Los ahorros de toda una vida invertidos, sin saberlo, en acciones preferentes que les condenan a no poder disfrutar de la jubilación que habían soñado. La vida, en cualquier caso, ya se había encargado de darles un serio revés, cuando André Granjeal, de origen suizo, fue diagnosticado de demencia senil progresiva y degenerativa, un diagnóstico que no impidió que el banco le considerara un experto en finanzas cuando vendió al matrimonio participaciones preferentes y otros productos tóxicos. A él y a su esposa, Josefa Morales, una persona poco instruida. Cuando la familia se dio cuenta de todo lo que habían firmado, comenzó un calvario de reclamaciones que no acaba.

Demandan a su banco 113.000 euros, cantidad que habían invertido en abril de 2008 pensando que se trataba de una inversión sin riesgo y creyendo que podían recuperar el dinero cuando quisieran en un plazo máximo de dos días. «Es claramente una estafa. Les ofrecían una alta rentabilidad pero no les dijeron la verdad», denuncia Rosa María Morales, hermana de Josefa y cuñada de André.

La información ofrecida por la persona de la entidad financiera a sus clientes fue insuficiente y no advirtió con la necesaria claridad de los riesgos y de la complejidad que el producto tenía. En definitiva, el producto financiero no se ajustaba al perfil de los inversores. Pero el banco les hizo firmar un documento en el que les reconocía como expertos en finanzas. Un documento que la familia tiene como prueba para demostrar que han sido engañados. En realidad, y tras una completa búsqueda en cajones y carpetas, han reunido un importante número de papeles que han servido para reclamar a esta entidad financiera, en primer lugar, al Banco de España, a la Junta de Andalucía y a la Comisión Nacional del Mercado de Valores.

«Llegamos a poner el caso en manos de un abogado para llevar al banco ante los tribunales, pero el inspector me convenció de que podíamos vender las acciones en el mercado secundario, pero eso no se va a vender en la vida y lo único que han conseguido es más tiempo», critica Rosa María, que ve cada vez más lejos la posibilidad de que su familia recupere el dinero. Además, cada día que pasa pierden valor.

Según su testimonio, su hermana no sabía qué firmaba y su cuñado, además de su diagnóstico, no domina bien el idioma. De hecho, cuando se casaron ambos volvieron a Suiza a trabajar en la fábrica de Omega, en la cadena de producción de piezas de relojes. «Ella enviaba el dinero desde allí. Más de 40 años trabajando con el mismo banco y por eso dice que se fiaba de lo que le decían y firmaba todos los papeles que le ponían por delante», añade.

Desde su punto de vista, la entidad bancaria se ha aprovechado de esa confianza, no sólo para venderles las preferentes, sino también otros productos que van recuperando poco a poco, conforme van venciendo los plazos. Mucho dinero ganado con mucho esfuerzo y sacrificio por este matrimonio sin hijos durante toda su vida. «Siempre han sido ahorradores, no inversores», insiste. Y ahora requieren ese dinero que es suyo, pero que no pueden disponer. El esposo necesita ser internado en un centro especializado donde pueda ser atendido, «y eso cuesta un pastón». Además, con el tiempo se ha vuelto agresivo y no quiere separarse de su mujer, «así que tendrían que ingresar los dos juntos», explica Rosa María, que fue quien encendió las luces de alarma hace poco más de un año.

«Me extrañaba el trajín que mi hermana tenía con el banco, tanto ir y venir. Incluso recibía visitas en casa de empleados. Una noche viendo un programa de televisión que estaban hablando sobre las preferentes empecé a sospechar y descubrí lo que pasaba», precisa. La familia, ya cansada de tantas largas, y conocedora de que existen más casos parecidos en la misma sucursal, ha vuelto a llevar el asunto a su abogado.

@ia_castillo