El primer ´campo de operaciones´ del artista Miguel García Navas (Málaga, 1936) fue una mesa redonda de mármol, en la que su madre le dejaba explayarse con la tiza. El ratón Mickey lo pintaba como nadie y tenía plena libertad para crear. "Allí dibujaba lo que me daba la gana, hasta que mi madre lo quitaba con un estropajo: ése fue mi comienzo".

Su familia se mudó de la plaza de los Moros a la calle Marquesa de Moya y el pequeño Miguel conoció a su vecino, el pintor Andrés Mowbray. "Ahí empecé a darme cuenta de que quería ser artista, recuerdo que me dejaba verlo pintar y tocar los pinceles y eso me animaba muchísimo", recuerda.

Tras el paso por la Escuela de Bellas Artes, con 9 años, en la plaza de la Constitución, entró en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos, donde aprende la talla con Andrés Cabello, que luego le seguirá guiando, de forma particular, hasta los 21 años.

En esos pasos artísticos, su padre y sobre todo su hermano le ayudaron mucho y hasta un tío exhibió en la Academia de San Fernando en Madrid un busto que le había hecho el sobrino.

El servicio militar, con 21 años, lo hace en aviación, y pasa en general "una buena mili", efectuando trabajos artísticos para un teniente y un teniente coronel. Pero su vida dio un vuelco ´artístico´ con 28 años: "Yo tenía un amigo que era conservador de la Alcazaba y quería yo buscarme un trabajo parecido, cuando me enteré de que el campanero, mi compadre Francisco Gálvez, se iba de la torre". Miguel solicitó el puesto, el Cabildo le dio el visto bueno y ocupó como vivienda y taller lo que hoy son las dependencias del archivo de la Catedral, en la propia torre. "Allí viví con mi mujer (me caso en el 68) y nacieron mis dos hijos", recuerda. Nunca olvidará su primer día, cuando pasó por la plaza del Obispo don Ángel Herrera Oria. El nuevo campanero rezó para que subiera alguien a ayudarle con los repiques y aparecieron varios soldados que cumplieron su deseo. Miguel cree que fue un milagro.

De paso, además de campanero se convirtió en conservador de la Catedral, un trabajo idóneo para él que le permitió acrecentar y mejorar el patrimonio del Templo Mayor, realizando trabajos en los retablos de la Virgen del Pilar, la Virgen de los Reyes, haciendo el de la Virgen de Belén y restaurando, durante tres años, el fastuoso coro de la Catedral. De esa época guarda varias fotos con Eugenio Chicano, amigo de la infancia.

Tras 18 años en la Catedral, se muda a la zona de Fuente Olletas, una preciosa casa donde lleva 30 años y se potencia su carrera de escultor. En la torre de la Catedral llegó a hacer la estatua del Niño de las Moras, hoy en la plaza que lleva su nombre en El Palo. Explica Miguel García Navas, que suele firmar sus obras como ´Garciana´, que quizás su faceta de socio fundador de la Peña Juan Breva le ha llevado a realizar muchas obras relacionadas con el flamenco, cerca de la veintena. Hace unos años concluyó el monumento al cante por malagueñas en Álora. De hecho, una de sus obras más conocidas es la estatua del fiestero en el Parque, inaugurada en tiempos de Celia Villalobos, un verdialero lleno de fuerza y energía. Ahora prepara un fiestero con violín para Villanueva de la Concepción y la Diputación le ha encargado 100 fiesteros a escala como regalo institucional.

También son numerosas sus obras religiosas. Durante 10 años trabajó para las Hermanas de la Caridad y ha realizado imágenes de la Virgen de la Caridad que se encuentran por toda Iberoamérica. Miguel García Navas sigue trabajando, es un purista que lamenta que algún colega se traiga figuras "hechas de otro sitio" y las rehaga. Él prefiere siempre lo bien hecho.