Varias de las defensas expresaron ayer su indignación por lo dilatado del procedimiento, casi nueve años entre instrucción y juicio. Gonzalo Porras, uno de los letrados de las defensas, señaló a este periódico: «Me siento plenamente safisfecho con el contenido de la sentencia. Sobre nosotros pesaba la mayor dureza en los escritos de acusación. Mi cliente después de nueve años de sufrimiento podrá descansar. No solo estoy contento porque no se haya podido demostrar que mi cliente haya cometido delito alguno, sino porque igualmente se reconoce en la sentencia que en ningún caso mi cliente participara en algún tipo de reunión o realizara actos de servicio profesionalmente cuestionables o reprochables. La justicia, aun tarde, llega».