Manju Bhagwan no puede evitar sonreír cuando recuerda a los clientes de toda la vida que en estos días le preguntan a dónde van a ir ahora, después de tantos años de confianza. «Pero ahora hay que descansar -ríe- ya hemos trabajado bastante».

Manju, de 67 años, junto a su marido Bhagwan Karamchand, de 68, es el matrimonio indio propietario del Bazar Kirpa (significa bendición de dios) que abrió sus puertas el año del Mundial de España. 36 años separan las paradas de Arconada del próximo martes 27, cuando el bazar cierre las puertas con tecnología india, china y japonesa a saldo y regalos de material de otra época para todos los clientes, sean compradores o no.

Las obras de la propiedad en el local, que quiere montar otro negocio, han adelantado un año la despedida como comerciantes de la pareja, que contaba con cerrar en 2019 para pagar él último año de la hipoteca de su piso en Huelin. Ahora, tendrán que afrontarlo con sus pensiones de autónomos.

Esta aventura comercial, a miles de kilómetros de su país natal, comenzó el día que Bhagwan -o Paco, como muchos le llaman en Málaga- estando estudiando inglés en la India con un amigo, recibió la visita del hermano mayor de este, dueño del bazar Marisol en Ceuta, que le preguntó si quería venirse a España a trabajar.

«Yo de España no sabía nada, había escuchado que muchos compatriotas nuestros estaban allí», explica. Bhagwan era hijo único y sin padre por eso comenta que a su madre «le pareció duro, pero qué iba a hacer yo: para trabajar había que hacer algo, así que me vine para acá y ya está».

En el avión a España, por cierto, se pasó todo el vuelo aprendiendo a contar de 1 a 100 en español, «para, por lo menos, decirle al cliente cuánto valían las cosas». A los tres meses en Ceuta, ya se desenvolvía con soltura en nuestra lengua porque como subraya, «ningún idioma es difícil, para aprender uno sólo hace falta tener interés y necesidad». Comenzaba una etapa de 11 años en los que, cada tres años de trabajo, podía tomarse un mes de vacaciones para viajar a la India.

Bhagwan o Paco trabajaba en Ceuta cuando su familia le arregló una cita en la India con Manju, su futura mujer. «Ella era de Madrás, primero vio fotos mías, le gustaron y vino a Pune, a mi ciudad, a conocerme. Yo no había visto fotos de ella», sonríe.

La cita fue un éxito porque la pareja se casó a los 15 días en la ciudad natal de él, así que Manju se incorporó al trabajo en el bazar Marisol de Ceuta, en unos tiempos en los que los indios, como se conocían esas tiendas en España, estaban a tope de clientes. «Abríamos a las 9 de la mañana y ya había 20 o 30 personas esperando fuera para comprar radios, radiocasetes, relojes, cámaras de fotos y sobre todo, paraguas», explica Bhagwan.

En Ceuta nacieron sus dos hijos, primero ella, Poonam, que significa Luna llena, luego él, Rakesh. Los dos niños estuvieron muy unidos a su abuela paterna Rukmani, que además de atenderlos mientras sus padres estaban en la tienda, les enseñó una modalidad muy dulce de sindi, una de las lenguas de la India. El hindi, la lengua oficial del país junto al inglés, lo aprenderían viendo películas de Bollywood, explica Rakesh.

En 1982, a la vista de que en Ceuta el negocio ya no era tan rentable, por la llegada de productos traídos directamente de Japón, Bhagwan decidió abrir su propia tienda y eligió Málaga. «Vi que era un buen sitio y en cuanto a esta tienda, llevaba tres años cerrada y cuando la pude ver por dentro, pensé que estaba bien y que sólo había que hacer limpieza».

En el número 84 de calle Carretería nacía el Bazar Kirpa, en unos tiempos en los que los relojes calculadora arrasaban en las primeras comuniones y las maquinitas y las videoconsolas de Atari eran el no va más de la tecnología del ocio.

Desde el principio, el matrimonio abogó por dar la máxima seriedad y garantía al negocio, un marchamo que todavía le reconocen antiguos clientes de la tienda. «Por entonces era más la electrónica, el radiocasete del coche... y teníamos un técnico que arreglaba los aparatos. A lo mejor venía un cliente diciendo que su aparato se lo habíamos vendido roto y se lo reparábamos, aunque fuera mentira, porque entonces el cliente se quedaba contento, eso le daba más confianza y volvía a comprar», sonríe Bhagwan.

«Siempre han pensado que vendíamos cosas buenas y por eso venían aquí», destaca Manju.

Sus hijos, mientras, compaginaban el colegio con la ayuda en la tienda. Como explica Rakesh B. Narwani, «investigaba qué juegos se vendían más me compraba el Hobby Consola y claro, luego había que probarlos...», ríe.

El hijo de Bhagwan y Manju recuerda la ocasión, cuando ni siquiera llegaba al mostrador, en la que depositó las pilas que buscaba un cliente, que aparecieron delante del comprador como por arte de magia, o hablando de pilas, la oferta estrella de ocho pilas por veinte duros que hizo que incluso un conductor de la línea 5 de la EMT hiciera una parada extra con el autobús, delante de la tienda, con el fin de comprar las pilas a toda velocidad y regresar, para pasmo de los viajeros.

Con el paso del tiempo, la oferta también ha cambiado y empezaron a llegar bombillas, cables, «y un día me vino un cliente y me preguntó, ¿tiene móviles?, y no tenía; al tercero que me lo preguntó me dije: ¿y por qué no vender móviles?», explica Bhagwan Karamchand, así que desde entonces han vendido los últimos móviles del mercado, además de repararlos.

El bazar de mis padres

Rakesh ha heredado la afición de su padre por los vídeos y las películas -esas de los Hermanos Marx que les ponía de pequeños- por eso estudió audiovisuales y hoy está al frente de Objetivo 50, una empresa de alquiler y servicios audiovisuales que le ha dado alegrías como la participación en el Festival de Cine de Málaga con sus cortos y documentales y el premio del público.

Por eso, como está convencido de que el negocio familiar es tan digno de una historia como El bazar de las sorpresas de Lubitsch, lleva un año rodando el final made in Bollywood de la tienda, un documental que llevará por título El bazar de mis padres y que confía en estrenar en el Festival de Cine de Málaga de 2019.

«Me fui a la India a hacer un documental y grabé cuatro cosas. Luego pensé que la India para mí es esta tienda», resalta el realizador.

«El documental es un regalo muy grande para nosotros», confiesa su madre. Cuando la tienda cierre en la tarde del martes 27, después de tantos años trabajando seis días a la semana, Manju cuenta que quiere dedicar tiempo a su familia, a su nieta Roshni (Luz) y también a dar paseos.

Bhagwan quiere dedicarse al vídeo y la fotografía aunque, admite, «no sabemos cómo despertar sin despertador». El testigo del comercio familiar lo tomarán su hija Poonam y su marido, Prem, los padres de su nieta, que regentan la tienda Movilandia en la avenida de Velázquez, 39, frente al antiguo bingo El Torcal. Cierra el Bazar Kirpa, pero la aventura que unió la India con España continúa en la gran pantalla de Málaga.