Su voz es clara, tremendamente vital y sus afirmaciones derrochan la sabiduría que le dan los años y una carrera literaria con un curriculum tan extenso y prolífico que sería imposible seleccionar de él una decena de datos. Ahora, a sus 72 años, está de gira como actor de la obra, adaptada por él mismo, ´Mil noches y una´, donde comparte cartel con Aitana Sánchez-Gijón y aunque su presencia teatral es indudablemente una excusa perfecta para hablar con él, conversar con Mario Vargas Llosa sobre diversas cuestiones de la vida es siempre un ejercicio muy recomendable.

-Usted es un eterno creador de personajes, pero en el teatro se adentra en ellos, ¿cómo se vive en sus pieles?

-Es muy fascinante la experiencia. Siempre he dicho que después de haberme pasado la vida inventando personajes de ficción es una experiencia extraordinaria convertirse en uno de ellos. Es vivir la ficción, no solamente escribirla, inventarla: consiste en una transmutación, se pierde la personalidad y se adquiere una ajena por un periodo determinado en el que se vive otra vida, otro tiempo, otra realidad...

-¿Y por qué eligió las ´Mil y una noches´, de entre los muchos escritos que podría haber llevado al teatro?

-Porque es el mejor homenaje a lo que significa el cuento, la ficción en la vida de los seres humanos. Usted conoce la estructura básica de la historia: un rey, Sahrigar, profundamente dolido porque ha descubierto que su esposa y sus concubinas lo engañaban, decide vengarse contra la mujer en general y se casa cada día con una virgen y a la mañana siguiente la manda matar, hasta que aparece esta Sherezade que durante mil y una noches le tiene hechizado contándole cuentos; al final de esos casi tres años, él ha cambiado de manera de ser, se ha arrepentido de sus crímenes, se ha enamorado de Sherezade, se ha civilizado, se ha vuelto un hombre racional y sensato, y todo eso por los cuentos que ha venido escuchando y que han transformado profundamente su personalidad. Es una parábola muy sencilla que sirve para mostrar esa función civilizadora que tiene la ficción, el cuento, la literatura en la vida de los seres humanos.

-¿Hay muchos personajes de la sociedad actual a los que usted les mandaría a Sherezade para que le contara cuentos y les civilizara?

-Es una muy buena pregunta. No faltan personajes que necesitarían ser humanizados y civilizados como el rey Sahrigar, desde luego.

-Pero dígame un par de nombres...

-Yo creo que una lista no sería lo bastante grande para la cantidad de déspotas que hay, los machistas, los racistas, los fanáticos, los intolerantes. Deberíamos enviarles a Sherezade para que aprendan que en este mundo caben distintas creencias, distintas ideas, distintas costumbres, distintas lenguas y que todos debemos tratar de aprender a convivir. Creo que una de las grandes cosas que tiene la literatura es que nos muestra esa diversidad y al mismo tiempo nos enseña cómo en el fondo de esa variedad extraordinaria hay una condición humana que es semejante y que debe ser respetada en todas sus manifestaciones.

-Con esta obra también entiendo que elabora un repaso crítico de la sociedad actual, porque, ¿cómo es el mundo que nos ha tocado vivir?

-Por una parte, nunca en la historia hemos avanzado tanto en lo que se refiere a la ciencia, a la tecnología; pero, por otra, tampoco nunca hemos avanzado tanto en la creación de armas de destrucción masiva que podrían hacer desaparecer el planeta. De todas maneras, yo creo que si hacemos un balance con lo positivo y lo negativo, sin ninguna duda hemos progresado muchísimo, por lo menos una buena parte del mundo, en relación con la barbarie de antaño, aunque todavía quedan grandes focos de crueldad, de anacronismo, de intolerancia.

-¿Debemos ser entonces optimistas o pesimistas?

-No creo que se deba caer en el pesimismo total; en el caso de América Latina, por ejemplo, sí hay cosas que andan mal, pero si comparamos la América Latina de nuestros días con la de hace 20 ó 30 años, hay un progreso considerable, hay muchos menos dictadores, hay más gobiernos civiles nacidos de elecciones... De forma que algún progreso hay, por supuesto.

-Me habla usted de la América Latina de hace 30 años, pero usted que ha vivido muy ligado a España, de hecho estudió en Madrid en su juventud, ¿cómo ve la España de ahora?

