Pisamos tierra firme y seca con un calzado que llega hasta los tobillos. Hay que ir preparados, aunque sabemos que no hace tanta falta. Pero es lógico. Hemos dejado atrás el asfalto y la irregular arena de la playa para emprender el camino hacia el otoño y siempre hace especial ilusión, no sé por qué, ir pertrechados cual explorador. Estamos en el campo. Concretamente sobre unos viñedos que rezuman historias que serán contadas en bucle cuando sus frutos estén fermentados, embotellados y bien servidos en una copa. Es un buen inspirador de anécdotas. De pronto respiras ese aire penetrante y singular de una bodega. Es un verdadero placer para cada vez más malagueños y turistas que esperan poder recuperar los añorados momentos de paz vividos durante los meses de verano. Un año es mucho tiempo. Demasiado para el cuerpo y la mente. Por eso, cuando llega el otoño las vides de nuestra provincia tienen un goteo incesante de visitantes ávidos por atesorar nuevos momentos de relax degustando nuestros tintos, blancos, dulces y rosados. Y, de paso, comprender lo que bebemos. Es la única manera.

Lo que fue hace largo tiempo un sector reducido a la moscatel y la pasa se ha convertido en un referente vitivinícola de experiencias únicas a través del enoturismo. Una forma de comprender el origen del producto y también una experiencia sensorial adaptada a cualquier bolsillo y edad. Si bien es cierto que la mayoría de las bodegas malagueñas pueden ser visitadas, los bodegueros han logrado crear una carta de servicios especiales que van más allá de las tapas maridadas con sus caldos. Visitas nocturnas a los viñedos, talleres de fermentados de frutas, cursos de podas, talleres para producir todo el año tu propio vino, visitas guiadas por Antequera y El Torcal o dormir en la propia bodega son ya algunas de las alternativas que se ofrecen para estos meses. El enoturismo de Málaga ha madurado con las mejores uvas, con tiempo.

Susana está en plena vendimia, como casi toda la provincia,y a la par prepara las experiencias más excepcionales para sus clientes en esta nueva temporada. Ella es gerente de una bodega con mucha historia: La Capuchina, en Mollina. Tener una finca centenaria parece que ya no es suficiente. Las raíces del cortijo como explotación agrícola se encuentran en los vestigios del periodo romano. Ya en la época moderna, en la memoria de la casa quedó impresa la influencia de la orden religiosa de los Capuchinos. Pese a todo, para esta bodeguera cada arranque de temporada es un pensar y pensar en nuevas formas de sorprender a los grupos que buscan experiencias vitivinícolas diferentes. «Ofrecemos desde la vista básica de 2 horas por los viñedos y la bodega junto a la cata de tres vinos con queso y embutidos a 20 euros por persona hasta visitas exclusivas con una cena tipo picnic en los viñedos a la luz de las velas», comenta Susana García. Ella personaliza mucho cada expedición. «Los menús son a medida para cada ocasión. Hacemos barbacoas, picnics de días y de noche, cocina local, vegana, etc.», explica. Los precios rondan de los 45 a los 55 euros. También han comenzado a realizar diferentes tipos de talleres. Los de ensamblajes están teniendo mucha aceptación. «Tomamos cinco variedades de uvas como petit verdot, merlot, cabernet souviron, cabernet franc y syrah y dependiendo de la época del año los participantes hacen unas mezclas elaborando su propio vino. Incluso a veces lo hacemos por grupos y compiten por ver quién ha afinado más en la composición», relata.

Otra iniciativa que ha puesto en marcha es el taller de poda de invierno y de todo el año. En el primero el visitante puede realizar la poda que toca en esa época y la otra actividad es de larga duración. Se trata de un grupo de entre 10 y 20 integrantes en los que se implican todo el año en las labores del viñedo. Elaboran su propio vino desde el inicio hasta el diseño de las etiquetas. «Es muy gratificante para ellos porque además entienden el valor del vino que hacemos», asegura Susana.

Pasear por El Torcal o conocer los más bellos rincones de la ciudad de monumental de Antequera es uno de los atractivos de la Bodega Gross. Su cercanía a esta localidad les permite unir la pasión por el vino con el amor a la cultura y los paisajes naturales. Javier Gross, enólogo, sabe que el público extranjero demanda un pack completo. De ahí la importancia de su ruta. «Con tres días de antelación pueden contratar cualquier ruta con un mínimo de dos personas y elegir entre ver la bodega y viñedos y Antequera o la excursión por el Torcal. El precio es de 55 euros, traslado incluido», argumenta. En total son más de 6 horas, de las que la mitad se pasa en tierra de vinos. La familia Gross también está trabajando sobre un proyecto en el que involucrar al visitante en algo más allá que una simple visita. La idea es poner en valor uno de sus puntos fuertes, la ecología. No sólo tienen en ecológico los viñedos, sino también la bodega, es decir el proceso de fermentación al no añadir levaduras comerciales ni químicos.

