Carlos Cabezas salió de Málaga como un mártir y volverá, cuando el club subsane su grave equivocación, el próximo verano, a lo sumo cuando acabe su contrato en Rusia, dentro de dos, ya en pleno proceso de beatificación para convertir al base campeón del mundo y de Europa en santo de la ´marea verde´. El Unicaja se ha empeñado en hacer aún más alargada su ya de por sí insustituible sombra. Para suplir la marcha del máximo anotador en la historia del club no le ha bastado con fichar a un único base, el lesionado Joseph Gomis. Ni siquiera con dos (Pooh Jeter) o con tres (Shammond Williams). El club va camino de fichar ya a su cuarto director de juego, el americano Zabian Dowdell. En teoría, otro secundario para Cook.

Cuando hace dos meses le preguntamos a Berdi Pérez en una entrevista si temía ser recordado como el director general que dejó escapar a Carlos Cabezas contestó: "Por parte del club se intentó y se quiso, y no pudo ser". Luego, la propia entidad ha admitido que 50.000 ´míseros´ euros tuvieron la culpa. El agente de Cabezas –único beneficiado de su salida– pidió un millón de euros brutos y de ahí no bajó. El Unicaja comenzó en una cifra y fue subiendo y subiendo, y se quedó en 950.000. Y ahí se plantó. El resto ya es historia. Llegó el Khimki de Scariolo, le ofreció 1,5 ´kilos´ y se lo llevó.

Lo extraño es que nadie en nuestro club fuera capaz en su momento de sentarse con un chaval que ha crecido y se ha formado, como jugador y persona, en Los Guindos. Que un café y un apretón de manos no lo solucionara. Con Cabezas en el exilio, el Unicaja lleva ya un sustituto por mes. Un récord mundial. Ni el difunto Jesús Gil con sus entrenadores. Mientras, Aíto busca carácter entre los que se quedaron y vinieron, y la grada sigue sin identificarse con el proyecto.