La Sección Novena de la Audiencia Provincial de Málaga ha condenado a siete años de cárcel, a una década de alejamiento y a pagar 12.000 euros de indemnización al dueño de un bar de la Estación de Cártama que durante el verano de 2011 abusó, al menos en dos ocasiones, de un chico de apenas 15 años aquejado de una discapacidad mental.

Así, el procesado, J. H. C., según consta en el apartado de hechos probados de la sentencia, a la que tuvo acceso La Opinión de Málaga, regentó en el verano de 2011 un bar en Cártama Estación y conocía del pueblo a un joven de sólo 15 años a la fecha de los hechos.

Este chico, siempre según la sentencia, padece un retraso mental leve, lo que le ocasiona «un retraso madurativo y alta vulnerabilidad a la sugestión y la influencia externa».

En aquellas fechas, precisa la Audiencia Provincial, «aprovechándose de dichas características del menor, le invitó a pasar a la cocina del bar en dos ocasiones, y con ánimo de satisfacer sus deseos sexuales, sin la oposición expresa del menor», abusó de él. En una de ellas, ni siquiera usó preservativo.

En el juicio, el procesado aseguró que no había invitado al joven a su bar, ni tampoco estuvo con él a solas en dos ocasiones, «insistiendo en que no le bajó los pantalones» ni lo sometió a abusos. Asimismo, indicó que jamás tuvo problemas con el chico.

El perjudicado iba a su bar y hablaba con los clientes, y no pudo invitarlo a entrar pues no tenía confianza con él, ni mantiene relación con menores, pues él está casado y es padre. Añadió que no recordaba si en agosto de 2011 ya había traspasado el bar. Sólo precisó que le ponía pastel al joven y él se lo comía en el negocio.

Sin embargo, la Sala creyó a la víctima, ya que sus palabras revelaron «sin género de dudas que los hechos se produjeron tal y como se describe en los hechos probados». Así, el testigo víctima, que ahora tiene 18 años, relató tres episodios, algunos de ellos de especial dureza, en los que se produjeron los abusos sexuales, siempre dejando claro que él no quería y que el acusado lo invitó a entrar y no había nadie más cuando sucedieron los hechos.

«Le decía que se pasaba por allí pues estaba aburrido y le invitaba a un dulce o algo», dice la Sala. Asimismo, queda claro que el joven explicó ante el tribunal que era «tímido y no supo decir que no».

Él añadió que ha tardado dos años en denunciar pero que ahora «es más valor», antes tenía sólo 15 años. Se lo contó primero a su hermano y después a su madre, ésta a su vez se lo dijo a su padre y luego denunciaron. «Antes de la denuncia le había visto un psicólogo si bien no le contó nada», precisó el chico.

Durante su exposición, habló de que estaba estudiando un módulo profesional y expresó sus intenciones de ir al ejército. «Su declaración fue clara y, por la forma en que se explicaba el testigo, se revelaba su candidez y transparencia en su exposición».

Las psicólogas emplearon un protocolo de detección de estas prácticas hecho para menores, ya que la edad mental del chico es inferior, «de diez o doce años».