-España es uno de los casos más alentadores de la Historia Moderna. Yo llegué a España como estudiante cuando era una dictadura, era un país muy aislado, muy atrasado económicamente, con enormes diferencias sociales y, en estas décadas, la transformación ha sido extraordinaria. Hoy, España es un país moderno, es una democracia integrada en Europa, un país descentralizado, donde, digamos, que las instituciones democráticas funcionan, un país con consensos muy grandes a favor de defender el Estado de Derecho, la libertad, la convivencia en la diversidad, y además, el progreso económico, si observa esto desde una perspectiva de hace unos 30 años, es prodigioso, uno de los casos más alentadores.

-¿Nos ve usted tan bien?

-Esto no quiere decir que no haya problemas, por supuesto que los hay, pero si se hacen las sumas y las restas, el progreso ha sido notable, lo que es un gran estímulo para países que están ahora como estaba España hace 30 años. Es posible cambiar, es posible progresar y éste es un buen ejemplo.

-Y en la lengua, en España el catalán y el euskera están queriendo imponerse en algunas zonas por encima del castellano, usted mismo firma el ´Manifiesto por una lengua común´... ¿se están viviendo momentos complicados para el español?

-Mire, el catalán y el vasco son una riqueza de España. Que este país tenga muchas lenguas debe enorgullecer a todos los españoles. Ahora, lo que es una gravísima equivocación y producto del fanatismo es creer que la mejor manera de promover las lenguas regionales es discriminando a la lengua común, que es el español. Eso es una tontería, eso es producto de la intransigencia, de la incultura, y debe ser combatido como lo hemos hecho en ese manifiesto, que no es un manifiesto en contra de las lenguas regionales, ni mucho menos, todo lo contrario.

-Y si hablábamos de la lengua, me gustaría que habláramos también de la lectura, porque la sociedad está viviendo un momento de crisis, pero las editoriales parecen no enterarse de ella, ¿no le afectan los duros momentos actuales a la cultura?

-Es muy interesante eso que usted dice, porque es un fenómeno que se repite en todas partes, cuando hay crisis, cuando hay problemas, generalmente, la cultura tiene un desarrollo. Es como si la gente cuando siente una gran inseguridad en lo histórico, en la vida social, fuese a la cultura en busca de salidas, de ideas, de una seguridad que ha perdido en otros campos.

-¿Es bueno refugiarse en la cultura?

-Sí, la gente hace bien, porque creo que la cultura es un instrumento fundamental para afrontar las crisis de una forma creativa y sensata; por eso no me extraña que la gente se ponga a leer más y que la vida cultural, a diferencia de la vida económica, esté viviendo un momento de gran apogeo en España y en el continente europeo.

-Es verdad entonces eso de que la cultura nos hace más libres...

-La cultura nos hace más sensibles y nos hace mucho más perceptivos de lo que anda mal a nuestro alrededor, desarrolla en nosotros un espíritu crítico y al mismo tiempo la sensibilidad, la imaginación, la fantasía, y todo eso es fundamental para que una sociedad evolucione y prospere. Por eso no hay que creer que la cultura es sólo un entretenimiento, que también lo es, pero fundamentalmente una forma de enfrentarse a los problemas de forma creativa.

-No es cierto entonces que ahora se lea menos.

-No, no, no es verdad que ahora se lea menos. Digamos que lo que se puede argumentar es que la lectura tiene, entre quienes leen, menos importancia que la que tenía en el pasado, cuando la lectura no tenía tantas competencias, como las que plantean hoy día los medios audiovisuales, pero desde el punto de vista estadístico no hay ninguna duda. Ahora bien, lo que sí es cierto es que no siempre se lee bien; se lee mucha basura, mucha subliteratura, se lee mucha mala literatura, eso sí, ése es un problema de educación, de información.

-Hablábamos antes de si la lectura nos hacía más libres, ¿cree que con la liberación de Ingrid Betancourt somos todos un poco más libres?

-Sin ninguna duda, creo que la liberación de Ingrid Betancourt ha desagraviado a todo el mundo de una de las crueldades políticas y sociales más terribles y más dramáticas que ha vivido nuestra época y al mismo tiempo se ha demostrado que el Mal, encarnado en esos narcoterroristas, puede ser derrotado, si se actúa con energía y dentro de la ley. Es algo que puede ser muy estimulante, que por una vez el Bien ha triunfado contra el Mal.

-Empezábamos hablando de los cuentos, de fantasía, y me gustaría terminar igual, ¿cuál es su sueño?

-Hacer lo que me gusta, que es trabajar en lo mío, ésa es mi felicidad; lo que me hace infeliz son los períodos, que son pocos, de incertidumbre entre dos proyectos. Pero una vez que estoy embarcado en un proyecto, como esta obra de teatro y una novela que ya he empezado, siento una gran ilusión de vida, y ésa es la felicidad a la que uno puede aspirar en esta vida.