­­El arquitecto y urbanista malagueño Salvador Moreno Peralta acumula cerca de medio siglo de trayectoria profesional. Conversador incansable y con una profunda formación humanista, empezó muy joven en el oficio.

Afrontó el reto, junto a Damián Quero y José Seguí , de diseñar el Plan General de Ordenación Urbana de 1983, un plan que cambió, transformó y modernizó una Málaga anclada en el pasado y que le valió para recibir el Premio Nacional de Urbanismo. Es autor de distintos planes generales de ordenación urbana, de planes de rehabilitación de cascos históricos, como los barrios de Trinidad-Perchel y los Recintos Fortificados de Melilla, este último diploma Europa Nostra. En Málaga ha realizado edificios singulares como el ayuntamiento de Torremolinos, la Facultad de Derecho, la rehabilitación del parador de San Rafael para sede de Turismo Andaluz...

Pero en estos días, el nieto de quien fuese primer Marqués de Alborán se halla enfrascado en la difusión de una iniciativa pública que pretende renovar el tejido urbano del corazón de Torremolinos. Derrocha pasión al abordar esta cuestión, pero también pone el latir de su corazón ya veterano cuando le preguntamos por los pecados urbanísticos de la actual locomotora económica de Andalucía.

Acaba de presentar en público un proyecto que pretende hacer historia en una ciudad como Torremolinos, a través de la peatonalización del eje que conforman la plaza Costa del Sol y La Nogalera. ¿Cómo va a contribuir esta iniciativa a mejorar no sólo su entorno más cercano, sino al cinturón metropolitano de Málaga en su conjunto?

Estamos ante un momento fundamental, porque la ciudad aspira a reencontrarse con la modernidad que en su caso ha permanecido aletargada. Torremolinos se halla a la búsqueda de su cosmopolitismo perdido. Con la peatonalización del centro urbano, la creación de un macrocentro de ocio o comercial, que va a permitir mejorar los accesos a ese futuro espacio, el municipio va a poder dejar atrás aquel pasado de monumentos al turista y fuentes con caballos de color rosa. Tiempos ya pretéritos en los que la dejó atrás hasta la Marbella que tantas barbaridades tuvo que soportar. Torremolinos en sí misma tiene muchos valores de modernidad, de ciudad abierta, como sede para el orgullo y los colectivos LGTBI. Mantiene afortunadamente unas playas que son estupendas e incomparables, con profesionales que fueron pioneros, de los mejores de la Costa del Sol, y una enorme planta hotelera, también de las más destacadas de Andalucía, que está en pleno proceso de actualización.

¿Qué le falta en materia de infraestructuras?

A Torremolinos lo que le falta es dinero. Pero superada esa etapa en la que estaba languideciendo, ya se prepara para acoger espacios de tanto interés como ese centro para el ocio que será de ámbito autonómico, que tiene al frente a una de las firmas más importantes de Europa, y que ahora trata de solventar el problema técnico que supone readaptar la Autovía del Mediterráneo, la A-7, para que pueda ser capaz de recibir a unos 20 millones de visitantes anuales.

La ciudad de Málaga atraviesa un periodo único en cuanto a visitantes, pero buena parte de su milagro turístico se basa precisamente en la mejora de sus vías de comunicación.

Sin ninguna duda. Málaga durante décadas ejercía de extremo de la Costa del Sol. Los visitantes que llegaban al aeropuerto en muchos casos ni pasaban por ella, ni se fijaban en la zona oriental. Todo el litoral occidental acaparaba el protagonismo. El gran logro para el motor económico de Andalucía, que es la capital malagueña, fue la incorporación a la A-7 de una parte que es también Costa del Sol, y sus más de 30 municipios, con una riqueza patrimonial y paisajística capaces de competir con destinos y comarcas europeas tan conocidas como La Toscana. La Axarquía es el complemento perfecto a una costa que en algunas zonas estaba como dormida y que no terminaba de contribuir a que Málaga tuviese el papel que le corresponde.

