Doce años de trabajo les ha llevado terminar este auténtico Cossío de La Malagueta en quince tomos. La obra de los malagueños Cosme Rueda y Enrique Recio es tan ingente y aporta tanto material para los aficionados a la Historia de Málaga y a los toros, que esta sección publica ahora una cuarta entrega (la primera de ellas, publicada en 2013) para al menos recoger pinceladas de la evolución del coso taurino, escenario no solo de corridas de toros sino de los espectáculos más curiosos.

En el caso que nos ocupa, el cambio y arranque del siglo XX, recogido en los tomos IV al VI (1896-1910), hay que recordar las carreras de bicicletas y de cintas que se celebraron en mayo de 1896. En la primera de ellas, Julián Lozano se embolsó 500 pesetas de la época al dar 25 vueltas a La Malagueta en 7 minutos y 26 segundos.

En ese mismo año, una novillada resultó inolvidable para los aficionados por la espantada del novillero el Canario, en el sexto toro. «La policía practicó después activas pesquisas para capturar al Canario, averiguándose que el fugitivo se dirigió desde la plaza al hotel donde se hospedaba, y luego de cambiarse de ropa se fue en unión de varios amigos», cuenta una crónica. Se le vio dos días más tarde en la estación de Bobadilla y, decían los testigos, todavía estaba blanco del susto.

Por cierto que en esos años de transición del siglo XIX al XX torearon en el coso de Málaga dos toreras catalanas que dejaron muy buen recuerdo: Ángeles Pagés y Dolores Petrel, Angelita y Lolita. «Tienen hechuras toreras, soltura con el capote, habilidad con el trapo y su trabajo resulta una especie de miniatura del toreo alegre y movido donde puso cátedra Guerra. Estas chicas con el tiempo serán dos Guerras (la de Cuba y Filipinas)», cuenta un cronista, influenciado como se ve por la inminente guerra contra Estados Unidos.

Tampoco faltó el famoso don Tancredo o cuando menos, una persona que imitaba al original, don Tancredo López. El tercer toro de una tarde de 1901 en La Malagueta salió al ruedo y al ver a don Tancredo (el hombre vestido de blanco sobre un pedestal para emular una estatua) arrancó veloz «como una flecha» y cuando el público creía que el inmutable personaje iba a salir por los aires, el cronista cuenta que «al llegar casi a rozar las piernas de la estatua, paróse en firme y se quedó cabeceando, como asombrado de que aquella cosa no se quitara de en medio al verlo venir».

Y hablando de afición, también la hubo dispuesta a armarla hasta extremos indecibles. Ocurrió una aciaga tarde de septiembre de 1901, a raíz de un toro cuya mansedumbre cabreó al respetable, hasta el punto de que varios sujetos saltaron a la plaza, mientras otros empezaron a destrozar los bancos y a arrojarlos al coso. Algunos,hasta intentaron incendiar la barrera. A todo esto, el toro se olvidó de su mansedumbre y volteó a un muchacho, por lo que la Guardia Civil tuvo que intervenir para cortar por lo sano, mientras parte del público escapaba a la carrera de La Malagueta. «Las escenas de salvajismo que se sucedieron no se ven en ningún país civilizado», resaltaba un dolido cronista que firmaba como Aflicciones.

Una de las actuaciones más exóticas -bicicletas aparte-, fue la celebración de un espectáculo de moros y cristianos en 1902 en el que los dos bandos se dispusieron a torear. La reseña, que tachó el espectáculo de «mamarrachada», señaló que «solamente la baratura de la entrada hizo que el público tolerase aquellos moros de guardarropía y aquellos toreros improvisados que no tenían la menor noción del arte».

Pero si los moros y cristianos no eran lo bastante excéntricos, en septiembre de 1903 toreó y actuó nada menos que la conocida Murga Gaditana, que compaginaba actuaciones en el café España con «toreo de chufla», como lo calificaba el sufrido crítico taurino.

La corrida benéfica

Una importante tarde para La Malagueta fue la corrida benéfica, celebrada el 27 de octubre de 1907, para socorrer a los damnificados por la terrible riá de septiembre de ese año.

Organizada por el Círculo Mercantil de Málaga, se lidiaron seis toros de José Moreno Santamaría para Algabeño, Lagartijo, Morenito de Algeciras, Vicente Pastor, Bienvenida y Manuel Rodríguez, Manolete (el padre del famoso Manolete). «La corrida, en conjunto, satisfizo grandemente a la afición», dijo la prensa.

Los investigadores también incluyen opiniones que demuestran que detractores de la fiesta nacional los ha habido siempre. En el periódico malagueño El Popular, en 1908, A. Zamudio publicó un artículo titulado ·¿Por qué no se suprimen las corridas de toros?, en el que entre otras cosas escribe: «Lo que subleva a todo el que discurre con la cabeza (...) es que animales nobles y útiles como el caballo y el toro, se lancen a un círculo cerrado,y, a la vista de la juventud (...) se martiricen y se destrocen con crueldad inaudita».

Los festejos de agosto de 1909 tuvieron la particularidad de que no se llegaron a celebrar por la Guerra de Melilla. «No pueden celebrarse festejos donde hay desgracias que lamentar», argumentó La Unión Mercantil.

Por último, la temporada de 1910 fue la del debut con traje de luces del potentado malagueño Rafael Gómez Bradley, propietario de la finca de Vistafranca, donde celebraba espléndidas novilladas. El 22 de mayo de 1910 se estrenó en La Malagueta acompañado por Gallito II. La Unión Ilustrada destacó que «su debut constituyó un triunfo inmenso, legítimo y colosal» y que la plaza, estuvo «rebosante de público».

Historias de La Malagueta, recuperadas gracias a estos dos pacientes y brillantes investigadores malagueños.