estoy ayudando a grupos políticos independientes de Panamá, a ver si podemos frenar la corrupción que hay allí. Gracias a Dios, ahí estamos.

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