«A ver Loli. El mozo perezoso...», dice Manolo. «Por no dar un paso da ocho» replica la interpelada. ¿Y qué significa eso?», continúa el psicólogo. «Pues que por ser tan perezoso, al final, lo hace mal y tiene que acabar haciendo más trabajo», explica Loli.

«Ahora tú, Pepa. Peral que no tiene peras...». «Poca visita espera», responde. «Juan. El pescado y los parientes...». «A los tres días huelen». Manolo González Luque es psicólogo y es uno de los monitores que imparten los talleres de memoria que cada año organiza el Área de Bienestar Social del Ayuntamiento de Málaga y de los que se benefician cientos de personas mayores de 55 años.

El grupo de Loli, Pepa y Juan está formado concretamente por catorce personas que presentan fallos de memoria cotidianos, pero ninguna enfermedad como demencia senil o alzheimer, para los que existen otros talleres específicos.

Combatir los olvidos

Paqui Cuenca tiene 61 años y olvida con frecuencia dónde ha puesto las llaves, el monedero o el teléfono móvil. Aunque tiene sus «truquillos», como poner los objetos siempre en el mismo lugar, le preocupa que estos despistes puedan ir a más, por lo que se ha inscrito en el taller que imparte Manolo.

En estas sesiones trabajan la memoria a través del aprendizaje de estrategias como la visualización, recordar algo a través de imágenes; la asociación, relacionar por ejemplo los números del DNI con fechas señaladas de la vida personal o los nombres de las personas con famosos (Ej. Se llama Felipe, como el príncipe); y, por último, la categorización, que es organizar cosas por categorías, los productos de limpieza que hay que comprar juntos, la fruta, etc.

«Trabajamos mucho con temas cotidianos para poner soluciones a los olvidos», dice Manolo. «Uno de los fallos más frecuentes es ir a una habitación y no recordar para qué, pero es un olvido poco importante y relacionado con la atención», comenta.

Pero, ¿ante que fallos de memoria debe una persona alarmarse? El experto explica que los olvidos habituales no se distinguen de los que se producen inicialmente en enfermedades como el alzheimer y apunta además que la depresión o la ansiedad influyen directamente en la capacidad para recordar.

En cualquier caso señala que la desorientación en la calle, no recordar si se ha comido o no, o, despertar y no saber dónde se está sí son ya episodios preocupantes. «Pero, en general, los fallos de memoria son habituales y el olvido es tan normal e incluso recomendable como el recordar. Si lo recordáramos todo no podríamos vivir con normalidad», dice.

La memoria es una habilidad que se desarrolla ejercitándola. Los nuevos modos de vida no son beneficiosos. «Vivimos mucho en el presente y muy rápido y no nos tomamos la molestia de memorizar las cosas», dice Manolo González.

Si no se ejercita se deteriora. Existe la memoria a corto plazo o de trabajo (segundos) y la memoria a largo plazo (minutos, una hora o una mañana). Tras pasar un objeto por la memoria sensorial pasa a la de corto plazo y si no lo repetimos o lo fijamos se elimina. Además, en las tareas de memoria se involucran diferentes partes del cerebro, de ahí que haya gente que recuerde las caras pero olvide los nombres o viceversa. La memoria también tiene un componente emocional importante que permite recordar momentos del pasado, pero no lo que comió ese individuo hace siete meses.