Danza

Luz Arcas cierra su tríptico 'Bekristen', la búsqueda con la que atravesó una gran crisis

La bailarina, coreógrafa y directora de escena malagueña presentó este fin de semana las tres obras seguidas por primera vez en Madrid, mientras prepara la coreografía del 'Rigoletto' del Teatro Real

La coreógrafa y bailarina Luz Arcas en los Teatros del Canal

La coreógrafa y bailarina Luz Arcas en los Teatros del Canal / Alba Vigaray

Ángeles Castellano

«Yo sé hacer una obra que funcione, pero no me interesa eso ya». Luz Arcas (Málaga, 1984) es una coreógrafa, bailarina de contemporáneo y directora escénica que desde 2009 trabaja con La Phármaco, la compañía que fundó entonces. Su baile no transita los caminos habituales y su carrera oscila entre la dirección escénica y la danza. No sigue las tendencias y es difícil de clasificar. En 2015, cuenta, sufrió una crisis artística muy fuerte. Pero también política y espiritual. «Me sentí muy perdida, y con muchas ganas de buscar».

De aquella búsqueda surgió algo que se transformó en una obra, y después en un tríptico: 'Bekristen / Tríptico de la prosperidad', que ahora cierra con la tercera pieza, 'La buena obra'. Lo presenta al completo este sábado en los Teatros del Canal de Madrid, como parte de la programación del Festival de Otoño. Después, los días 16 y 17 de diciembre, repetirá la experiencia en el Teatro Central de Sevilla, donde esa semana se dedica al completo a su obra. Ha querido plasmar «tres tránsitos o tres estadios de un alma»: juventud, madurez y vejez. «O también erotismo, trabajo y muerte, por citar a [el escritor y antropólogo francés George] Bataille», explica.

'La buena obra' reflexiona sobre la vejez, la obsolescencia y la muerte. «Empecé pensando que sería una obra sin cuerpos, como una instalación de objetos», indica Arcas. Tenía en la cabeza los residuos, los puntos limpios en los que se depositan los objetos que ya no utilizamos, pero también los desechos digitales. «Parece que todo lo virtual no genera basura, pero no es así», y cita como ejemplos los servidores que alojan infinidad de datos en lugares remotos.

La coreógrafa y bailarina Luz Arcas en los Teatros del Canal

La coreógrafa y bailarina Luz Arcas en los Teatros del Canal / Alba Vigaray

Pero entonces, la invitaron a dar un taller a Barcelona. «No quería ir, porque estoy muy harta de la danza en el sentido académico», dice. Así que buscó otras corporalidades. «Decidí hacerlo con gente mayor. Y me pasó algo que nunca me había ocurrido: se me vino la obra entera a la cabeza». El tríptico es sobre los cuerpos -«El motor es el cuerpo», dice- y revivió lo que su abuela, enferma de demencia, había vivido la Navidad de 2020 en la residencia donde estaba confinada por el covid. «Me imaginé esa fiesta, allí encerrada con gente que no había visto en su vida... Era todo como una pesadilla, y se me quedó esa sensación muy dentro».

Trilogía y tríptico

'Bekristen / Tríptico de la prosperidad' arrancó durante varios viajes a Guinea Ecuatorial con un proyecto de danza y en la búsqueda de resolver una crisis. ¿Por qué hacerlo con un tríptico? «Pensé que sería una trilogía y acabó siendo un tríptico», aclara la coreógrafa. Por un lado, explica, porque no es secuencial, pero por otro, por asimilación con los trípticos de artes plásticas tan vinculados al cristianismo.

'Bekristen' significa cristianos en lengua fang, la de la etnia más numerosa en el país africano. Arcas se encontró allí de bruces con las consecuencias del colonialismo. «Sentí que realmente no había acabado, que vivimos un continuo proceso de colonización y domesticación, también ahora, aunque la violencia sea más sutil». Pensó en el cristianismo como el primer gran proyecto de colonialismo con ambición global. «Y el capitalismo actual está hecho a su imagen y semejanza», indica. «Así que pensaba en esos trípticos clásicos que muestran tres estadios del alma y lo hacen con un golpe de vista, no de una forma causal».

La primera parte del tríptico, estrenada en 2019, es 'La domesticación'. En ella reflexiona sobre el efecto que tiene en los cuerpos -también en el baile- toda esa violencia que se emplea en dominar la naturaleza y la vida salvaje. «Fue como una intuición, porque en medio de esa crisis que yo vivía y que se reforzó mucho con mi propio embarazo, que me hizo profundizar en la crisis, no sabía qué iba a pasar», explica.

La segunda es 'Somos la guerra', estrenada en 2021, en la que reflexiona sobre el trabajo, «que es al capitalismo lo que el rezo al cristianismo: una forma de asegurarse el paraíso, el ascenso, el éxito», explica en el programa de la obra.

