Calificar a Enrique Bolín de «inventor» de Benalmádena no es ninguna exageración. Tras 24 años en total al frente de este antiguo pueblo, hoy ciudad, las señas más importantes del municipio han surgido bajo su mandato. Desde el Tívoli World de los 70 al puerto deportivo, sin olvidar el teleférico, la Semana de Cine de Autor o la Niña de Benalmádena. Pero también, en los años 60, siendo un veinteañero, consiguió la «liberación» de la mitad del término municipal, propiedad de una de las mayores fortunas de la provincia.

La editorial Sepha acaba de publicar Retazos inéditos, las memorias de Enrique Bolín Pérez-Argemí, que no se limitan a contar su experiencia política sino también a narrar la historia de su familia, muy entroncada con la historia de Málaga y, sobretodo, con la de la Costa del Sol.

«Uno de los motivos para escribir el libro eran los antecedentes familiares, que se desconocían y que si no se hacía algo se perdían conmigo», explica a La Opinión. Así, cuenta que el primer Bolín que llega a Málaga es Juan Luis Bolín, un comerciante sueco, hijo de Nils Nilson Bolín que realizó cinco viajes a China. El hijo de este navegante se convirtió en cónsul de Noruega y Suecia en Málaga.

Además, narra la saga de antepasados de esta familia, joyeros de los zares de Rusia. Sobrino de Luis Bolín, el hombre que participó en la operación del Dragón Rapide que trajo a Franco a la península para iniciar la Guerra Civil, pocos conocen que una tía del ex alcalde de Benalmádena, Constancia de la Mora, fue la jefa de propaganda del bando republicano.

Tampoco se olvida del hotel La Roca, abierto en 1941 en Torremolinos por sus padres, Enrique y Concha, y que marca los tempranos inicios de la Costa del Sol.

El libro comienza narrando la noche del 27 de mayo de 2007, cuando Enrique Bolín pierde las elecciones y dice adiós a 12 años consecutivos al frente del Ayuntamiento de Benalmádena. En el libro concluye de esa amarga noche que «quizá no supimos escuchar en el momento oportuno». «Al no salir como alcalde creía que era el momento de escribir este libro», añade a La Opinión.

Lo que no le falta a Enrique Bolín es vocación política, que se manifiesta ya en 1963, con 23 años, cuando intenta ser concejal del Ayuntamiento de Málaga. Tres años más tarde será nombrado alcalde de Benalmádena, mientras reconoce al periódico que, por aquel entonces, no había subido nunca al pueblo, y lo hizo por primera vez en moto en esos días.

Benalmádena, con 1.200 habitantes y un presupuesto municipal que no llegaba a los 4 millones de pesetas, empieza a convertirse en una atracción turística y en 1969 recibe el primer premio de embellecimiento de los pueblos de Málaga.

También destaca su lucha por conseguir la Semana de Cine de Autor, organizada por el desaparecido Luis Mamerto López Tapia, un «atrevido» certamen que tuvo que bregar con las autoridades franquistas, sobre todo después de que Ricardo Franco, al recoger uno de los premios, saludara al público puño en alto y gritara «Viva la República». Lo increíble fue que el festival pudiera proyectar, en pleno Franquismo, películas tan alejadas de los gustos de los censores como El imperio de los sentidos.

Y encima en versión íntegra.

El libro también hace un pintoresco recorrido por anécdotas y viajes oficiales. Es el caso de una delegación municipal, invitada por un jeque kuwaití a visitar su país, en agradecimiento por la acogida a sus paisanos en la Costa del Sol durante la primera Guerra del Golfo. Resulta que a un concejal popular le perdieron la maleta en el avión, así que para lavar la afrenta, los jeques kuwaitíes le llevaron a un centro comercial, donde le equiparon con ropa y zapatos de las primeras firmas. «Más de uno hubiese deseado que le perdiesen el equipaje», asegura.

Otro momento digno de una película fue la llegada de un concejal del PCE, Manolo Estepa, que se trajo de Lérida un camión-barredora pintado con los colores de la bandera andaluza. Subido al camión verdiblanco hizo su gloriosa entrada en Benalmádena puño en alto.

Muchos recuerdos en un libro repleto de historias sobre este «inventor» de la moderna Benalmádena que dice sentirse «satisfecho» por todos los proyectos realizados bajo su largo mandato como alcalde.