Algo similar pasa al otro extremo de la provincia, en Ronda. Mariola apuesta por el terreno. Su terruño es muy especial. Está en las faldas del Tajo, lo que lo convierte en un entorno privilegiado con una perspectiva única del desfiladero. Perezoso el buque insignia de la Bodega González Beltrán es el protagonista en todas las visitas que realizan. La gerente, Mariola López Beltrán, te atiende personalmente. Sólo quiere eventos íntimos, no más de diez personas para que puedas sentir su cultivo cien por cien natural. «Nosotros apostamos por la viticultura, no tanto por la bodega en sí, por ello nos gusta que las vides sea lo más destacado de la visita. El 90 por ciento de nuestro input es el campo», aclara. Realizan picnic y actividades con niños. Esto último es poco habitual. De hecho, tienen un hotel de insectos y apuestan por las actividades lúdicas para que los menores entiendan el proceso de la viticultura ecológica y los criterios biodinámicos. La visita básica es de 20 euros por persona.

Otra bodega rondeña que apuesta por las raíces y la esencia más añeja de la elaboración del vino es La Melonera. Ellos respetan la viticultura hasta tal punto que el proyecto está inspirado en el rescate de cepas históricas y casi extintas en la zona. Tras un rastreo y recuperación se devolvieron a Ronda las variedades autóctonas que se perdieron en el siglo XIX por una plaga de filoxera. Se adaptan a la medida de cada grupo, pero tienen unos paquetes básicos de los que parten. La cata de tapas es para un mínimo de cuatro personas y cuesta 25 euros. Incluye la visita a la bodega, viñedos y a la sala de barricas. Ya a partir de seis personas hay dos opciones que además de las visitas anteriormente indicadas se realiza una comida elaborada por un chef en exclusiva para el grupo, cuyo precio es de 49 euros y la opción de maridaje con los exclusivos vinos de la colección M.H.V (Mankind Heritage Vines). Se trata de una única y limitada colección de vinos, elaborados a partir de variedades autóctonas, algunas de ellas prácticamente extinguidas que sólo ellos han logrado rescatar.

Cuando decidieron fermentar frutas hace cinco años no imaginaron el éxito que tendrían. Bodegas Lascas está ubicada en Cártama y decidieron aprovechar la abundancia de limones y mandarinas de su finca en el Valle del Guadalhorce para hacer, además de sus vinos, otras bebidas fermentadas que ellos llaman 'vino de frutas'. Son los únicos que lo realizan y comercializan. «Las hacemos de limón, fresas, mandarinas y granada y también estamos con pruebas con el mango y la cereza», resalta Juan Párraga, el gerente. Es por ello que hacer talleres con esta elaboración es una de las actividades que comenzará a desarrollar la bodega para finales de año. Dichos talleres podrán tener una duración más corta si se hace el fermentado de limón o de seguimiento todo el año si atendemos a otras variedades de frutas. «Los comercializamos como 'dulcemente' y ha calado en el público al ser suave, perfecto para aperitivos o postres y también para introducirlos en un combinado», relata. De ahí la idea de hacer una actividad que complemente la tradicional visita guiada a su bodega. Ellos sí admiten grupos grandes y sus tarifas van desde los 8,90 euros para catas de cuatro vinos con un aperitivo; a 25 euros para la visita con una degustación de seis vinos y embutidos o a partir de 36 euros con platos más elaborados o menús a medida.

Y, ¿qué pasa si se diseña una bodega y toda su producción en base a los preceptos del feng shui? Pues que influye positivamente en el resultado de la elaboración del vino, según afirma su gerente. «No me cabe duda», asevera Enrique Ruiz, propietario de la Bodega Real Fábrica de Hojalata. Él atesora una de las bodegas más carismáticas y singulares de la provincia. La Antigua Fábrica de Hojalata de San Miguel fundada en 1725 fue la primera de estas características en España y se hizo en el corazón del valle del Genal, en Júzcar. Incluso se creó un poblado de trabajadores a su alrededor que aún se preserva. Luego cayó en desuso. Y hace dos décadas Enrique la convirtió en bodega.

Su encanto reside en su antigua iglesia y en sus instalaciones centenarias cuidadas y restauradas hasta el mínimo detalles. Este empresario catalán no se dejó nada atrás. Al fin y al cabo, se trata de un Monumento Histórico Industrial y Bien de Interés Cultural. Durante la rehabilitación del inmueble se dio cuenta de que el paraje es tan idílico que pensó que había que ofrecer al visitante alojamiento. Así creó su Wine Bed & Breakfast con ocho peculiares estancias. Por entre 100 y 175 euros por persona se puede visitar la bodega, probar el vino en proceso y el terminado, cenar, dormir y desayunar. También se puede realizar sólo la visita desde 20 euros. Las opciones gastronómicas van desde el producto más local a un menú peruano, asiático o mozárabe.