Después de toda una vida dedicada al periodismo, en muchos casos, de manera forzosamente incómoda y pionera, Juan de Dios Mellado Morales acepta el reto, nuevo para él, de hacerse cargo del máximo órgano de participación de la UMA. Con el nombramiento, que interpreta desde el minuto cero como una incitación al trabajo, el que fuera director de Diario 16 Málaga, completa un curso repleto de reconocimientos. El último, el de Consejo, ingresar en una lista de eméritos de la que han formado parte José Manuel Cabra de Luna, Salvador Moreno Peralta o Antonio Morales, anterior y último ocupante del cargo.

En menos de un año ha recibido la Medalla de Oro de Andalucía y ha sido elegido para ocupar la presidencia del Consejo Social de la UMA. ¿Qué será lo próximo? ¿El Oscar honorífico? ¿Un busto en bronce?

El siguiente paso será seguramente el cementerio de elefantes, retirarme a los cuarteles de invierno y disfrutar de los nietos y de los recuerdos, pero todavía, como es lógico, falta para eso. El nombramiento me ha llegado en un momento personal en el que estoy muy tranquilo y en plena disposición de dedicar mi tiempo y mi esfuerzo al proyecto, de volcarme con toda la ilusión y la energía del mundo para que el Consejo Social siga siendo lo que siempre ha significado y tenga cada vez un papel más decisivo como nexo necesario e inteligente entre la universidad, la economía y la sociedad de Málaga.

¿Dispone ya de hoja de ruta? Mire que los tiempos van a toda velocidad y no dan tregua ni a los más experimentados.

Es difícil plantearse objetivos en este momento, pero tengo claro que quiero seguir adelante con la magnífica labor de mi predecesor, el fiscal Antonio Morales, que ha sido esencial para reforzar el sentido social y cultural del Consejo. Creo honestamente que deberíamos ahondar en ese camino y en otra cuestión básica: la relación de la Facultad de Turismo con el tejido productivo de la provincia, dado el peso y la tradición que tiene el sector en el PIB y en nuestra economía. La facultad ha hecho hasta ahora muy buen trabajo, pero se necesita avanzar en los contactos; desarrollar iniciativas conjuntas, en investigación. Otro aspecto que considero capital es la cultura y, en concreto, el apoyo a los nuevos creadores, que son los que están llamados a marcar el ritmo en una sociedad y en un tiempo en el que las redes sociales han ganado mucho espacio.

¿Ha fijado un calendario de trabajo? ¿Cuál será su primera piedra de toque?

Lo primero será reunirme con Antonio Morales y con el rector, escucharles y trazar una radiografía precisa del momento y de la situación del Consejo. El equipo cuenta con gente muy valiosa. Y, personalmente, ganas no me van a faltar. La UMA es la primera empresa de la provincia y hay que lograr, en la medida de nuestras posibilidades, que la sociedad vibre con su universidad, que forme parte de su esencia.

¿Dónde pone el acento? ¿La Universidad necesita abrirse a la calle o la calle y las empresas a la Universidad?

Las dos cosas son necesarias. Las universidades han estado demasiado tiempo mirándose el ombligo. Es cierto que ha habido épocas maravillosas. En la dictadura, por ejemplo, desempeñaron una función fundamental a la hora de responder a la dictadura y romper los corsés del régimen. Pero eso no quita que haya que seguir trabajando. Y mucho. La Universidad tiene que estar más presente, ser más permeable. Y, por otro lado, la sociedad debe tomar conciencia de lo que mucho que le puede proporcionar.

Su carrera profesional ha estado muy vinculada al turismo. ¿Se necesitan, como sugería, más sinergias entre la facultad, la iniciativa privada y las asociaciones del sector?

La facultad de Turismo fue una aspiración social en cuya reivindicación participamos con entusiasmo y tinta muchos periodistas. Entre ellos, mi hermano Víctor Mellado. Pensábamos en una facultad no entendida como una simple vía para obtener un título o un grado, sino como un centro de relaciones profesionales, que es algo muy necesario. Y más, en un sector tan importante y tan dinámico, en el que las recetas de hace apenas dos años probablemente apenas sirvan para mañana. Es una gran facultad y la industria tiene que darse cuenta de lo que tiene, que no es otra cosa que una gran oportunidad para hacer de Andalucía y del turismo un sector más justo y con más rendimiento social y económico.

En ocasiones, lo que llaman transferencia, la proyección de la Universidad en la iniciativa privada ha devenido en un condicionante para la formación demasiado parcial y resultadista. ¿La Universidad tiene que volver a su vocación humanista?

La Universidad no puede regirse únicamente por la cuenta de resultados. La rentabilidad, y más a nivel social, no es sólo una cuestión de presupuestos. Existen las relaciones humanas; los números son la estructura ósea, pero por sí mismos no bastan. Se requiere la carne, buscar la dimensión humana del conocimiento, plantearse, por ejemplo, qué podría hacer la UMA por los que no tienen trabajo. La Universidad tiene que rebelarse, es rebelde por naturaleza.

¿Qué le falta a la UMA para afianzarse en el grupo de universidades de élite de España?

Falta el golpe de timón, el último empuje. No podemos olvidar que venimos de una situación crítica, de un contexto de crisis, en el que se ha llegado a cuestionar, por encarecimiento, uno de los pilares básicos: que todo el que quiera estudiar pueda hacerlo con independencia de su origen familiar y económico. En eso la UMA ha dado todo un ejemplo.