Cuando cruzó el ´charco´ para llegar a España y jugar en el Deportivo de La Coruña, tras haber llegado a la selección charrúa por su éxito en el Nacional, lo pasó mal, le costó mucho la adaptación. Luego disfrutó de un equipo potente. Ahora, en su tercer club, con 31 años, busca reverdecer viejos laureles. Tenía claro que su prioridad era permanecer en un equipo español, y el Málaga fue el que más empeño puso. Es más, está convencido de que está en su mejor edad para ser uno de los referentes del equipo. Ilusión no le falta a este cancerbero con cara de pocos amigos hacia el delantero contrario.

–Su nombre de pila completo es Gustavo Adolfo. ¿Es porque a sus padres les gusta mucho la literatura, porque es un nombre común en Uruguay o por otro motivo?

–Sí, es por Gustavo Adolfo Bécquer. Alguna vez me lo han comentado mi padre y mi madre. Se ve que pensaron en ello.

–Pese a ser un veterano (31 años), el Málaga será sólo su tercer club tras Nacional y Deportivo de La Coruña.

–Cuando vas a un equipo lo mejor es quedarse. No me gusta andar cambiando mucho. Tuve la suerte de jugar en el club de donde nací, el Nacional de Montevideo, del que era hincha. Sigo teniendo la suerte de jugar en la selección mayor, aunque ahora hace algún tiempo que no voy, pero no pierdo la esperanza de volver.

–¿Qué hace un portero para estar 963 minutos sin encajar un gol, récord de imbatibilidad en la Liga uruguaya?

–Fue un año que se dio así. Lo tomamos con mucha normalidad. Lo único que comentamos es que si no nos hacían un gol tendríamos más posibilidades de ganar. Es un lindo recuerdo porque entré en la historia de la Liga uruguaya. Pero no pasará de eso.

–Arnau y usted forman la pareja de porteros más veterana de Primera División. Eso significa...

–En el fútbol hay porteros de 37 y 38 años. A los 31 me siento joven, con experiencia. Me queda mucho por aprender aún. Estoy en muy buena edad. Soy veterano pero joven al mismo tiempo. Hay cosas que las veo ahora mucho más fácil. Hay que estar bien física y mentalmente. Entonces, es cuando la experiencia cuenta.

–¿Cómo es Gustavo Munúa lejos de un terreno de juego?

–Soy una persona familiar. Me gusta estar con mi señora, Mónica, y con mis hijos, Facundo, de siete años, y Pilar, de cuatro. También me gusta estar con los amigos en el tiempo libre.

–¿Qué ventajas tiene vivir en Montevideo, A Coruña y Málaga, las dos ciudades en las que ha vivido y en la otra que va a vivir?

–Montevideo es difícil de describir porque es mi ciudad de la infancia y la juventud. Es mi vida. La ventaja de venir a Europa es que se te abre la cabeza con otras costumbres, hasta en la comida. En Uruguay se comía a las 12.00, los días son más largos aquí y la burocracia es distinto. En Montevideo hay mucha playa, árboles, es una ciudad con un millón y medio de personas –en Uruguay hay tres millones–. A Coruña es bastante similar y España, en general, a Uruguay. La adaptación fue difícil. Se diferencia en que se come mucho marisco y en la hora de comer. De Málaga no puedo hablar porque apenas la conozco.

–Después de un club grande como el Nacional, jugó en uno que vivió los mejores momentos de su historia, como es el Dépor, y ahora llega a uno modesto como el Málaga. ¿Por qué?

–Yo no llamaría modesto al Málaga. Es modesto cuando juega contra el Real Madrid o el Barcelona. Entre Inglaterra y España está la mejor Liga. Para el resto del mundo, el Málaga está en la elite. Mi prioridad fue quedarme en España y el Málaga apostó por mí.

–¿Cuáles han sido los mejores momentos en sus dos clubes anteriores?

–El Nacional lo fue todo. Aprendí a madurar y a crecer desde los ocho años. Fui a la selección juvenil y luego a la mayor. Y en el Dépor, con Irureta, peleé en la ´Champions´, era un equipo muy competitivo y tuve la suerte de pelear por el puesto junto a un compañero como Molina. Fue la mayor vivencia en el Deportivo cuando estaba bien.

–¿Qué otras aficiones tiene al margen del fútbol?

–Me gusta el deporte, en general, pero cuando puedo aprovecho para jugar al pádel y al tenis. Es el deporte que con menos gente se puede hacer algo.

–¿Ha tenido o tiene algún ídolo o espejo en el que mirarse?

–Cuando yo era joven estaba el paraguayo Chilavert. No es para copiarlo, pero sí una referencia, no sólo en la manera de jugar, sino también en la personalidad. Fue un portero que siempre he admirado. Él estaba en Vélez, en Argentina, y yo en Uruguay, pero lo seguía por televisión.