«Papá, quiero un perrito». Con la mirada tierna que todo niño pillo sabe poner, un nuevo capricho se ha apoderado de este chico que podría ser cualquiera. Con la insistencia de que él será el responsable de cuidarlo, pasearlo y adiestrarlo, junto con la gran artimaña de repetir hasta la saciedad ese insoportable porfi, acaba convenciendo a su padre de que reniegue de lo que le dice su voz interior: «Acabará cansándose de él y me tocará a mí cuidarlo» .

Tras unas primeras semanas de amor incondicional, poco a poco este nuevo juguete deja de tener ese aire novedoso que lo envolvía. Ya la carga se posiciona por encima del cariño, la ilusión se ha disipado por la pereza, el querer se ha desplazado hacia el desprecio.

Al final ocurre lo visible: ese deseado perrito, convertido en un ser ya no tan preciado para su dueño, acaba en el que se convierte su hogar forzoso: un centro zoosanitario o una protectora de animales. Y es que, tal y como señala Luis Medina, director general del Área de Medio Ambiente y Sostenibilidad del Ayuntamiento de Málaga, más de 900 animales fueron llevados por sus propios dueños al Centro Zoosanitario Municipal de Málaga el pasado año.

Junto a ellos, hay que sumar los cerca de 600 que fueron recogidos por el propio centro abandonados en la calle, muchos de ellos fruto de camadas no deseadas.

Los centros zoosanitarios se han situado en el centro de la polémica después de conocerse que la Fiscalía de Málaga pide cuatro años la presidenta de la protectora Parque Animal, ubicada malagueña de Torremolinos, por el sacrificio «masivo» en unos dos años de casi 2.200 animales, a los que, supuestamente, suministraba menos producto eutanásico y de forma incorrecta, lo que les provocaba «una lenta y dolorosa agonía».

Una vez que los animales llegan, el primer paso del centro zoosanitario es estudiar si es susceptible de ser adoptado. De ser así, está ante una nueva oportunidad. «Estudiamos que sea un animal que esté sano, que no sea agresivo, que sea sociable», señala Medina.

Pero no todos los animales que llegan al centro y a la Protectora de Animales de Málaga corren la misma suerte. Ante la avalancha de perros y gatos que son abandonados con cada vez más frecuencia, los centros se ven con la necesidad de llevar a cabo eutanasias a aquellos que tengan enfermedades incurables o cuyas posibilidades de adopción son escasas. «La decisión de realizar la eutanasia a estos animales se centra básicamente en ver si es un animal enfermo, agresivo o muy mayor». Carmen Manzano, presidenta de la Protectora, afirma: «Los cuatro veterinarios con los que contamos intentan que el animal mejore, pero ya cuando se ve que no hay ninguna solución se debe llevar a cabo la eutanasia». «Este proceso consta de que lo cogemos en brazos y estamos con él hasta que se vaya para que se sienta querido hasta el final. El veterinario le pone la inyección sedante y después le pone la intravenosa que le hace que se vaya», expone Manzano. Sólo la educación y la concienciación ciudadana pueden resolver el enorme problema del abandono masivo de mascotas.

Una enamorada de los animales

Carmen Manzano, presidente de la Sociedad Protectora de Animales de Málaga, abraza a uno de los perros a los que dan cobijo en su institución, donde se centran en el cuidado y mejora de la vida de los animales y en favorecer su adopción en las mejores condiciones posibles.