Eso mismo ha dicho usted en alguna ocasión para referirse a la capital de la Axarquía.

Vélez Málaga, siendo una ciudad muy importante, con un patrimonio casi equiparable al que posee Antequera, ha pecado también de no servir de eje. Pero tiene otras circunstancias especiales. A mí se me encomendó hace dos décadas redactar su PGOU y, el pasado verano, un análisis en 48 horas para plantear la peatonalización de parte de su casco histórico. El problema en la Axarquía es que hay muchas Axarquía dentro de la Axarquía. Pero actúan como Reinos de Taifas. No se dan cuenta los distintos pueblos de que lo que funciona es la marca Axarquía. Falta algo de solidaridad y también que Vélez Málaga asuma su condición de capital. No dejamos desde fuera de decirles que se organicen mejor, pero no hay forma.

¿Y cuáles son los pecados urbanísticos de Málaga capital en esto de tener que asumir determinadas responsabilidades?

Aquí hablamos mucho de las inversiones que llegan, de los hoteles en el puerto que pueden ser y ante los que no nos preguntamos ni siquiera si son necesarios. Pero nadie habla de los inversores que ven todo lo que huele mal y que deciden irse. Se habla, pero poco, de que en el casco histórico se necesiten tres años para ver culminada la licencia para una heladería. Ahí sí que hay un tremenda responsabilidad, más allá del fenómeno cultural y de las polémicas que haya desatado la famosa carta de Antonio Banderas. Llevando 40 años con la intención de poner a Málaga cada vez más alto, soy el primer crítico. Pero las críticas tienen que ser fundamentadas. No podemos generalizar, ni arremeter contra toda la ciudad por una serie de comentarios en las redes sociales. Tener la piel demasiado fina también puede llegar a ser un problema.

¿De dónde parten esos atascos en las dependencias de urbanismo, esa falta de celeridad ante el capital inversor que finalmente se ve obligado a huir?

El drama es mayor de lo que podamos imaginar. Porque actualmente las decisiones, los movimientos de capital, se toman en nanosegundos. Y tenemos a nuestro alrededor países que trabajan para que así se completen las operaciones, en el menor tiempo posible. Aquí, por el contrario, reformar un edificio en pleno centro se ha convertido en una tortura. En muchas ocasiones, cuando consultas el origen de este tipo de problemas aparece aquello del conflicto institucional. Pero yo desplazo el epicentro de esta problemática. No puedes echarle la culpa a los funcionarios, sino a la sistemática dejación de responsabilidades políticas con el auge de determinados intereses gremiales.

¿Se refiere a que el sistema no está bien orquestado?

Hay una maraña administrativa del que son víctimas hasta los propios políticos, que no pueden ver culminados sus proyectos o programas electorales. Pero también lo son los funcionarios, que no tienen más que hacer cumplir la normativa que han aprobado los políticos previamente. Y por otra parte están los ciudadanos, los que en la espera se arruinan. Que en Málaga tardes casi dos años en lograr la licencia para hacer una casa de tres plantas es el colmo. Si miras lo que hay detrás, son informes y más informes, documentos y más documentos. Hasta hace falta un informe de Aena que suele tardar en ser resuelto unos seis meses. Es un locura. Detrás de cada cosa hay un laberinto interminable.

¿Cómo se le puede explicar tal situación a alguien que viene con toda la mejor voluntad de crear riqueza, puestos de trabajo o un nuevo elemento para que Málaga mejore como destino?

