La mañana del Corpus funciona. Ayer quedó demostrado. Llevar la procesión con el Santísimo Sacramento a la tarde no supone más que relegarla a un segundo plano, confiando que la fresquita llene las calles para adorar a su Divina Majestad. El Corpus tiene que brillar más que el sol pero en Málaga hace años que reluce menos que el ocaso. Y el poco brillo que ayer logró quedó oculto con el anochecer. Necesita reinventarse a fondo, dejando margen de actuación a quienes proponen alternativas que sirvan para recuperar la solemnidad perdida. Esfuerzos de unos pocos incomprendidos que chocan frontalmente, cada año además, por quienes mucho quieren decidir pero a la hora de la verdad hacen bien poco por esta celebración.

La Agrupación de Cofradías este año se ha vaciado en favor de la festividad, gracias al impulso de su nueva comisión de Cultos, con un altar espectacular tras tres años repitiendo el mismo. Un espectacular monumento utilizando cuatro peanas (Paz, Reina de los Cielos, Consolación y Lágrimas y Señor de la Cena), sobre el trono de la Soledad de San Pablo. También se han empleado barras de palio de la Reina de los Cielos y un baldaquino de la Victoria. Todo está rodeado de ángeles que portan racimos de uva y espigas, y velas muy altas.

Si se han aprecido cambios estéticos sustanciales se han debido, precisamente, a la iniciativa de Rafael López Taza. También en la carroza del Santísimo. Si no ha habido más avances, es porque el consejo episcopal está compuesto por las más variadas sensibilidades, y no es tan fácil, aunque ese sea el camino. La falta de diligencia general termina por ser contagiosa. Este año, sin ir más lejos, tan sólo cuatro altares iban a recibir a la custodia en su itinerario. Aunque finalmente fueron siete, gracias al empeño de Juan Manuel Sánchez y su asociación, El Monaguillo, que volvió a burlar los cauces oficiales.

La inauguración de estas estructuras efímeras de la Agrupación, las Glorias, el Rocío y Humidad y Paciencia, así como la celebración de los pasacalles, a cargo de las bandas de Las Flores y la Expiración, trasladó el ambiente de las vísperas a la mañana del Día del Señor.

La Catedral también estaba llena para un pontifical que sí que supo revestirse de la solemnidad requerida. Presidido por el obispo, estuvo concelebrado por la mayoría de los canónigos del cabildo catedralicio. Asistió Damián Caneda, en representación del Ayuntamiento, y otras autoridades, así como miembros de la junta de gobierno de las agrupaciones de cofradías de Pasión y Gloria, Eduardo Pastor y Sebastián Martín. La misa contó con la actuación de la Escolanía de la Victoria.

Por la tarde la procesión se inició a las 19.00 horas, tras dos provechosas horas de adoración a Jesús Sacramentado en la Catedral. Málaga se unía así en la oración de 17.00 horas a 18.00 horas por quienes más sufren, sincronizándose con otros muchas más catedrales del mundo, atendiendo a la petición del papa emérito, Benedicto XVI, por el Año de la Fe.

La procesión tuvo luces y sombras. Pinceladas que invitan a pensar que puede que algún día Málaga recupere su Corpus tal y como fue; pero otras que demuestran cómo puede que no interese. Abrían una sección de la Policía Local a caballo, aunque desmontada, y la banda de cornetas y tambores de la Victoria, reivindicándose con su música, mejor que en las redes sociales.

A partir de ahí desfilaban las representaciones cofrades, la mayoría sin velas, aunque este año no había prohibición. El todo caso, resulta triste que las calles en vez de llenarse de juncias y romero (o hierbabuena, como en la plaza de Spínola), lo hagan del resbaladizo líquido anticera que fue aplicado por Limasa antes de la procesión. Estas especies aromáticas serían la solución ideal y cumplirían una honrosa doble función. Algunas hermandades, que solían participar portando cirios, han aprovechado la coyuntura para dejar de hacerlo. Se nota. Excusas. De las de Gloria sólo las llevaba la Pastora. Entre las de Pasión, Mediadora y Humildad y Paciencia volvieron a dar una lección aún sin estar agrupadas. También figuraba una sección de cirios en Humildad, Dulce Nombre, Dolores del Puente, Estrella, Amor, Huerto, Pasión -de hecho sólo llevaban velas-, Rocío, Sentencia y Descendimiento. La participación más numerosa la llevó Penas, Calvario, Expiración y Dolores de San Juan. Contradictorio con otras que llevaban muchos cofrades, pero de brazos cruzados. Los presidentes de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa y de las Glorias, ocupaban un extraño e inapropiado lugar, en solitario, ante de los miembros de la Adoración Nocturna. Numerosísimos. Desordenados. Entonando himnos eucarísticos con una innecesaria megafonía.

El Señor no salió del primer templo hasta las 19.35 horas, cuando comenzaron a repicar las campanas. Cuando fue colocado con su viril en la custodia, la carroza se echó a andar, dirigida por primera vez por Rafael López Taza, auxiliado por dos cofrades de la Soledad de San Pablo. Los últimos años desempeñó esta misión el desaparecido Jesús Castellanos, que a su vez sustituyó, en su día, a Pepe Tirado, otro grande.

Rodeada de los canónigos, revestidos con hábito talar, iba la carroza, que presentaba interesantes novedades estéticas gracias, una vez más, a la colaboración de las cofradías. Salutación cedió cuatro faroles y Salesianos cuatro arcángeles, que portaban motivos sacramentales. Además, el exorno floral era más cuidado, en ánforas de la Sentencia y Prendimiento, y un moldurón en el que también aparecían uvas negras.

Mientras que la banda municipal iba en mitad de la comitiva, la Trinidad Sinfónica se incorporaba, como destacada novedad, tras la custodia, el obispo, los eméritos y el palio de respeto, con un acertado repertorio de marchas eucarísticas. Y detrás, una incontrolable masa de fieles que se metía entre los músicos.

El obispo invita a ser austeros y solidarios

Existe una relación muy estrecha entre la eucaristía y la caridad. Por este motivo, el obispo Jesús Catalá, pidió en su homilía un compromiso profundo de los cristianos para llevar una forma de vida más austera y solidaria, «para compartir nuestros bienes de una manera estable y no ocasional», dijo. «Así influiremos en el cambio de nuestro entorno», añadió el prelado, que señaló que la crisis económica existente es consecuencia de una crisis moral anterior. «No se trata sólo da dar lo que nos sobre, sino que es necesario un nuevo modelo económico y social que tenga como centro el bien del ser humano», sentenció Catalá. El obispo señaló que la eucaristía está por encima de todos los sentidos, ya que se trata de un «misterio de fe creer en la presencia real de Cristo en la eucaristía» y animó a profundizar en esta relación personal en este Año de la Fe, «no como algo hetéreo». «Cristo nos regala la vida eterna ahora, ya, en el pan eucarístico», dijo.

@ia_castillo