La historia del pequeño Pepe vuelve a recordar el principio básico de cualquier deporte: todos somos iguales y tenemos derecho a las mismas oportunidades. José Villalba Jiménez es un malagueño de 8 años con indicios de autismo desde los 18 meses, aunque desde los cuatro años fue diagnosticado con este trastorno. Sin diferenciaciones ni trato especial, lleva desde octubre de 2018 practicando taekwondo ITF en el Club Invictus Málaga. Es allí donde se encuentra su lugar para «eliminar los momentos de frustración», como cuenta su madre Ana Belén Jiménez. El pabellón donde entrena se ha convertido en su segunda casa y en una válvula de escape en su día a día.

«Nuestro hijo necesitaba una mejor adaptación a la sociedad en la que vive, formación física, integrar en su vida la disciplina para todos sus ámbitos y eliminar los momentos de frustración. Todo eso lo vimos en el taekwondo», cuenta su madre, orgullosa de la integración que existe en cada entrenamiento, en cada competición.

La oportunidad se la dio sin condiciones ni prejuicios el Club Invictus Málaga, y en concreto su particular cantera, la Escuela Kobukson. Comenzó su recorrido en la capital malagueña en octubre del 2018. En esa fecha los padres del pequeño decidieron apuntarlo y desde ahí todo lo que vino fue positivo. En esta escuela de formación de artes marciales se diferencia a los deportistas por edades (de 4 a 14 años), tiempos de formación y niveles, y se distribuyen en varios grupos para una formación más específica. Además, el club también cuenta con otro alumno con deficiencia psíquica. Cualquiera se siente acogido y es uno más del grupo de trabajo.

El taekwondo, que da nombre a las artes marciales coreanas, no tiene un público masivo en el entorno malagueño, pero crece a pasos agigantados, sin abandonar unos valores muy marcados, que sirven como ejemplo para cualquier otro deporte. Todos son iguales en el tatami.

Los familiares de Pepe lo tuvieron claro desde el principio. Desde que supieron todos los beneficios de esta disciplina se decantaron por ella, no sólo por el ejercicio físico, sino porque en las artes marciales podía desarrollar toda su personalidad. Una vía de escape, un lugar de desahogo para su hijo. Allá donde podía soltar la energía que lleva dentro, donde era posible subir su autoestima desde las primeras clases y donde conseguía que la frustración fuese desapareciendo en cada sesión de entrenamiento.

Un deporte, una rutina

El pequeño ya compitió antes en judo, en unos programas especiales del ayuntamiento, pero fue probar el taekwondo y hasta el día de hoy se ha convertido en su más deseada rutina. Y ahora acompañado, pues también su hermano de seis años está en el club. Las artes marciales se han colado de lleno en la casa de la familia Villalba Jiménez.

Ahora, con el estado de alarma, más aún. También entrenan en casa obligados por el coronavirus: «Lo pasa regular al no poder ir a entrenar al pabellón», reconoce su madre. No se queda ahí su rol de jovencísimo deportista, pues también compite… y sin entrar en ningún tipo de cuadro especial por tener autismo. No se distingue de modalidades ni categorías.

«Ni los jueces ni los competidores lo notan, y ya de por sí es una disciplina que no distingue este tipo de diferenciaciones por ciertas patologías, y es un federado más», apunta Ana Belén.

El autismo es un trastorno que se nota sobre todo en la conducta y las relaciones sociales, no haciéndolo de forma típica. «No es una enfermedad y, por esto, no tiene cura, simplemente podemos ayudarle, con terapias y especialistas, a que se adapte al mundo en el que vive, y que los ambientes que le rodean se adapten a él. Y para ello, al menos en el caso de mi hijo, el Taekwondo ITF y las escuelas Kobukson e Invictus han sido fundamentales», relata ilusionada su madre, que encontró en este deporte una oportunidad para la felicidad de su hijo y la tranquilidad de su familia.

La inclusión del Invictus Málaga, con el Taekwondo ITF (Federación Internacional de Taekwondo, por sus siglas en inglés) como mejor terapia para casos de autismo, deficiencias psíquicas o cualquier otro trastorno o enfermedad mental, es un beneficio para las vidas de niños como Pepe. Patadas voladoras, puños al aire, saltos, bloqueos y mucha concentración, un combate de acrobacias donde cabe cualquiera. Porque el deporte es de todos y para todos.