Lejos de garantizar los más delicados derechos del ciudadano, lo que se crea son unos corralitos de poder, competenciales. Imaginemos encima lo que supone la interferencia entre departamentos. Que el informe de turismo pueda ser contradictorio con el de Cultura, el de carácter arqueológico, el medioambiental... Como se garantizan todos los derechos, están garantizados indirectamente los intereses gremiales de cada uno de estos círculos de poder. El funcionario es también víctima. El problema está en quién ha organizado el sistema. Y desmontar esta infraestructura es inviable. La conclusión es que nadie se quiere mojar a la hora de hacer un informe, porque en muchos casos ha terminado hasta por judicializarse el día a día de la administración local. Todos los organismos de los que el Estado se ha dotado para un mayor control se han convertido en las mil ramas de un Gran Hermano vigilando cientos de normativas que hay que cumplir. Incumplir cualquier detalle puede encima llevarte ante un tribunal. Esto es lo que genera tanta esterilidad, esa excesiva burocracia.

¿Podría ilustrarnos con algún ejemplo concreto?

Sin ceñirnos a la provincia, en la comunidad autónoma tenemos el caso del pueblo granadino de Soportújar. Un delicioso enclave del Parque Nacional de Sierra Nevada, de apenas 300 habitantes, y 100 viviendas. En enero, el Boja publicó lo que suponía el fin a nueve años de trámites, un proceso masturbatorio de 182 páginas, a modo de nuevo planteamiento urbanístico, que terminaba en una irrisoria eyaculación de€¡47 viviendas!, que es lo que le permiten crecer al pueblo. Y así con tantos ejemplos.

Se trata del nuevo urbanismo.

Conviene recordar que entre la Aprobación Provisional del PGOU de Málaga de 1983 y la Resolución aprobatoria del Consejero transcurrieron apenas tres meses. Qué es lo que ha ocurrido desde entonces para que casi ningún municipio se atreva a redactar un nuevo PGOU y se refugie en las simples adaptaciones a la LOUA, ante el temor de que la tramitación de aquel pueda durar años, sin garantías, además de aprobación. Ya hemos visto además lo ocurrido en Marbella. Y que nadie diga que en los 80 había menos por ordenar, porque en Málaga el primer PGOU tuvo que hacer frente a varias décadas de anarquía urbanística y un estado general de infraurbanización. Pero entonces con las administraciones sectoriales se colaboraba y discutía. Ahora son arrogantes y están encima amparadas en la impunidad del silencio administrativo negativo. Son displicentes y ajenas al marasmo socioeconómico que vive nuestra región, al que encima han contribuido en gran medida.

No se le ve ni siquiera un poco optimista respecto al futuro.

Falta la autocrítica. No se observan instancias políticas, de partido o parlamentarias que se atrevan a pedir cuentas por esta ineficacia. Insisto en que aquí hasta se trazan servidumbres aeronáuticas por donde no pasan aviones.

Al menos sí que tiene sobre la mesa muchas ilusiones, todas las que nacen de ese proyecto que se plantea como el renacimiento de una ciudad como Torremolinos, que fuese referente mundial y no pierde la esperanza de revivir sus mejores tiempos.

Torremolinos no está muerto, sino que ha vivido el irreversible final de un ciclo. Si algo cabe reprocharle al municipio es no haberse dado cuenta de que ese ciclo terminó hace dos décadas, y ha estado viviendo ensimismado, intentando competir en un mundo que ya no era el suyo. Si algún sentido tiene hablar en Torremolinos de un Regreso al Futuro es, precisamente, por extraer de sus inicios y de su corto pero esplendoroso pasado aquellos atributos de modernidad que le permitieron ejercer su emblemático liderazgo.

¿Qué joyas son las más destacadas como elementos de un pasado rabiosamente moderno?

En el espíritu que está por rescatar figuran unos primeros hoteles que eran pequeñas reliquias de la arquitectura racionalista, como el Pez Espada, el Carihuela Palace o el Castillo de Santa Clara. Pero también elementos como el Colegio de Huérfanos de Ferroviarios, el Sanatorio Marítimo, el bazar Aladino, el conjunto de La Nogalera o el Palacio de Congresos.