Todos los días hay baño de aseo", rezaba la propaganda de los Baños de Álvarez o de Las Delicias, que por estos nombres se conocieron unas instalaciones que llegaron y se fueron ´envueltas en agua´, como veremos. En 1842, cuando se levantaron en terrenos de la antigua huerta del convento de San Francisco, las instalaciones enriquecían una escuálida oferta de ´baños de aseos´, en una ciudad cuyas casas carecían por entonces de cuartos de baño y de agua corriente.

Como destaca la máxima experta en la materia, la directora del Archivo Municipal, Mari Pepa Lara, los baños fueron obra del potentado y, durante años, máxima autoridad de Málaga, el militar Antonio María de Álvarez, que se hizo con los antiguos terrenos del convento en 1837 por 70.000 reales. Don Antonio, que fue corregidor, gobernador político y militar de Málaga, además de promotor, tuvo tiempo para meterse a empresario (y constructor) de una plaza de toros y para atender las necesidades de los presidios del norte de África, en su cargo de asentista, según recuerda el historiador Manuel Muñoz.

Los Baños de Álvarez motivaron la apertura de la calle de Torrijos, luego del Marqués de Valdecañas; y la verdad es que Antonio María Álvarez había aprovechado los terrenos porque dos años antes, justo al lado, había inaugurado una plaza de toros.

Según el plano del arquitecto José Trigueros, los baños tenían una bonita entrada, presidida por una artística verja. En los terrenos todavía se encontraba, por la parte que daba a la calle Don Rodrigo, restos del huerto franciscano. El edificio de los baños estaba presidido por un templete con ocho columnas de mármol blanco y en el centro una pequeña fuente. El templete es lo único que en la actualidad todavía se conserva, dentro de un garaje particular. A cada lado del templete, según explica Mari Pepe Lara, se encontraban los cuartos de baño con las tinas de mármol blanco.

Pero además de la oferta de agua dulce, los clientes podían tener acceso a baños sulfuroso-sulfhídricos, sulfuroso-termales, ferruginoso-carbonatados y salino-termales, como en los balnearios de Carratraca, Archena, Lanjarón y Alhama de Granada, respectivamente.

El templete de los Baños de las Delicias sirvieron para otro menester más protocolario en octubre de 1862, con motivo de la visita de Isabel II a Málaga: la Familia Real accedió por este templete a la corrida de toros que se celebró en su honor, cómo no, en la vecina plaza de toros de Álvarez. Por cierto, Isabel II fue la más impuntual ya que se presentó en el sexto toro.

Hacia 1886, se instala una estación central de energía dentro del huerto de los baños, uno de los primeros pasos de la electricidad en Málaga.

El siguiente hito, nada luminoso, fue el de su desaparición por ´causas naturales´: la riada de septiembre de 1907 anegó la huerta, el jardín y los baños. Mari Pepa Lara detalla que a partir de esa fecha, no hay constancia de que los Baños de Álvarez se volvieran a utilizar. Un final muy ´acuático´ para unas instalaciones que quisieron proporcionar descanso e higiene a los malagueños.