Hace unos días un buen amigo acertaba al decir en Facebook que no sabía si se encontraba en Málaga o Londres. Tras unos meses en el extranjero había llegado a su tierra y se había encontrado con un Starbucks, un Costa Coffee y un Subway. En pleno corazón de una tierra que siempre ha olido a mar y a sal.

La reflexión me recordó que la Málaga de hace veinte años, más bien el Centro de hace veinte años, no se parece en nada al de hoy. Se han perdido negocios históricos, bares auténticos como la mítica Cosmopolita y tiendas con sabor añejo en las que el dependiente era parte de nuestra vida.

Nunca olvidaré la juguetería 0,95 de la calle Especerías en la que cada domingo me paraba para ver las muñecas y las maquetas de avioncitos que siempre añoré tener colgados del techo de mi habitación. Recuerdo que llegábamos allí tras la misa de 12 en la Catedral y después de haber tomado una ensaladilla rusa y un zumo de tomate con sal y pimienta que una vez volqué en el vaso -y que me valió una buena regañina- en el Orellana. Me acuerdo de largas esperas en los almacenes Félix Sáenz mientras mi abuela Quica elegía una tela para unas cortinas y mientras mi madre se decidía entre un color u otro de barra de labios. Qué tiempos aquellos. Ahora, todos esos locales -menos la Catedral, menos mal- albergan negocios internacionales que pertenecen a marcas que nada tienen qué ver con Málaga.

Cuando viajo -lo hago siempre que el tiempo y el dinero me lo permiten- creo encontrarme en un Centro paralelo en el que me siento como en casa. Calles adornadas por franquicias con los mismos escaparates, los mismos reclamos, los mismos sabores de café y helado. Da igual viajar a Gijón, París o Bruselas. Las grandes cadenas se han adueñado de las calles más señeras.

Los comerciantes que han echado el cierre en los últimos años han aducido motivos económicos. La mayoría no podía hacer frente a los elevados alquileres que los rentistas han ido subiendo año a año hasta hacerlos desorbitados. No podía pagarlo Orly, pero sí, unos metros más allá Kiko. Ejemplos, cientos. Sólo sobreviven los bares, aunque muchas iniciativas locales acaban enterradas por cadenas que tienen precios más que atractivos pero sin arraigo alguno a esta tierra.

La Málaga mediática

Y hablando de arraigos. Parece que Málaga empieza a cogerle gusto a eso de aparecer en las noticias. Este verano la provincia se ha convertido en un punto candente de actividad e información, lamentablemente. Dos mujeres muertas a manos de sus exparejas. Una presunta violación que acabó con un alcalde dando innecesarias explicaciones en la prensa nacional. Un descartado caso de ébola que ha sacado los colores a la dirección de Carlos Haya por no tener preparado un plan contra enfermedades de fiebres hemorrágicas y el caso de un niño enfermo inglés cuya familia lo sacó del hospital sin permiso médico, que ha sido encontrado en Benajarafe pese a que podía estar en cualquier otro rincón del mundo. No ha sido un verano aburrido desde el punto de vista informativo. Pero a ver si destacamos por algo bueno.