A camino entre dos mundos tan diferentes como la filantropía y la farándula, ya nadie pone en tela de juicio la maestría de Carmen Cervera para convertir su apellido de casada en un emporio artístico más allá de nuestras fronteras. La baronesa defiende la necesidad de crear una cultura accesible con la misma vehemencia con la que relata sobre el papel cuché sus desavenencias familiares.

Así es la Carmen Cervera que llegó esta semana a la calle Compañía, acompañada de Francisco de la Torre y demás comitiva para inaugurar el museo que lleva su nombre. Un proyecto que ha tardado cuatro años en tomar forma y que ahora se perfila como una de las grandes bazas culturales de Málaga, la ciudad de la que Tita reconoce haberse «enamorado». Pero el camino que ha recorrido la mecenas catalana hasta alcanzar el reconocimiento mediático y convertirse en la coleccionista más importante de España y una de las más prestigiosas del mundo no ha sido en ningún caso sencillo.

María del Carmen Rosario Soledad Cervera y Fernández de la Guerra, más conocida como Tita Cervera o Tita Thyssen, nació en Sitges hace 67 años. Su formación académica la llevó a Barcelona, El Escorial y posteriormente Londres, hasta que en 1961 se dio a conocer socialmente tras su coronación como Miss España.

Desde ese momento y respaldada por su madre, que hizo las veces de mánager, protagonizó varios anuncios publicitarios para revistas, hasta que decidió cruzar el charco y emprender una carrera cinematográfica en Hollywood. Aunque nunca llegó a brillar en el séptimo arte, lo cierto es que su aventura americana le devolvió un puñado de anécdotas con Frank Sinatra, Marilyn Monroe o Dean Martin; además de un marido famoso, Lex Barker, del que enviudó con tan sólo 30 años.

A mediados de los 70 y ya casada con Espartaco Santoni, Carmen vuelve a las andadas y obtiene algún papel secundario en varios filmes españoles que pasaron sin pena ni gloria por las salas de cine. Tras su separación del venezolano, llega la etapa más dura de Tita. Las pifias financieras de Santoni la dejan en bancarrota y en 1980 se queda embarazada de Manolo Segura (paternidad que, como todo el mundo sabe, no reconoció oficialmente hasta 2009).

Esta racha de altibajos personales finaliza cuando en 1981 conoce a su tercer y último marido, Hans-Heinrich von Thyssen Bornemisza, en Cerdeña, con el que se casa en 1985, fecha también en la que el barón reconoce a Borja como su hijo. Heini proporciona a Carmen la estabilidad que ambos necesitaban y pronto se da cuenta de que, como él, Tita posee una sensibilidad especial para el arte. Por eso decidió transmitirle su admiración por el coleccionismo y fue quizas ésta, la herencia más valiosa que le cedió el barón durante el tiempo que estuvieron juntos.

Carmen Cervera apreciaba estas lecciones, al mismo tiempo que convencía a su marido para convertir su legado en una marca y abrirse un hueco en Madrid. Precisamente la insistencia de la baronesa por importar la vastísima colección de su marido a España, fue el detonante que deterioró la relación de Carmen con su familia política.

A pesar de las vicisitudes, el Museo Thyssen de Madrid abría sus puertas en 1992. Durante estos 19 años de andadura, la pinacoteca se ha convertido en uno de los centros culturales más representativos de Madrid y cuenta con más de 820.000 visitas anuales.

Después de la muerte del barón, Carmen no ha dejado de luchar por su museo. Una lucha que le ha llevado a protagonizar escenas tan memorables como el ¡No a la tala! en el Paseo del Prado y que ahora la traen a nuestra ciudad para seguir dando cobijo al arte. Málaga ya no es sólo la Málaga de Picasso, ahora es también la Málaga de Fortuny y de Sorolla y de Zuloaga. En definitiva baronesa, bienvenida y gracias.

¿Por qué es el personaje de la semana?

Carmen Cervera cumplió su deseo de crear una segunda pinacoteca el pasado jueves, tras la inauguración del Museo Carmen Thyssen Málaga, una de las apuestas más sólidas por convertir a la capital de la Costa del Sol en destino cultural. Un total de 230 obras, la mayoría del siglo XIX, llegaron procedentes de Madrid con el fin de ser expuestas en el céntrico Palacio de Villalón para disfrute de todos los amantes del arte.