Paco Fernández está a años de luz de muchas personas de su quinta para las que hacer deporte es una quimera. Sonríe cuando se le recuerda la típica estampa de un jubilado octogenario sentado en el banco de un parque y responde: «Si es que hay mucha gente que son muy flojos».

Este deportista, que no ha fumado ni bebido en la vida, no tendría nada que envidiarle al emperador Francisco José, espartano seguidor de los madrugones durante toda su vida. Así comienza Paco cada jornada: «Como muy tarde me levanto a las 6.30 de la mañana y limpio y barro todos los pasillos de la casa», cuenta.

Además, en su ritual mañanero dobla la cintura y sin flexionar las piernas da «con las manos en el suelo» para demostrar que sigue siendo flexible como un junco. Delante del periodista repite la maniobra dos veces.

Además de los 120 kilómetros que cada semana se mete entre pecho y espalda subido a la bici, en el jardín de su casa mantiene a raya el invierno de Málaga gracias a que, con esa misma flexibilidad de la que disfruta, tampoco para de cuidar las plantas: «Compré hace unos meses una máquina para recoger las hojas y no la he estrenado: prefiero cogerlas una a una. Todas las mañanas recojo las hojas de un rosal que tiene muchas flores», cuenta. El jardín, por cierto, luce impoluto a pesar del mes en el que estamos.

Paco Fernández recomienda ejercicio y actividad para todos y señala que siempre ha contado con la comprensión de su mujer: «Ella no se mete porque nunca le he faltado. Yo me iba decía: Parienta, para la una estoy aquí». Y a la una aparecía después de surcar feliz kilómetros y kilómetros de carretera.