José Olivero (Sevilla, 1946) emplea buenas parte de sus fuerzas en cambiar el mundo a través de los libros. Quizás por eso, en las tertulias literarias que cada dos meses mantiene en el Ateneo salen a relucir cuestiones como la alimentación en el mundo o los trastornos climáticos.

La casualidad le llevó a Málaga en 1970. «Mi mujer, María Pilar Anarte, y yo íbamos a irnos a Camerún con un grupo de misioneros seglares y antes de salir decidimos establecer una convivencia en Málaga». Debido a problemas de salud de María Pilar, esta pareja de recién casados no pudo llevar cabo esta «vocación de vida» pero como resalta José, «decidimos que la misión se podía llevar a cabo aquí en Málaga».

Y así fue, José Olivero, que durante casi 30 años ha trabajado en Recursos Humanos de la Caja Rural de Málaga, la actual Cajamar, compaginó su profesión con el voluntariado en Proyecto Hombre, o trabajando durante siete años con un grupo de drogadictos de las Cuevas del Palo. En la actualidad, lleva ocho años de voluntario con ancianos.

«Aunque nuestra vocación era África, entendemos que donde está la vida es donde se puede hacer una labor humana de servicio», apunta. Y a la labor asistencial se sumó, en esos primeros años en Málaga, un programa en Radio Juventud, La juventud como problema. «Algún programa me lo censuraron, porque era un programa crítico en el que participaban muchos jóvenes».

Poco después se convirtió en el primer presidente de la nueva asociación de vecinos de La Luz, el barrio en el que vivía el matrimonio. «Había muchas calles sin asfaltar, problemas urbanísticos, sanitarios y de convivencia, con una población muy heterogénea. Lo importante era crear una conciencia de barrio», resume.

Su afición por la escritura le llevó a autoeditar dos libros, uno de prosa poética (Sensaciones mediterráneas) y otro de poesía (Nuevo amanecer) para, tras una semana por la Sierra de Aracena con su cuaderno de campo, publicar para la editorial Miramar Andaduras por la Sierra de Aracena.

Tras este libro su producción, ya con la editorial Alhulía, se ha centrado en una literatura basada en hechos reales que hagan reflexionar, como Pequeñas narraciones o Volver a vivir, que cuenta el caso real de una mujer boliviana que es dada por muerta, continúa viviendo y debe enfrentarse a la invalidez total de su cuerpo y buscar un sentido a su vida. Un libro que, señala, «se está utilizando con fines terapéuticos por personas que están enfermas para superar sus dificultades».

Su siguiente obra, Tierra seca, cuenta el viaje que en 2007 realizó al nordeste de Brasil durante un mes, acompañando a un misionero. Un viaje del que, destaca, «la alforja venía más llena de como la llevaba por todo lo que aprendí sobre la capacidad del ser humano de enfrentarse a realidades adversas».

Acaba de adentrarse en la literatura infantil con La ardilla Soleada, con acuarelas de su mujer, y llevó a buen puerto Integración, una obra de teatro infantil, encargo de una asociación de minusválidos psíquicos de Alhaurín de la Torre en la que «los personajes son animales y el excluido es un niño, el mundo al revés». La obra, estrenada por niños marroquíes en el centro cultural de Ollerías, será publicada con dibujos de su mujer e incluirá la partitura compuesta por su hija, la directora de orquesta Silvia Olivero.

El escritor prepara un nuevo libro con el reflexivo título Otra Humanidad es posible, mientras, trata de ajustar sus palabras a sus hechos. Es su proyecto de vida.