­ El 23 por ciento de los menores malagueños y andaluces presenta sobrepeso u obesidad, un porcentaje sobre el que la comunidad sanitaria e investigadora advierte ante las futuras patologías cardiometabólicas que pueden desarrolar de manera precoz e incluso enfermedades crónicas; un escenario que no dudaron en tildar como «epidemia».

Con el objetivo de estudiar si a través de hábitos saludables se puede prevenir complicaciones metabólicas en niños con sobrepeso u obesidad pero «sanos», el Hospital Regional y el Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (Ibima) están inmersos desde hace un año en un estudio.

Hasta 130 niños de entre 4 y 9 años de 34 colegios diferentes repartidos por la ciudad participan en este estudio, que demuestra que con la práctica de ejercicio diario y la implantación de hábitos alimenticios saludables, los pequeños han mejorado con respecto a su situación hace un año.

La investigadora principal del proyecto, María Rosa Bernal, destacó que en la fase de selección se detectaron en los colegios 944 menores obesos, de los cuales, las familias de 777 niños descartaron participar en el programa a pesar de conocer la situación del menor y detallarles el programa. «No se percibe como una amenaza para la salud y, además, un estudio clínico de estas características es muy exigente, explicó el director de Medicina Interna del Hospital Regional, Ricardo Gómez.

Aunque los pequeños podrían pasar cualquier chequeo de un pediatra, entre los 130 participantes se detectaron a través de pruebas específicas altos niveles de colesterol y triglicéridos, una elevada resistencia a la insulina e incluso el 30 por ciento ya tenía un engrosamiento ligero de la carótida. Todo ello se sumaba a una elevada tasa de sedentarismo y hábitos alimenticios poco recomendados en algunos casos. Un programa al que le precede un estudio entre mujeres metabólicamente sanas pero obesas.

Desde que se inició el programa, los menores han perdido peso, presentan mejores niveles de lípidicos y glucémicos, han descendido sus niveles de resistencia a la insulina y, lo más importante para los organizadores, han iniciado un cambio de hábitos y concienciación. Sin embargo, los expertos advirtieron de que entre los menores que no presentaban sobrepeso también puede haber problemas de salud similares. El nutricionista de la Unidad de Gestión Clínica Endocrinología y Nutrición del Hospital Clínico, Alberto Vilches, aseguró que el programa nutricional está basado en la dieta mediterránea y en concienciar a familias y niños sobre la importancia de cambiar ciertos hábitos. «Se trabaja la implicación y educación nutricional. Hay que comer sano para estar sano», explicó.

Cristina Maldonado, una de las madres participantes en el proyecto con su hijo Elías, de nueve años, detalló que lo más complicado de este último año ha sido eliminar las «porquerías» y dosificar ciertos alimentos. «Lo que más me ha costado ha sido salir a la calle y la alimentación», resumió el pequeño. La consola queda a un lado para jugar con la bici o hacer deporte y en los recreos ahora lleva fruta o frutos secos en vez de bollería industrial.

Un cambio en la alimentación al que le ha seguido la práctica de ejercicio en las instalaciones del colegio Miraflores de los Ángeles donde monitores impartían clases a diario de 18 a 20 horas.

Con una tasa de sedentarismo tan elevada entre los participantes, los organizadores destacaron que los menores no sabían correr al inicio del programa, una situación que ha mejorado tras aumentar el tiempo de actividad moderada en estos meses e incluso ya realizan una actividad vigorosa a través de diversas actividades como deportes cooperativos y alternativos, bailes populares o danza, según explicó el investigador postdoctoral del Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga, Javier Benítez. A través de un acelerómetro controlan los tiempos de ejercicio que realizan los menores, que han pasado de 13 minutos de actividad moderada a 33 minutos en este último año.

La falta de actividad que impera entre los pequeños en la actualidad se debe a varias causas según expuso Benítez. Las familias se muestran a favor de que practiquen ejercicio pero quieren que lo hagan en un entorno seguro, una nueva forma de hacer actividades y que difiere de las interminables horas de juego y calle que tenían las generaciones anteriores. Un nuevo estilo de vida al que se suma el elevado consumo «de pantallas» que hacen los menores con videojuegos, tabletas y televisión.

El programa tiene una duración de tres años y en la próxima etapa los investigadores estudiarán si existen algún componente genético entre los participantes para desarrollar obesidad.