Del viernes de Sepang salen dos conclusiones para Ferrari. La más negativa dice que todavía son lentos, que les falta mucho por mejorar y que la pole de hoy (10 horas, La Sexta) estará lejos.

Del lado positivo vienen todas las circunstancias que rodean al fin de semana de Malasia: lluvias torrenciales, temperaturas extremas y unos neumáticos que pueden convertirse en chicle y hacer que la carrera se transforme en un carrusel de viajes por la calle de los garajes.

De ahí, y sólo de ahí, podrá Fernando Alonso sacar sus ganancias frente a la superioridad que enseñó Red Bull el día de pruebas libres. Esta vez fue Mark Webber el que marcó el ritmo de los coches energéticos. Se fue el australiano con 1,2 segundos menos que Felipe Massa y 1,7 que el piloto ovetense (noveno al final).

Para Ferrari, el viernes venía señalado en rojo como un día de banco de pruebas. Sabían antes de la primera carrera que estar por encima de Red Bull era una quimera pero de ahí a verse tan lejos como en Australia había mucha distancia. Por eso dedicaron la mañana al psicoanálisis. Dos coches rojos en la pista, vuelta a vuelta, en busca de un diagnóstico, con las decenas de datos que se habían llevado de Albert Park bajo el brazo.

El retraso de Fernando Alonso le pone la pole a una distancia sideral. «No hemos sido rápidos, así que no espero milagros. Será un fin de semana difícil pero intentaremos estar lo más cerca posible de los mejores. Después hay circunstancias como el desgaste de los neumáticos o la lluvia, que podremos aprovechar para estar en el podio».

A Sepang, como a algunos campos de fútbol, se va a sufrir. Cuando el Madrid juega en Pamplona crujen los cimientos de la institución. Ambiente hostil, atmósfera cargada y una situación cuesta arriba que convierte las piernas de gacelas de la pelota en columnas macizas de plomo. En la Fórmula 1, al menos en Malasia, no hay una afición gritona que se eche sobre los pilotos. En el coche, en soledad, sólo se oye el motor, las señales que envía una máquina de miles de piezas engrasadas al milímetro, y el martilleante ingeniero que habla por la radio del equipo. Pero la cabeza funciona peor y hace falta tirar del físico. La temperatura llega a los cincuenta grados y los reflejos se resienten.

Por primera vez, la dura prueba malaya coincidirá con las nuevas circunstancias de las carreras. Numerosos pasos por el garaje y decisiones clave e irreversibles que deben tomarse en el momento justo. Y no sólo sufren los pilotos sino también los que dirigen desde el muro. Que le pregunten al ingeniero de Toro Rosso que se desplomó hace tres años a la salida del pit lane, donde tomaba nota de los neumáticos que montaba cada monoplaza.

El reto de Alguersuari

Jaime Alguersuari busca estar regularmente entre los diez mejores del sábado. Encuentra su barrera en el salto a la Q3 y es un muro que pretende derribar cuanto antes. Dice que está contento con su coche, que el Toro Rosso cada día es un poco mejor. Pero no sufre por estar delante esta vez porque opina que la posición en la parrilla será esta vez menos relevante. «Puede ser hasta mejor salir undécimo que décimo, porque ahorraría un juego de neumáticos. Aquí es igual lo rápido que seas si luego se degradan las gomas en un momento y tienes que entrar a cambiarlas». El español cree que tendrá que entrar «cuatro o cinco veces” aunque intentará hacerlo las menos posibles.