Ana Luz Molero lleva dos días y medio sentada en un sillón de las urgencias del Hospital Clínico esperando a que le den una cama. En total, 54 horas de espera para ser ingresada en planta y que los médicos le sigan haciendo pruebas, porque con sólo 34 años, el lunes empezó a perder la visión. Ya ha puesto una reclamación. «Yo soy joven, pero aquí hay personas mayores muy mal. Esto es lamentable», aseguraba ayer a La Opinión de Málaga. Junto a ella, decenas de pacientes con distintas patologías y problemas, además de las evidentes preocupaciones.

El área de espera de las urgencias para los ingresos hospitalarios del Clínico presentaba ayer una ocupación mayor a la normal. Los pacientes, cansados y preocupados, lamentaban llevar varios días de espera y no saber cuándo se resolvería la situación.

José González estaba ayer indignado. Su madre, de 85 años ha sufrido un microinfarto y había pasado una noche en urgencias, aunque gracias a la insistencia de su hijo pudo hacerlo en una camilla, aunque fuese en medio del pasillo. «Te encuentras con personas que llevan hasta tres días con una apendicitis durmiendo en un sillón». Según él, los propios trabajadores del centro hospitalario le habían reconocido que estaban desbordados y que no hay camas, pese a tener dos plantas cerradas a causa de la falta de personal. Además, afirmó que donde debía haber cinco trabajadores había dos y que estos doblaban turnos para atender a los pacientes.

El sindicato Comisiones Obreras confirmó ayer que efectivamente hay dos controles cerrados y que falta personal. Su responsable en el centro sanitario, Auxi Morales, señaló que había más de 40 personas en lista de espera para una cama.

Por su parte, fuentes del hospital reconocieron a este periódico que el periodo actual es de «alta frecuentación» y que se está llegando a grandes picos de asistencia e ingresos a causa del frío y virus estomacales y de la gripe. Aún así, quisieron dejar claro que la asistencia está asegurada y que se ordenan los ingresos por prioridad. Los grados cuatro y cinco -los menos graves- son los que tienen que esperar más. Suponen el 60% del total.

Sin embargo, las mismas fuentes quisieron dejar claro que el hospital está funcionando al 100% y que no hay plantas o controles cerrados. «Estamos en un periodo complicado que aún durará hasta mediados de mes, a veces entra mucha gente por la planta y hay pocas altas, intentamos que la gente espere lo menos posible», afirmaron.

Pero quienes llevaban horas, y días, esperando una cama no tenían la misma opinión. María Bandera acompañaba a su padre, de 89 años, que esperaba una cama para después ser intervenido en quirófano. «Le tienen que amputar dos dedos del pie. Parece que le dio un infarto cerebral y le atacó a las piernas, le han dicho que se lo tienen que quitar y que cuanto más tiempo pase, peor», aseguró. La mujer aseguraba que su padre, muy mayor, está nervioso, asustado y se encuentra mal. Tras más de 24 horas de espera, empezaban a desesperar.

En similar situación se encontraba la madre de María Chamorro, con la cadera rota desde hacía 36 horas. «Está en una camilla con dolores, tiene 84 años y el martes por la noche nos dijeron que le darían habitación. Pero nada», lamentaba. «Aquí estamos fatal, yo puedo comprender que la cosa esté así porque no haya medios, pero estas personas están mal. A ver si vale de algo denunciarlo y que a los que vengan no les pase esto».

Antonio García también quiso denunciar el caso de su madre. Con 65 años, le acababan de dar habitación tras esperar tres días con la pelvis rota. La mujer además es asmática severa y desde el lunes estaba postrada en una camilla.

Otro caso era el de Antonia Martín, de 59 años, que llevaba ayer más de 24 horas esperando una cama. «Me dicen que no hay hueco, que hay mucha gente esperando. Aquí hay por lo menos 30 personas esperando una cama y yo me estoy ahogando», decía la mujer, con una insuficiencia respiratoria y problemas de corazón crónicos.

María Lavado también lleva mucho esperando. Con 60 años esperaba a que le hicieran pruebas diagnósticas para determinar el por qué de su pérdida de visión. Tras descartarse problemas oftalmológicos esperaba ser evaluada por un neurólogo. «Me he quedado porque me han dicho que me podía pasar algo en casa, pero para estar aquí días me hubiera ido».