Las escuelas públicas no sólo se encontraban en locales por los que se pagaban, muchas veces, alquileres abusivos. Como recuerda Josefa Lopera, directora desde hace 13 años del trinitario colegio Bergamín, en la calle Pelayo, «en esa época lo que existían eran pequeñas escuelas unitarias, había un maestro en una clase muy heterogénea con niños pequeños y de hasta los 13 ó 14 años».

El grupo escolar Bergamín acabó con este triste panorama. Fue además el primero construido con dinero público en Andalucía y ofrecía enseñanza graduada en Primaria: los niños se dividían por grados, es decir en cursos según su edad. Y no solo eso, esta primera escuela pública sin alquileres de por medio la diseñó el prestigioso arquitecto municipal Manuel Rivera Vera, autor del cine Echegaray y coautor del Ayuntamiento de Málaga junto con Fernando Guerrero Strachan.

Esta semana, el colegio Bergamín ha conmemorado los cien años de la colocación de la primera piedra del primitivo edificio. Ocurrió el 24 de enero de 1915. Entre los asistentes al acto se encontraban, además de Rivera Vera, el constructor del grupo escolar, Antonio Baena Gómez, el futuro creador de la Agrupación de Cofradías y Narciso Díaz de Escovar, que por entonces era delegado regio de Enseñanza.

El grupo escolar, formado por ocho unidades, se levantó en la zona de La Trinidad que lindaba con el campo, una extensión de cultivos que llegaba hasta los hotelitos de Gamarra y el arroyo del Cuarto y que era conocida como El Campillo o el Haza del Campillo, por eso la calle por la que tenía la entrada principal era la Acera del Campillo, hoy avenida de Barcelona.

«Tres pesetas el metro cuadrado costaron los dos solares que compró el Ayuntamiento», explica Josefa Lopera. En total, los terrenos ocupaban 4.600 metros cuadrados, delimitados por una magnífica verja de hierro con zócalo de fábrica. Por desgracia, el grupo escolar de Rivera Vera fue demolido en 1966. «Dicen que hubo una plaga de termitas, lo echaron abajo y levantaron el actual. Es una pena porque el edificio original era una maravilla», expone la directora.

En cuanto al nombre, recuerda al ministro malagueño de Instrucción Pública y Bellas Artes Francisco Bergamín -el padre del poeta José Bergamín- que dio el visto bueno al proyecto y por ese motivo, el Ayuntamiento acordó que el colegio llevara su apellido.

Terminado en diciembre de 1916, abrió por primera vez en el curso 1917-1918 y su primer director fue el maestro nacional José Molina Palomo. Además de magníficos jardines, el colegio ofrecía entre otras muchas novedades comedor infantil, ropero, cocina, «baños de tinas y duchas» y «clases dotadas de ventilación permanente natural», informaba el periódico El Popular. Con el Bergamín, la calidad llegaba por fin a la educación pública y ya no era exclusiva de los colegios privados religiosos.

De la larga y en ocasiones agitada vida del grupo escolar Bergamín da cuenta Josefa Lopera, que recuerda que durante la Guerra de Melilla «fue hospital de sangre y en la Guerra Civil, sede de distintos partidos e incluso cárcel». En 1937, con la toma de Málaga por Franco, el colegio pierde el apellido del ministro monárquico y pasa a llamarse Grupo Escolar de Niños Lope de Vega. Con la Democracia, o quizás unos años antes, el colegio recuperó su nombre original.

De los tiempos como prisión, la profesora Gloria Marina González cuenta que, en una ocasión, entrevistó «a un señor en una clase que había estado de alumno en esa misma clase y que había sido alumno y preso».

Gloria Marina, como Josefa Lopera, es una entregada profesora de educación especial, una de las señas de identidad del colegio, pionero en la integración de niños con necesidades especiales, una tarea que nació en los 80, década en la que por cierto fue director el escritor y diputado de la UCD José García Pérez.

«Reciben apoyos especiales tanto de audición y lenguaje como de pedagogía terapéutica y son los únicos momentos que salen del aula. El resto de la jornada están todo el tiempo con sus compañeros», dice la directora. Uno de los alumnos que ha pasado por el Bergamín es Pablo Pineda, a quien Gloria Marina recuerda con admiración.

En la actualidad el colegio, cuenta con unos 350 alumnos de 3 a 12 años de 33 nacionalidades, porque es muy importante la presencia de inmigrantes. «La verdad es que es muy bonito y es un reto. Y no hemos tenido problemas de asimilación ni rechazo, aparte de que los niños que no dominan el castellano tienen un aula temporal de adaptación lingüística. Los niños aprenden muy rápido», cuenta Josefa Lopera.

El Bergamín es además un centro bilingüe que ofrece cuatro asignaturas en inglés y entre las actividades extraescolares hay con clases de árabe. Además, existen profesores de religión católica, evangélica e islámica.

A lo que nunca se acostumbrará la directora, que este año se jubila igual que Gloria, es al trasiego continuo de leyes educativas. «Es una locura. Debería haber un pacto por la Educación, igual que por la Sanidad, porque tiene que estar al margen de ideologías», subraya.

El museo. Y una buena noticia es que, pese a la demolición del viejo colegio, el profesorado ha ido preservando todo tipo de materiales escolares. Un tesoro ingente que con mucha paciencia han ido recopilando profesoras como Gloria Marina y Josefa Lopera, hasta el punto de que el aula que los albergaba no era suficiente y se unieron dos antiguas clases.

El museo del colegio Bergamín es un viaje a la enseñanza de buena parte del siglo XX, como demuestra la pizarra que preside este espacio, presidida por la vieja máxima del día.

Cabezas-huchas del Domund, libros de Marisol, valiosos cuadernos pedagógicos de los años 30, las primeras grabadoras, la legendaria Enciclopedia Álvarez, una multicopista vietnamita... Abierto en 1994, numerosos historiadores lo han visitado, además, claro, de los niños del colegio.

Una de las piezas más curiosas no está en el museo sino en el despacho de la directora: un proyector de cine Pathé Baby de 1910 que todavía funciona. Acompaña al proyector un rollo de película que el presidente del Ampa pudo digitalizar: es una película cómica muda sobre una excursión de niños al campo.

A punto de cumplir 100 años, ya en 2011 el colegio Bergamín recibió el máximo reconocimiento de Málaga: la Medalla de Oro de la Ciudad. Un honor merecido para este colegio trinitario que sigue ofreciendo educación pública de primera categoría.