­La etapa de desarrollo temprano del ser humano es un periodo clave para su futuro, puesto que los cambios nutricionales y hormonales pueden contribuir permanentemente a diferentes alteraciones metabólicas en la edad adulta. La androgenización neonatal de animales de experimentación produce cambios severos en la microbiota que están relacionados con la mayor predisposición a la diabetes tipo 2 de estos animales en la edad adulta. Este descubrimiento de médicos malagueños, publicado en la prestigiosa revista Endocrinology, ha obtenido asimismo un premio en el Congreso de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

El director de la Unidad de Gestión Clínica Intercentros de Endocrinología y Nutrición, Francisco Tinahones, explica que se ha demostrado que los cambios en microorganismos del intestino se han relacionado con enfermedades como la diabetes o la obesidad. En este sentido, señala que la asepsia y el uso de los antibióticos, unidos al incremento de las cesáreas y a la reducción de la lactancia materna, ha contribuido a la pérdida de biodiversidad del intestino. «Esos cambios en los microorganismos del intestino han contribuido a que sea más permeable a los tóxicos que entran dentro del organismo», señala el endocrino, que recuerda que la función de la microbiota es hacer una barrera para que las toxinas que se ingieren con los alimentos o contaminantes ambientales no entren en el torrente sanguíneo.

«El problema es cuando se pierden determinadas bacterias, entonces la barrera no es tan potente y entran esas toxinas. Hemos trabajado con dos que pueden tener relación con la diabetes», indica Tinahones. La entrada al organismo puede provocar resistencia a la insulina y generar diabetes tipo 2.

Y es que los avances de la ciencia y la resolución de ciertos problemas, por un lado, están ocasionando otros. «Hay que plantearse que los niños que nacen por cesárea tienen alguna predisposición a desarrollar diabetes 2 en el futuro», indica el médico, que señala que la lactancia artificial puede contribuir igualmente a ello. «Mientras el niño chupa el pezón de la madre, las bacterias que están en la piel de la madre incorporan bacterias buenas que pasan al intestino del niño y contribuyen a construir estas barreras. Un niño que toma un biberón con tetina esterilizada no tiene contacto con ninguna bacteria», apunta Tinahones, que señala que igualmente el abuso de antibióticos está ocasionando alteraciones en la microbiota, sobre todo en los niños. La excesiva asepsia que rodea hoy a los niños es, a juicio del director de la UGC de Endocrinología y Nutrición, negativa. «Es verdad que hoy los niños no se mueren de gastroenteritis, viven en ambientes asépticos pero la incorporación de las bacterias buenas es positiva», señala el experto, que cree en la necesidad de llegar a un equilibrio pues se están dando enfermedades que antes no existían o, al menos, no a estos niveles.

Además de este estudio, liderado por la investigadora del área de Endocrinología del Hospital Clínico, Isabel Moreno Indias, esta unidad ha recibido otros dos premios por trabajos de investigación, como el programa psicoeducativo de apoyo grupal para personas con debut de diabetes tipo 1 de Marisol Ruiz de Adana. Este programa, cuyo objetivo es capacitar a las personas con este tipo de dolencias de inicio para que asuman el control de su enfermedad con la máxima autonomía, ya ha beneficiado a 400 personas.

Otro de los trabajos premiados, liderado por la especialista Mercedes Clemente, analiza el papel que tiene la cirugía de la obesidad sobre los niveles de unas sustancias llamadas lipopolisacáridos bacterianos, que son producidas por determinadas bacterias en el intestino, demostrando que pacientes con enfermedades metabólicas como obesidad, diabetes o dislipemia tienen unos niveles elevados de estas moléculas en sangre. Por tanto, y según este estudio, los lipopolisacáridos podrían explicar por qué pacientes obesos, diabéticos o dislipémicos tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.