«No veo bien la pizarra». «Me cuesta comprender lo que leo». «No retengo cuando estudio». Son algunas frases que puede repetir un alumno si tiene algún tipo de disfunción visual. Ver bien, tanto de lejos como de cerca, es fundamental para favorecer los procesos de enseñanza y de aprendizaje en el colegio y, en ocasiones, llega a ser un factor que determina el éxito o fracaso del escolar durante la etapa académica. De hecho, estudios recientes determinan que para un tercio de los alumnos que sacan malas notas, la causa no se debe a su apatía o a una actitud de rechazo al estudio, sino a que tienen algún tipo de alteración visual desconocida o ignorada.

El 80% de la información que recibe el cerebro llega a través de los ojos. Por tanto, el sentido de la vista tiene una gran importancia en el desarrollo y aprendizaje del alumno. El Colegio Oficial de Ópticos y Optometristsa de Andalucía señala que a lo largo del día, los menores someten su visión a un elevado número de tareas, como la lectura, estudios, deportes, televisión o jugar con videojuegos. Esto supone que sus ojos trabajen a pleno rendimiento durante toda la jornada, siendo más fácil que aparezcan problemas como cefaleas, escozor y dolor ocular, entre otros. «Se trata de indicadores de dificultades visuales que, si no son evaluadas y tratadas por un especialista, pueden traducirse en falta de atención o en notas de clase más bajas de lo normal», explica el organismo colegial.

Así lo creen también los docentes. Rocío Gómez y Auxi Ruz, orientadora y profesora de Infantil del colegio San Bartolomé, de los Salesianos de Málaga respectivamente, indican algunos síntomas que deben alertar a profesorado y a las familias ante la posibilidad de que el niño sufra alguna anomalía visual. ¿Cómo saber si nuestros hijos ven bien? Algunas conductas pueden ayudar a detectar problemas. Por ejemplo, si el alumnos se acerca mucho a los libros, la tablet o a la televisión. También si se distrae al leer o escribir, o muestra baja compresión de lo que acaba de leer. También si el niño se fatiga en exceso cuando es sometido a estímulos visuales, o tiene una mala escritura a mano. Asimismo, los niños que entornan los ojos para ver la pizarra o fijarse en detalles lejanos, se quejan de visión borrosa, de fatiga visual o de dolor de cabeza, pueden tener algún tipo de dolencia, fatiga visual y/o dolor de cabeza. Otros síntomas pueden ser inquietud durante las clases, invertir las letras o los números al leer o escribir y presentar un bajo rendimiento escolar difícil de explicar.

«Es imprescindible seguir las indicaciones del profesorado y citarse con personal profesional en Oftalmología para realizar una revisión completa», insisten Gómez y Ruz, quienes recuerdan que todos los niños deben someterse a una revisión alrededor de los 3 años de edad, es decir, al inicio de la etapa de Infantil.

Los últimos estudios consideran que aproximadamente el 30% de la población en edad escolar presenta distintos tipos de disfunciones visuales no detectadas o mal corregidas, que les impide seguir el ritmo de las clases, atender a las explicaciones de la pizarra, leer con rapidez y estudiar cómodamente, lo que supone un importante impedimento para su aprendizaje.

Las dificultades que más pueden llegar a afectar al rendimiento escolar son los defectos refractivos (miopía, hipermetropía y astigmatismo), aunque los problemas binoculares, como ambliopías y estrabismos, también pueden dar lugar a cansancio visual y malestar, según explican Rocío Gómez y Auxi Ruz.

El problema, si no se ataja pronto, puede ir más allá, ya que la no corrección de defectos puede provocar estrabismo o alterar también funciones de la visión de forma irreparable. Y es que es hasta los nueve años el periodo en el que el ser humano conforma las conexiones neurológicas de la visión y, para que se realicen de forma correcta, requieren de una visión nítida. Se trata de leer bien, sin cansarse, sin saltarse las líneas y de comprender lo que se lee.