La Malagueta vivía este viernes una tarde de despedidas y reencuentros. Por distintos motivos, los espadas que hacían el paseíllo vivían unas circunstancias especiales antes de afrontar este compromiso, uno de los marcados en rojo en este agosto taurino que estamos viviendo.

Para el que era más emotiva la tarde, sin duda, era para Manuel Jesús 'El Cid', matador de toros que ha anunciado que al final de esta temporada pondrá fin a su carrera profesional. Se enfrentaba por última vez a un coso que en sus inicios fue talismán, desde que en 2000, recién alternativado y siendo un auténtico desconocido, aprovechaba la oportunidad que Martín Lorca le daba ante una corrida de Guardiola.

Quiso el destino que, nuevamente con el empresario y ganadero fuengiroleño al frente de la plaza, el de Salteras volviera a estar anunciado en Málaga. Y puso todo de su parte por corresponder a una afición que tanto le dio cuando más lo necesitaba. Desde el inicio capotero al primero de su lote, estirándose a la verónica, con alguna muy abrochada y un bonito remate con la media. Luego, tras brindar al tendido se lo dejó venir de lejos, mostrándole la muleta planchada para tirar de él. La pena es que de entrada no le seguía el engaño y perdía las manos. La flojedad fue uno de los grandes defectos de una corrida de Lagunajanda que no cumplió en términos generales. Sí que se podría salvar a este segundo, con más calidad que sus hermanos, pero falto de la emoción necesaria para enardecer a los espectadores. El Cid supo marcarle los premios para tirar de él por momentos con temple y majestad en los pases de pecho. Muy torero, insistió con la afición de aquel principiante hasta llegar a prolongar más de lo debido.

En el último que le quedaba para despedirse de Málaga con buen sabor de boca, le correspondió un remiendo de la ganadería de El Ventorrillo que no subió el nivel de la tarde desde que salió por los chiqueros. No le gustó (como era lógico), pero cuando todo parecía que se iba a acabar con más pena que gloria, se vio que el animal metía la cara con genio y cierta boyantía. Requería apostar firmemente por él, y dio la sensación de hacerlo a medias. Vimos una vez más su poderosa muleta, en una faena basada en el pitón derecho con instantes de profundidad, y poco ajuste. Se tiró a matar con determinación, queriendo romper la maldición de su Tizona, y la estocada, aunque se hundió en lo alto del morrillo, quedaba muy tendida y le obligaba a descabellar en dos ocasiones. A modo de adiós, daba una cariñosa vuelta al ruedo como premio a toda una trayectoria en La Malagueta.

Regresos a Málaga

Joaquín Galdós, por su parte, no toreaba en la plaza donde dio sus primeros pasos desde 2016. Desde su alternativa ese año, únicamente se había anunciado en una ocasión en nuestra capital el antiguo alumno de la Escuela Taurina de la Diputación Provincial; institución con la que mantiene el contacto y para cuyos alumnos es todo un referente. El que fuera discípulo aventajado de Fernando Cámara se las veía en primer lugar con un toro tremendamente serio de pitones y muy agresivo en su comportamiento de salida. En los primeros tercios sólo lució su subalterno Antonio Chacón, uno de los que junto a Curro Robles y Lipi tuvo que saludar en un festejo especialmente inspirado para los hombres de plata. Al llegar a la muleta, el morlaco parecía desplazarse, pero el diestro nunca quiso quebrantarle y optó por mantener la muleta siempre muy alta. Con estas, se sucedieron las tandas sin querer apretarle nunca por temor a que se rajara a las primeras de cambio, pero el resultado era claramente insulso. Fue el resultado de un toro sin transmisión al que se le dieron muchos pases pulcros pero sin la trascendencia deseada. Además, la estocada hizo guardia y terminó por enfriar los ánimos.

Con la tarde sin remontar, más allá del componente emotivo del adiós de El Cid, en último lugar salía un 'Pestiño' (el toro se llamaba así, no es una definición aunque podría). No tenía ni un pase, como se apreció para desesperación del peruano y de todos los amigos y partidarios que mantiene en Málaga. Todavía está en los inicios de su carrera y tiempo habrá de lograr el triunfo ansiado.

En el caso de Curro Díaz, que abría el cartel, se producía un reencuentro tras demasiados años. Un torero de su clase encaja perfectamente en los gustos de la afición malagueña, y nueve temporadas de ausencia se antojaban demasiados. Siempre sonó su nombre, pero nunca con la suficiente fuerza para que encontrara su espacio. Tuvo que ser ahora cuando se acautelaba con la de Lagunajanda, seria corrida de cara, ante cuyo primer toro tuvo una labor entonada. Tras el recibo capotero, brindaba la faena a Fortes, matador malagueño obligado este año por lesión a ver la feria desde el otro lado de la barrera. Tras un torerísimo inicio con trincherillas, optó por permanecer en el tercio donde el animal tendía a protestar. Cada vez que le tocaba los engaños, el astado lanzaba un cabezazo que se corregía cuando le coge el aire en una buena tanda en redondo. Lamentablemente, no pudieron ser siempre igual de limpios los muletazos, por lo que el trasteo resultaba con altibajos. Todo por el pitón derecho ya que por el izquierdo no se tragaba ni uno, tuvo tiempo de dejar algún lance de sabor añejo como un cambio de manos precioso.

Tras haber dejado un buen sabor de boca, en el cuarto volvía a estar estético con el capote. El animal se había mostrado violento en los primeros tercios, poniendo en serias dificultades a su cuadrilla. Pese a todo, se fue a los medios a brindar al respetable y le puso el engaño para intentar sacar lucimiento de donde parecía imposible. Por instantes pareció que lo iba a conseguir, pero se terminaba por imponer la mala condición del toro, muy rebrincado y hasta con peligro. Se justificó sobradamente, prolongándose entre las puntas sin lograr rédito en una tarde en la que se mostró honesto y voluntarioso pero no conseguía el triunfo deseado.