No todos los promotores de hoteles tienen conciencia de lo que se juegan cuando se embarcan en una operación tan costosa como teóricamente rentable. Un hotel, con las estrellas que la autoridad competente le adjudique, tiene que reunir una serie de servicios que no todos los que ponen su dinero en la empresa tienen en cuenta.

No voy a citar los nombres ni las localidades de Málaga capital y provincia en que se levantaron determinados alojamientos; con matizar Málaga a secas es suficiente. Tampoco voy a aclarar si están abiertos o cerraron, modificaron su estructura, cambiaron de propietarios€

Música

El primero caso fue el de un emprendedor que no tenía ni la menor idea de lo que era el confort para los futuros huéspedes. Quiso epatar a la competencia montando un sistema que a nadie se le había ocurrido instalar: dotar a cada una de las habitaciones de un altavoz que le permitiera a los clientes oír música ambiental. Un adelanto a lo que se produjo años más tarde con el hilo musical. Una innovación de manos de Radio Nacional y Telefónica.

La oferta del hotel, dotando de música ambiental suites y habitaciones, fue una novedad en la incipiente industria hotelera de Málaga.

Pero al avispado promotor se le escapó algo tan elemental como no dejar al huésped decidir si quería oír música celestial durante la siesta, o levantarse con una sinfonía de Beethoven. Los ocupantes no podían suprimir el sonido ni siquiera subir o bajar el volumen porque no se dotó cada habitación de un interruptor para interrumpir la música o subir o bajar el volumen.

El invento fracasó porque los clientes no tenían la posibilidad de interrumpir la música; más de uno cambió de alojamiento por no poder decidir si se le antojaba o no oír a Xavier Cugat, Bonet de San Pedro, Antonio Machín, Jorge Sepúlveda o el dúo de La verbena de la Paloma. Resumiendo: música por imperativo empresarial.

Pepsi

Otra idea -mala idea- fue la del responsable de otro hotel con bar y restaurante de cierta categoría. Decidió, quizá porque el distribuidor de cierta bebida le ofreció unos apetitosos descuentos, prescindir de una marca y ofrecer al consumidor solo una. No importa revelar las marcas porque es un caso anecdótico. Las dos marcas que competían, y compiten, en el mercado, eran Coca-Cola y Pepsi Cola. Cuando un cliente pedía Coca-Cola, el camarero le informaba que solo podía servir Pepsi.

Muchos clientes optaron por no frecuentar el establecimiento porque tanto en las colas como en otras muchas bebidas la oferta debe ser variada. Pepsi, o nada. Total, que perdió clientela.

Variedad

Otro empresario hotelero -tampoco debió de ser experto en la materia- cuando cambió impresiones con el arquitecto que iba a diseñar los planos sugirió que las habitaciones y suites fueran diferentes, que no hubiera dos iguales, no solo en el tamaño de las habitaciones sino en el mobiliario, como camas, tresillos, cortinas, sanitarios, lámparas, moquetas y alfombras, decoración€ Cada habitación tenía que responder a un criterio diferente.

El proyecto se llevó a cabo y el hotel empezó a funcionar€ hasta que la gobernanta, contratada para dirigir al personal y que todo fuera de acuerdo con el criterio del empresario, decidió presentar la dimisión. Al no ser las camas iguales las sábanas no servían para todas las habitaciones; las cortinas, al ser de colores y tamaños diferentes, complicaban el mantenimiento diario; los toalleros y toallas tampoco eran uniformes€

La gobernanta, que tenía experiencia porque había trabajado en hoteles de Casablanca y otras ciudades del norte de África, se sintió impotente para que todo funcionara como se esperaba de ella, renunció a su buen empleo.

Más fallos

Otros fallos en los inicios de la Costa del Sol se fueron subsanando con el tiempo y la llegada de personal experimentado en las distintas ramas de la hostelería, como directores, recepcionistas, conserjes, cocineros, jefes de cocina, camareros€

La improvisación, la falta de formación, la escasez de personal bilingüe o trilingüe€ provocó más de un problema. No había, por ejemplo, camareros que supieran preparar y servir una mesa, ni recepcionistas que hablaran inglés y francés, y no digamos alemán o sueco. Donde más se notaba la falta de personal cualificado era en el sector de los sirvientes o camareros. En Málaga capital había buenos camareros, pero estaban en los establecimientos más señeros de la ciudad, como el Hotel Miramar, Antonio Martín, La Alegría, la Gran Peña, el Aeroclub, el Emperatriz€, pero pocos para la demanda de la pujante de la industria hotelera de la Costa del Sol.

Esa falta de profesionales dio lugar a incidentes y anécdotas curiosas, algunas de las cuales comenté en uno de los capítulos de estas memorias. La puesta en marcha de la sección de hostelería de la llamada Escuela Franco (Institución Sindical de Formación Profesional Francisco Franco), la escuela Santa Marta de Marbella, el hotel-escuela -¿San Nicolás?- en la misma ciudad marbellí y después las escuelas de La Cónsula, las de Benalmádena y Mijas, la de Archidona y otros centros similares han ido preparando personal para atender la gran demanda no solo de camareros sino de cocineros, recepcionistas y de toda la gama de empleos que requiere una industria tan importante como es el turismo.

Pero para llegar al día de hoy ha habido que superar muchas etapas, como aquella registrada en el hotel Pez Espada en una cena presidida por un ministro del Gobierno de entonces. Un camarero se dirigió en voz alta a otro compañero que estaba sirviendo una galletitas para acompañar un helado y textualmente le dijo: «Chicui, una por barba». Nadie me lo ha contado: Yo estaba allí.