En ambas, Arcas buscaba una ruptura con el lenguaje coreográfico convencional de la danza contemporánea. «Me vi muy superada y decidí asumir ese momento frágil sabiendo que no iba a ser capaz de llegar a una meta, a un concepto nuevo completo y cerrado, porque mi búsqueda formal necesitaba tiempo», explica. Cuando la estrenó, Arcas explica que no se entendió. «Fue un suicidio, una obra muy rupturista, pero me alegro de haberlo hecho así, haberme atrevido a vivir momentos frágiles y asumirlos y no parchear con trucos efectistas».

Recuperación del folclore

Ese proceso de búsqueda en el que Luz Arcas se sumergió mientras trabaja en el tríptico le llevó a explorar otros estilos de danza alejados de su tradición formativa: danzas clásicas indias, otras de Latinoamérica... Y en su propio folclore. «En 'Somos la guerra' hay muchísimo, está en el centro del tríptico. Vino un poco para salvarme», explica. «Este trabajo me ayudó a hacer 'Mariana».

La coreógrafa y bailarina Luz Arcas prueba parte del vestuario de 'Bekristen' con una bailarina en los Teatros del Canal.

La coreógrafa y bailarina Luz Arcas prueba parte del vestuario de 'Bekristen' con una bailarina en los Teatros del Canal. / Alba Vigaray

'Toná', estrenada en 2020, fue su primera obra dedicada explícitamente a su folclore más cercano. Lo hacía a partir de verdiales, uno de los bailes folclóricos más antiguos que se conocen en la España peninsular, cuyo origen parece estar en la civilización fenicia. Y en 2022 estrenaba 'Mariana', que parte del flamenco -los cantes de trilla, utilizados tradicionalmente por los trabajadores del campo en sus labores o para relacionarse con las mulas y otros animales que intervienen en la labranza-, para reflexionar sobre la relación con éstos, el trabajo físico y el cuerpo de trabajo del futuro.

Ella explica que ambas ramas de su trabajo coreográfico están relacionadas. «Yo me siento en medio. Si miro hacia atrás, está mi tradición local y desde ahí puedo mirar hacia otros lugares, colocar mi cuerpo de cara al futuro y hacia el mundo», indica.

Las tres obras en una noche

Por primera vez, Luz Arcas se enfrentó el fin de semana en el escenario al tríptico completo, con una programación que prevé la muestra de las tres obras que lo componen separadas por pequeños intermedios. «Creo que tiene que ser así, aunque las obras se pueden representar separadas», dice. «Pero tienen algo que resuena mucho y creo que es muy interesante que esas resonancias sean inmediatas».

Esto le lleva a recuperar y actualizar obras que fueron concebidas en la fragilidad de otro momento. ¿Cómo se revisitan? «Tengo mucha inquietud con eso, porque no sé qué va a pasar con el público», admitía horas antes de la triple función. «He tratado de respetar a la que fui, aunque ahora no esté de acuerdo con ella. He hecho un ejercicio de limpiar y precisar las intuiciones que estaban ahí». También ha respetado al elenco original que, explica, ha vivido su propio proceso y no son los mismos que cuando las crearon.

Coreografía en la ópera

En 'Bekristen', Luz Arcas dice que «casi» no baila. Ella es la coreógrafa y también la directora escénica, un trabajo que forma parte de su carrera desde que se licenció en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid. El cierre del tríptico coincide con otro trabajo suyo como coreógrafa, pero esta vez en una ópera, 'Rigoletto', de Giuseppe Verdi, en el montaje que Miguel del Arco prepara para estrenar en el Teatro Real el 2 de diciembre.

Del Arco, director de escena conocido por su reciente obra 'Jauría' -inspirada en la violación múltiple en los Sanfermines de 2016- dirige una versión de 'Rigoletto' que se centra en el cortejo y secuestro de Gilda, hija del protagonista, para reflexionar sobre las masculinidades y la indefensión de las mujeres en la sociedad.

Arcas es responsable de la dirección coreográfica, un papel poco habitual en las óperas. «Yo creo que Miguel del Arco ha tenido una idea muy brillante al dar cuerpo femenino al Rigoletto», explica Arcas. La danza, dice, tiene un gran peso en el montaje, y ella admite sentirse «en otra liga, con 300 personas trabajando cada día».

Es su primera experiencia en una obra como esta, y admite que frente a la necesidad de marcar autoría y una personalidad diferenciada en la danza contemporánea, es muy interesante ponerse al servicio de otro tipo de cuestiones: «Aquí rige la idea de que cuanto menos existas, más sucederá. Y esto me ha encantado».