Entrevista | Elisa Victoria Escritora

«Arrebato es una película que tiene vida propia, es una invocación»

El ciclo literario Entrelíneas del Centro Cultural La Malagueta acoge el miércoles la visita de Elisa Victoria (Sevilla, 1985), que presentará su última novela, Otaberra, la más misteriosa y enigmática de su trayectoria, tocada por la fascinación y ambigüedad de la obra maestra cinematográfica de Iván Zulueta

La autora de las celebradas Vozdevieja y El evangelio regresa a las librerías con un rompecabezas literario construido alrededor de un hecho traumático y doloroso

La escritora sevillana Elisa Victoria. | ELISENDA PONS

La escritora sevillana Elisa Victoria. | ELISENDA PONS / desirée de fez

Desirée de Fez

En los libros de Elisa Victoria (Sevilla, 1985), la luz y la oscuridad van de la mano, incluso cuando parece que lo primero domina lo segundo. Son cálidos y graves, acogedores y dolorosos. En Otaberra, su novela más libre y enigmática hasta la fecha, la autora de Vozdevieja (2019) y El evangelio (2021) lleva a otro nivel ese contraste. A la vez, a partir de una historia que se rompe en el tiempo y un personaje, Renata, que nos interpela desde distintas épocas, se pregunta sobre la naturaleza caprichosa del tiempo y la capacidad de apresarlo que tienen las historias y las imágenes. Otaberra es también Arrebato al revés, y, como la obra maestra de Iván Zulueta, está tocada por ella y por su misterio.

No es Otaberra un libro de tema y, por su libertad, es difícil intuir su origen. ¿Cuál es su punto de partida?

Es un sentimiento existencial que podría partir de la extrañeza ante el comportamiento del tiempo como fenómeno físico que nos enmarca, y que aceptamos porque es la única opción que conocemos. Pero es bastante difícil asumir cómo se comporta el tiempo, en el sentido de que siempre va en la misma dirección y parece irreversible, aunque haya hipótesis sobre si realmente lo es. Eso me inquieta mucho, como la forma en la que se percibe de maneras distintas en las diferentes etapas de la vida y su relación con nuestra finitud.

Renata, la protagonista, es incapaz de vivir el presente. Se proyecta en otro momento y se ve a sí misma desde fuera.

Sí, creo que es algo muy común, y que la gente experimente esa observación de sí misma, esa sensación de no saber muy bien quién maneja la situación pero sentir que va sola, y tener como un extrañamiento en otra capa. Todo ese capeado de conciencias y cómo se comunican entre sí me pareció un punto de partida para estudiar.

Otaberra no es una novela inaccesible, pero es su libro menos lineal y más libre. ¿Fue siempre así?

No. Empezó con ese estudio del tiempo y de las dimensiones y, a medida que iba aportando cosas, desde lo que sentía al ver una película a la lectura de textos míos del pasado, fue construyéndose así, de forma progresiva. Me he sentido muy exploradora viendo cosas a oscuras, con una linterna, estudiando qué me despertaban y probando. Ha sido un proceso más intuitivo que con las otras historias que he construido de forma más lineal.

Su novela tiene algo de matrioska de historias dentro de historias, con constantes cambios de estilo. ¿Cómo lo trabajó?

De maneras distintas, por ejemplo, usando textos míos escritos en otros momentos. Eso también era una especie de agradecimiento a Fernando Marías, que fue el primer gran escritor que apreció mi trabajo y me hizo encargos remunerados. Solía organizar antologías de terror y me dio la oportunidad de trabajar ese género que me encanta. Retomé algunos de esos textos y me fijé en cómo había cambiado mi estilo, y me pareció oportuno por varios motivos introducirlos, con cambios, en el libro como un mensaje a otra dimensión.

Otaberra es Arrebato al revés. ¿Hasta qué punto se inspiró en la película de Iván Zulueta?

Otaberra tiene de Arrebato todo y nada, porque hay una energía pero todo está alterado. Había empezado a escribir el libro sin pensar en Arrebato, pero al repasar los primeros textos me di cuenta de que había cosas que me llevaban a ella, que es una película importantísima para mí. Y dejé que me arrastrara.

Su libro también comparte con Arrebato esa naturaleza misteriosa y esotérica.

Arrebato es esotérica, es una especie de invocación. Al ponérmela, siento que estoy jugando a la güija. Es una película que tiene como vida propia, y creo que esa energía me ha afectado en la escritura. Dejar en tu libro cosas que no sabes explicar tú misma es un reto. Hay entrevistas a Clarice Lispector en las que confiesa que en sus libros hay cosas que no sabe de dónde le han venido. Es esa dimensión que te arroja cosas y decides dejarlas porque tienen un poder.