Cuando el perote Juan Fernández Naranjo llegó recién salido de la Escuela de Especialistas a la base aérea de Morón, «había dos aviones, aquello era un descampado con garbanzos», comenta. Juan también reconoce que muchos de ellos «estamos vivos de milagro» y recuerda cómo, volando a la altura de Sanlúcar de Barrameda, «pegó un zambombazo el motor izquierdo, y me dije: ya está y empezamos a rezar». Al final, «rozando los olivos pudimos llegar con un motor».

También en otra ocasión tuvo que probar un avión que debía partir para la Guerra del Ifni. «Al tomar tierra no le salieron las ruedas y dio un porrazo que por poco se matan», cuenta de Juan su compañero José Luis Rodríguez, que también estuvo en Morón.

Aunque en una ocasión se produjo una tragedia. «Yo estaba en la torre de control y Bienvenido Fernández Caballero en el gonio, suena el teléfono y nos dicen que uno de nosotros debía bajar para acompañar a hacer unas fotos (aéreas) a los americanos», relata Juan Fernández. Como él estaba en la torre de control, se ofreció su amigo Bienvenido. El avión se estrelló y murieron los siete ocupantes.

Pero no todo fueron situaciones apuradas. José Luis Rodríguez fue testigo de una divertida escena en la torre de control de Morón. Informó a un avión de que no le aconsejaba el aterrizaje al haber nubes bajas y por tanto nula visibilidad. El piloto replicó: «No se preocupe, haré una perforación a lo burro» (meter el avión entre las nubes hasta que el piloto ve el suelo). Un indignado comandante que estaba en la torre contestó al temerario piloto: «Cuando vea tierra rebuzne».