Marejada en Podemos a nivel interno. Dicho así, tampoco es algo que sorprenda mucho a estas alturas. La formación morada siempre ha sido un partido contundente a la hora de sacar a pasear sus inquietudes. Hasta amistades personales se han llevado por delante las desavenencias surgidas en algún momento. Ahora pasa lo siguiente: Teresa Rodríguez, la voz cantante en Andalucía, quiere acudir a los próximos ciclos electorales de 2019 de la mano de lo que considera «un partido hermano», es decir Izquierda Unida. Ganar las elecciones andaluzas y municipales de ese año con una confluencia que consiste, a efectos prácticos, en una coalición electoral entre ambos partidos y todo el que se vaya sumando por el camino. Dentro del espectro ideológico de la izquierda, claro. Una aspiración legítima que ya se ha traducido en el alumbramiento de un acuerdo marco con IU, pero con consecuencias dentro de su propio partido, donde ha surgido una facción que se muestra preocupada por el camino emprendido, y con el que no comulgan. Los cargos descontentos ya se han unido para formar un nuevo sector crítico. Es curiosa, al menos desde el punto de vista estratégico, esa enorme capacidad que atesora la formación para buscarse un enemigo interno con el ejército de contrincantes políticos que ya tiene fuera. Ayer, se celebró en Málaga una asamblea para articular una plataforma acuñada con el nombre de 'Defender Podemos Andalucía'. Las personas que hay detrás culpan a Rodríguez de querer desdibujar a Podemos hasta llevar al partido a lo que sería, de facto, su desaparición en Andalucía. Una de las impulsoras, Isabel Franco, a la vez diputada en el Congreso de los Diputados, se mostró contundente: la confluencia con IU supone «desconectar, desenchufa y apagar». Acto seguido, dimitió de la ejecutiva regional. Las tensiones que se desprenden debido a los planes de futuro de Podemos e IU se producen justo después de que los líderes provinciales de ambos partidos hayan presentado la confluencia en Málaga. El pasado viernes, Guzmán Ahumada y Alejandro Serrato se presentaron como un matrimonio político bien avenido. Desde que se selló el preacuerdo, ha quedado claro que la confluencia resultante quedará sometida a la celebración de unas primarias que, a su vez, darán lugar a las listas para el Ayuntamiento. Un hecho de suma importancia que se visualiza mejor en un ejemplo práctico sacado de la actual composición de concejales en el Consistorio de Málaga: si Eduardo Zorrilla ganara las primarias, Juan José Espinosa tendría que ir, en el mejor de los casos, de número tres (listas paritarias). Con el consiguiente riesgo elevado de quedarse fuera en el futuro reparto de actas. Justo aquí engancha una de las principales reclamaciones del nuevo sector crítico: que nada se dé por hecho hasta que no se vote por la militancia. «Los pasos hasta ahora dados por parte de la dirección andaluza no han sido sometidos a consulta y las personas que hacemos Podemos queremos y debemos decidir», reza el manifiesto ratificado ayer en Málaga. La petición no se intuye chocante, más bien todo lo contrario, en un partido que acostumbra a llamar libremente a sus bases, hasta para convenir sobre las casas que se calzan sus dirigentes.

A Rodríguez, de momento, no le importa que haya un sector que le haga la oposición desde dentro. Al revés, dijo saludarlo por tratarse de un síntoma de «salud democrática». «Hasta el día 16 de junio se pueden presentar propuestas de reglamento para decidir cómo votarán las bases», añadió. Hoy llega a Málaga, donde estará acompañada, precisamente, por Antonio Maíllo. A éste también le han salido algunas voces críticas en su partido. Lo paradójico es que ambos tienen formación docente, pero el último ya tiene a los suyos calmados.