Hace muchos años fue destinado a Alcaucín, uno de los muchos pueblos que conforman la Axarquía o comarca de Vélez-Málaga, un médico joven que se iniciaba en la profesión. Se había licenciado en la Universidad de Granada y su primer destino fue en la provincia de Málaga.

Tiempo después, y siguiendo su tendencia a consagrarse a la odontología, tras desempeñar otros destinos, se instaló en Málaga capital donde montó consulta, y años después otra en Fuengirola.

Lo conocí porque un colega de los medios de comunicación me lo recomendó. Fue el primer odontólogo que me atendió, y durante muchos años no solo fui su paciente sino que trabé cierta amistad con él. Con su mujer y la mía fuimos de copas algunas veces.

En una de las largas conversaciones en las que tocábamos todos los temas, me contó detalles de sus primeros años como médico en la localidad malagueña de Alcaucín. Me decía que en pueblo atendía toda clase de pacientes, incluso hizo de partero en algunos casos porque en las pequeñas localidades los médicos han de atender todos los casos que se presenten, especialmente los urgentes.

De sus recuerdos de Alcaucín me contó lo que supuso por él una sorpresa. La salud dental de los habitantes, tanto niños como adultos, gozaba por lo general de una buena dentadura. Pocas caries, pocas extracciones, bocas sanas… Como por aquel entonces se estaba preparando para la especialidad que después desarrolló en Málaga y Fuengirola, le llamó la atención el hecho apuntado: los alcaucimeños destacaban sobre los de otros municipios cercanos por su salud dental.

Este, digamos descubrimiento, interesó al joven galeno y pensó que la razón de esa calidad bucal se debería a las características del agua que se consumía en la población. En su composición habría algún elemento de los muchos que conforman el agua que tenía valores positivos para la conservación de la dentadura.

Pero el estudio, e investigación, quedó aparcado porque su traslado a Málaga, montaje de la consulta en un lugar céntrico de la ciudad e inicio de su carrera como médico-dentista , ocuparon su tiempo.

En una de aquellas charlas y conversaciones en la consulta y en los bares y restaurantes que algunas veces frecuentábamos, me contó su hallazgo y su intención de ahondar en el tema.

El tiempo pasó…, hasta hoy. Jubilado y un estado de salud delicado, hace unos meses falleció y el «secreto» del agua de Alcaucín sigue siendo un secreto por desentrañar. Quizás este capítulo de las Memorias de Málaga despierte el interés de alguien. Lo que desconozco, y esto es muy importante, antes de proceder a analizar el agua que utilizaban para beber los alcaucimeños es comprobar si el agua que se suministra hoy procede del mismo manantial o pozo o procede de otras fuentes. La única referencia que he encontrado sobre el agua de Alcaucín la he encontrado en el libro Conocer Málaga, escrito por Francisco Lancha, periodista malagueño fallecido hace unos años. Escribía Lancha: «El río Alcaucín cruza el término municipal y en él vierten varios arroyos, como el de los Alcázares, que nace en el corazón de Sierra Tejeda. El municipio de Alcaucín es rico en aguas medicinales (manantial de Las Majadas) y minerales (fuentes del Espino de Puente don Manuel y de los Caños)». Otro paso es comprobar si la salud dental de los actuales habitantes de Alcaucín es superior a la de los vecinos de otros pueblos de la zona o si los nuevos alimentos superazucarados han podido más que las virtudes del agua.

Los andares delos canilleros

Los canilleros, para entendernos bien, son los nacidos en Canillas de Aceituno, otro pueblo de la Axarquía. Y el canillero más famoso es el cantaor de flamenco Antonio de Canillas, que pese a su edad sigue cantado, haciendo «bolos» en verano, ganando premios y siendo elegido para certámenes y festivales flamenco que se organizan en Málaga y Andalucía en general, especialmente en los meses de verano. En el verano de 2016, el Ayuntamiento Canillas organizó el I Concurso de Flamenco con el nombre del famoso cantaor.

Me contó que todos los canilleros -o casi todos- tienen en común la forma de andar. Me señaló la posición de sus pies a la hora de caminar. Observé que las puntas de los pies no se dirigen hacia fuera sino más bien hacia dentro. No es defecto de nacimiento ni de los genes. Los pies, al andar, tienden a girar hacia el centro, hacia dentro. Y me explicó por qué de este defecto o manera de andar. Como Canillas es un pueblo de calles empinadas y adoquinadas o empedradas, desde niños, para caminar sin peligro de caerse por las razones del piso y abundancia de calles empinadas, dirigen las puntas de los pies hacia dentro.

Como han pasado muchos años de aquella revelación desconozco la situación actual de las calles de Canillas. Supongo que seguirán siendo empinadas; quizá las nuevas pavimentaciones y enlosados hayan sido sustituido los antiguos empedrados que obligaron a los vecinos andar con las puntas de los pies hacia dentro.

Yo, la última vez que estuve en Canillas, fue hace cincuenta años. Supongo que las cosas habrán cambiado a mejor. Lo que sí recuerdo de mi visita fue la vestimenta del policía municipal, porque entonces solamente había uno. El alcalde diseñó un uniforme, con la gorra de plato correspondiente, que recordaba a los mariscales y generales de la antigua Unión Soviética y los adláteres del «rey» de Corea del Norte, Kim Jong.

Doy por descontado que hoy habrá en la plantilla más de un municipal con un uniforme menos aparatoso.Otro Canillas, pero de Albaida

No lejos de Canillas de Aceituno hay otro Canillas, Canillas de Albaida, perteneciente también a la Axarquía. En este pueblo, que en 1953 tenía unos mil habitantes, estuve en septiembre del citado año. Por cierto, los dos Canillas utilizan e mismo gentilicio. Canilleros son los de uno y otro municipio.

Se había clausurado el I Festival de Cine Español, en cuya organización participé de forma activa, tan activa que, utilizando expresiones malagueñas, me dejó hecho un vendo o guarnío. Quise aislarme unos días, y alguien me recomendó que me fuera a Canillas de Albaida y que me alojara en la pensión, creo recordar, de doña Pilar.

Allá que me fui en un autobús que tenía salida de Málaga todas las tardes, con paradas en Algarrobo, Sayalonga, Cómpeta, Canillas de Albaida y Archez. ¡Menudo viaje con no sé cuantas curvas!

Me alojé en la citada pensión, y cuando pregunté por el baño o water closet -todavía la RAE no había admitido la palabra váter-, la dueña me indicó, «ahí en los maizales». Total, que había que atender las necesidades corporales en una pequeña parcela dedicada a la plantación de maíz.

Soñé con pasar unos días de relax absoluto…, pero varios jóvenes me reconocieron y me agasajaron porque formaban parte de una «peña» que seguía todos los jueves mi programa «Tobogán» de Radio Nacional. Casi todas las tardes se reunían en la plaza para charlar y jugar al dominó, pero el dominó doble, de no sé cuantas fichas y que ellos retenían en la memoria como la cosa más natural del mundo.