El caballo Pegaso no está muy lejos de una misteriosa criatura acuática ni de un griego barbado y con parasol. Retazos de un mundo antiguo que en realidad surgen de la capacidad de transformación del artista José María Córdoba (Córdoba, 1950), que sorprende con la muestra Arqueologías, hasta el 6 de abril en la sala de la tienda de cerámica Alfajar, en la calle Císter, 1, en el Palacio de Zea-Salvatierra.

El grueso de esta arqueología de vanguardia lo forman 38 grabados, algunos de ellos recuperados de planchas de su producción de hace casi 40 años, a las que ha querido dar una relectura: «En los museos de Arqueología vemos trozos de cerámica con la cara de un guerrero, del que se cree que es cierto personaje, un formato irregular, me gusta la idea del fragmento, de su irregularidad, que no explica un todo pero sí tiene la esencia del todo», señala.

Para transformar sus grabados en fragmentos del pasado detalla que corta a mano un papel de grabado, lo tiñe de color con acrílico «y dibujo grietas para que parezca un resto arqueológico, un trozo de cerámica vieja y estampo fragmentos de grabados, desde los antiguos hasta los modernos».

Junto a los grabados, este afable artista cordobés, que se considera «un obrero del arte» entregado a su vocación, expone varios cuadros y esculturas en los que se evidencian, además de su sólida formación (fue Premio Nacional Fin de Carrera de las Facultades de Bellas Artes de España en 1981), el gusto por la deconstrucción y el mestizaje de estilos. «Una paella de sabores», bromea, en la que se pueden apreciar entre otras influencias el cubismo, el dadaísmo, el surrealismo e incluso una marcada huella matemática (estudió Ingeniería Técnica Industrial antes de la licenciatura en Bellas Artes y la especialidad en Grabado Calcográfico).

Romero de Torres, deconstruido. José María Córdoba, que vive a caballo entre Mijas -donde tiene su estudio- y Fuengirola, es capaz incluso de reinterpretar en uno de sus cuadros a la clásica mujer andaluza de su paisano Julio Romero de Torres y al mismo tiempo que plasma su misterio y seducción, deconstruirla en la otra mitad del lienzo.

En cuanto a sus esculturas, también ha realizado cierta labor arqueológica, al convertir en bronce y otros materiales a personajes sacados de sus propios cuadros como un mono lector que a su vez es un irónico detalle en uno de sus lienzos, que conserva en el estudio y que representa a un profesor de danza.

Su escultura más famosa, por cierto, está en Málaga. Se trata del monumento al escritor danés Hans Christian Andersen y como destaca con satisfacción «es la escultura más fotografiada de Málaga, como algo a visitar en todos los programas turísticos».

Por otro lado, esta primavera José María Córdoba expone por triplicado en Málaga capital pues además de la muestra de Alfajar, la Fundación Casa Natal de Picasso ha incluido una de sus obras en una exposición colectiva sobre sus fondos de artistas españoles.

Además, el próximo 6 de abril, dentro de las actividades del Festival de Cine Español de Málaga, inaugurará en el Ateneo la exposición Escenas, en la que volverá a demostrar que es un artista difícil de encasillar. Y como prueba, las tazas con retazos de sus obras, que pronto podrán adquirirse en Alfajar.

José María Córdoba, la arqueología artística de alguien que mira al futuro y no deja de indagar.