Una buena hora para la lectura no necesita mucho, la vida para transcurrir, para sucederse, dice Alejandro Simón Partal en un poema en el que afronta el encarecimiento paulatino de lo hermoso, el esfuerzo que supone entender que seguimos en un mundo que fue creado para el bien. Estupendos estos versos de 'Una buena hora' para encolumnar una lista de lecturas para regalar en estas fechas en las que los libros deberían acercarnos, elevarnos sobre lo sucio de lo cotidiano y aprender, como enseña Simón Partal, en este poemario a no cerrar a nada los ojos. Igual que hace este poeta que lee la ciudad y sus personajes: el chico en paro, el que recorre el paseo en skate, el que se abandona a la poesía y el que sueña con una isla en la que nadie apriete los puños. Un deseo al que añadirle el que cada uno se piense como una autobiografía del yo, retándose a hacerse relato en la voz de otro y un amigo entre poetas, como hace con excelente literatura Carlos Pardo en 'Lejos de Kakania' publicado por Periférica. Su último libro para hablar consigo mismo y convertir las intimidades y los desencuentros, las rivalidades y las máscaras intelectuales, en una materia de literatura a la que sacarle punta, analizarle las sombras y el humor desde una catarsis que nos habla de la identidad y sus rebeldías, de lo grotesco a veces del yo, de la metaficción y de la vida que existe dentro de la poesía contemporánea como argumento confesional y a la vez carnaval. Ese yo nos recorre a todos y a los poetas les regala una voz para convocarse bajo la luz que favorece los recuerdos, tan presente en la delicadeza poétrica del libro 'Pequeña biografía de la luz' de Alejandro Pedregosa, en Esdrújula ediciones, donde el niño lector recuerda al abuelo que murió de la humedad del mar, los saltos de los ángeles de septiembre como abrazos de despedida entre las olas, el otoño de un árbol frente al que el poeta evoca las pérdidas, el final de la ciudad, y el pelo rubio de Carolina cuando el amor. No es raro que su ternura y su aroma a membrillo de la memoria nos recuerde en su lectura Las bicicletas son para el verano de Fernando Fernán Gómez, cuyo magnífico 'Teatro' reúne Galaxia Gutenberg proponiéndonos un venidero año con fabulosos personajes y necesarias enseñanzas que volver a poner en pie con Ojos del bosque, Amor por metros cuadrados, Quijotes de toda índole moral y un Soldado de La edad dorada entre otros textos de este magistral dramaturgo para quien no tuvo secretos de interpretación el lenguaje ni la escritura que convirtió en su mano en una actriz elegante y esplendorosa.

Siempre hay huellas de otros en nosotros. Y la de Fernán Gómez bien podríamos adivinarla en el sesgo filosófico, pesimista en ocasiones y culto siempre de Rafael Ballesteros el poeta de lo político como ética de lo vivido y del dolor, de la aventura existencial como lucha, viento, interrogación y lenguaje calibrado con los límites de lo real, que el lector encuentra en la poesía inédita que ha dejado de serlo en 'Jardín de poco', de Ecoediciones, alrededor de los amigos, de la muerte, el amor, del tiempo, de las dudas, de la religión a través de la sátira y siempre entre el tono estoico y lo lúdico que pacta el poeta con su lenguaje que nunca se cierra a la bruma, al vacío ni a luz tampoco. Igualmente tiene algo de ensayo 'Europa Automatiek' de Cristina Crusat, reciente Premio Tigre Juan por Sujeto Elíptico, y su relato por un presente sin futuro, nada imaginario, por el que lector viaja, siempre en sus libros lo hace, a través de una Europa escindida en sus contradicciones y los viejos puentes entre las generaciones de las guerras y las que buscan salir a flote entre el mestizaje del amor, lo poético como salvoconducto..

tocala otra vez, sam recuerda Andrés Amorós, desde las páginas de Fórcola, para ponerle música de cine a las escenas de coraje, soledad, combate y ensoñación, y abrochar la lista de libros para regalar en estos días bajo el invierno y la lluvia con una promesa de cultura y felicidad