Crónica

Saer traza la delgada línea entre locura y cordura

Rayo Verde publica ‘Las nubes’, un soberbio relato de Juan José Saer sobre el viaje de cinco locos y su médico a través de la Pampa argentina que le sirve para trazar los límites ambiguos entre la cordura y la locura y reafirmar su genialidad

Juan José Saer

Juan José Saer / Rayo Verde

‘Las Nubes’ es la crónica pormenorizada del viaje de un pequeño manicomio ambulante, dirigido por el doctor Real, «especialista de las enfermedades que desquician no el cuerpo sino el alma», desde Santa Fe a Buenos Aires, a través de esa llanura tan infinita y monótona y desolada que es el desierto pampero. Un viaje realizado en 1804, en pleno virreinato, y cuyas escasas cien leguas fueron multiplicadas «por los obstáculos, previsibles o inesperados, que demoraban nuestro avance, por los fenómenos naturales que desordenaban nuestros planes, y por ciertos episodios poco comunes que nos condujeron mas de una vez al borde del desastre» y que llevaron a que un viaje previsto para quince días se multiplicase por tres.

Enfermos, indios, mujeres de mala vida, gauchos, soldados y hasta animales domésticos y de los otros, debieron convivir durante muchos días en el desierto que, si ya por definición es hostil, vio su hostilidad acrecentada por una acumulación imprevista de calamidades.

Los enfermos que debían trasladar eran personas perturbadas en la intimidad de su ser por los estragos de la demencia.

Este manicomio ambulante lo componían ocho carromatos. En uno de ellos viajaban tres mujeres que se presentaron como las esposas de tres soldados a los que acompañaban siempre en sus desplazamientos, pero que resultaron ser tres rameras, y que los tres soldados que se hacían pasar por sus maridos eran tres vulgares proxenetas. La caravana tenía una escolta compuesta de dieciséis soldados, mas el sargento Lucero que los mandaba y el indio Siriri, un mocobí manso y muy religioso.

El viaje es consecuencia y tiene sus antecedentes en los años anteriores, en París cuando el doctor Real descubrió una moderna ciencia psiquiátrica y al doctor Weiss. Ya en Argentina el doctor Weiss abre la Casa de Salud, en un lugar llamado Las tres acacias; una moderna casa de reposo donde se trataban, con los últimos adelantos de la ciencia, «la frenitis, la manía, la melancolía y otras dolencias del alma más o menos conocidas». Fue el doctor Weiss el que le encomendó a su pupilo, el doctor Real, encargarse de la expedición para trasladar a los cinco locos hasta Las tres acacias. Con un lenguaje poderoso, lleno de ironía y de luminosas reflexiones, Saer, por boca del doctor Real, se deleita en la descripción pormenorizada de sus cinco pacientes. El joven Prudencio Parra, resguardado en su silencio y su inmovilidad, que guarda en su puño izquierdo un terrible secreto que sólo él conoce. Sor Teresita, que aparentemente había caído en la demencia después de haber sido violentada repetidamente por el jardinero del convento, pero que resultó ser una ninfómana libertina que, en su locura, decía actuar así por mandato divino. El señor Troncoso, que delataba los síntomas inequívocos de la manía, que disimulaba su locura con un aire de superioridad que ejercía sobre los que le rodeaban. Y los hermanos Verde; Juan Verde cuya única conversación era la frase, «Mañana, tarde y noche», que repetía constantemente y solo cambiaba por muchas horas de silencio y su hermano Verdecito, atrapado en un galimatías de onomatopeyas con las que imitaba todos los sonidos que oía.

La crónica detallada del viaje de un pequeño manicomio ambulante por el desierto argentino

Sin duda, los locos como el señor Troncoso o sor Teresita, son lunáticos a los que Saer les da un tinte carismático y destacan por encima de los otros tres. Troncoso, retratado como un pequeño caudillo y la monjita, dedicada a tener comercio carnal con todos los hombres del campamento.

También el largo y tortuoso viaje le permite a Saer recrearse en una de sus cualidades cual es la descripción del paisaje, con metafóricas descripciones que observan el paisaje monótono de la Pampa, las variaciones de la luz, los reflejos, los movimientos...

Pero su intención y su mensaje de trasfondo en Las nubes, presente en muchas páginas de la novela, es la de hacernos reflexionar sobre los locos que habitan entre nosotros sin distinguirlos y cómo a lo largo de la historia algunos han llegado a gobernar países y naciones, y que si todos creemos tener razón, los locos, en su enajenación, también.

Por eso, en ‘Las nubes’, Saer no pone la lupa sobre lo histórico, aunque esto esté de trasfondo, sino en el ser humano, en los vínculos que tienen al doctor Real como relator de esta aventura, con sus cincos pacientes.

«Con mis cinco enfermos, me sentía como esos juglares de los circos que, haciendo girar sobre su borde, en una mesa, cinco platos a la vez, tienen que correr todo el tiempo de uno al otro para que sigan girando todos en posición vertical y a velocidad constante, y no caiga ni se rompa ninguno», explica el doctor Real.

El título de la novela se refiere a la llamada tormenta de Santa Rosa que amenaza a la caravana en todo su periplo y que, finalmente, en las últimas páginas de la novela se abate sobre ellos con un fuego devorador del que se salvan al refugiarse en una laguna. Con la llegada, Saer rememora la cuarta égloga de Las bucólicas, de Virgilio, como un canto de gozo y del futuro próspero que puede intuirse tras el fin del viaje.

  • 'Las nubes' - Juan José Saer
  • Editorial: Rayo Verde
  • Precio: 17,90€