Isabel Romero acaba de publicar Contornos de sombras en Azimut. Su poética sigue anclada en una melancolía que aquí se despliega con voluntad de conocimiento pero que, sin embargo, ahonda en la imagen surreal, en la metáfora onírica, mucho más que en poemarios previos.

La voz poética se enfrenta con su pasado, sin contemplaciones. Se inicia con unas Acuarelas de haikús, ocho por cada estación meteorológica bajo una insistencia de lluvia, que se inauguran en un otoño desde que el que ya se nos anuncia el tercer apartado de poemas: «Haz de nieblas/en nubes descosidas:/ días inéditos».

Desde el invierno nos anticipan la segunda parte: «Luces talladas,/ comienza el invierno:/retales de lluvia». En este apartado, «Lienzos de lluvia», el lector descubre 12 capítulos en prosa lírica donde, incido, los párrafos oníricos son tan recurrentes como magistrales en su construcción.

Encontramos un otoño regulador de toda la memoria como vértice desde el que parte esa necesidad de recuperar el pasado: Septiembre: «La memoria fue piedra, ceniza, fue historia, pero el verano de aquellas sombras, los harapos de las siestas, sería testigo de aquel columpio atado a la niebla obstinada que rompía el vuelo común de sus pasos...».

En la tercera parte del poemario, el tono surreal reina en esos días que trazan los pasos de una escalera que concluye en un sábado cuando la voz lírica arriba a un sur que nos remite a las referencias vitales de su autora quien, diosa de su mundo, transferible mediante la palabra, ha evitado el día del domingo, descanso del creador. Las imágenes emocionan y conducen al lector de la mano de un discurso lírico que atrapa e, incluso, lo sitúa ante espejos en los que, tal vez, pueda hallar su niñez y sus sombras contorneadas por esta prosa poética entre la que se desnuda la voz de Isabel Romero.