­Comer y acto seguido sentir malestar abdominal, que se hincha la barriga y que uno acaba con diarrea en el baño es para muchos un ritual diario. Con todos los síntomas o solo alguno de ellos; lo cierto es que cada vez más personas son diagnosticadas con intolerancias alimentarias.

No es una moda, ni es algo que se ha potenciado en los últimos años, simplemente antes no se sabía qué pasaba y los afectados lo sobrellevaban como podían. El especialista del aparato digestivo del Hospital Quirónsalud Málaga, Francisco Manuel Fernández, explica que la clave de los últimos años en los que parece haber un «boom» de personas con intolerancias alimentarias radica en que la medicina ha sabido diagnosticarlas, unas pruebas que, aún no han dado con el resultado idóneo para conocer todas las posibles intolerancias pero sí que arroja luz en muchas muy común entre la población. «Hay muchas personas que cuando no se sabe lo que tienen se meten dentro del cajón de intestino irritable», matiza el especialista.

Mientras tanto, ¿qué es una intolerancia? El doctor Fernández asegura que se producen por un defecto en la absorción de algunos tipos de azúcares por equis motivo que motiva que la flora bacteriana del intestino los fermenten. Un proceso interno que da la cara con síntomas como hinchazón de barriga, diarrea, alteración del hábito intestinal y malestar general de la zona. En algunos casos, el afectado puede incluso sufrir cefaleas pero no es lo más habitual. «Hay pacientes que viven con ello sin más y otros que ven sus vidas limitadas», resume. Y es que no es lo mismo sentir molestias que tener que ir al baño varias veces seguidas cada vez que uno come cierto producto, como puso de ejemplo el especialista. El grado de afección es importante pero en ningún caso produce la muerte. «Esa es la gran diferencia con respecto a una persona que sufre alguna alergia alimentaria. Es muy diferente ya que puede darte un choque anafiláctico y morirte», detalla. Tampoco predispone a desarrollar alguna enfermedad inflamatoria, autoinmune o algún tumor como muchos creen y así lo preguntan en consulta, según informó el especialista digestivo. «Comer mal tampoco está relacionado pero sí predispone a desarrollar enfermedades cardiovasculares o cáncer de colon», apunta.

En cuanto a cuáles son las intolerancias más comunes, el doctor Fernández lo resume en tres: lactosa, fructosa y sorbitol. «El crecimiento bacteriano en el intestino delgado o la permeabilidad intestinal son algunas de las nuevas líneas que se trabaja», expresa. El aparato digestivo aún está por descubrir.

Cuando un paciente llega a consulta, explica sus síntomas y el especialista le cita para hacer las pruebas pertinentes, al afectado se le hace un test de aliento en hidrógeno espirado o metano. Tres horas soplando cada media hora después de ingerir una sobrecarga de un líquido que dirá,mediante unos valores, si es o no intolerante. «A partir de ahí comienza una dieta muy restrictiva hecha por un nutricionista. En el caso de la lactosa la gente se sorprende porque productos como el jamón york o las lentejas contienen», declara. Minimizar los síntomas es el principal objetivo de este cambio alimentario que poco a poco retoma cierta normalidad con la introducción de algunos de los alimentos eliminados y teniendo en cuenta cómo le sientan a la persona en cuestión. «Se trata de un método basado en el ensayo y error», resume el doctor.

En el caso de la lactosa, por ejemplo, ya existe en el mercado un fármaco para que si alguien se salta la dieta adrede y de manera excepcional la pueda tomar y minimice los síntomas. «Cada paciente es un mundo, de verdad, hay personas que no pueden tomar nada y otras están años con los síntomas sin acudir al médico», expuso el doctor.

En el caso de la intolerancia a la fructosa, la dieta es más restrictiva a nivel nutricional y se hace más hincapié en introducir de nuevo ciertos alimentos ya que priva al afectado de comer fruta y verduras.

Sorbitol es uno de los grandes desconocidos aún entre la población pero cada vez suena más su nombre. Está presente en las algas rojas y algunos frutos como peras, manzanas, ciruelas, membrillos, melocotones o albaricoques de manera natural. También se obtiene de manera artificial; un edulcorante muy presente en infinidad de productos.

En cuanto a su origen, aún queda mucho por conocer. El doctor asegura que no son genéticas, se desarrollan y algunas son transitorias porque se debe a una causa concreta. «Algunas personas tras una gastroenteritis aguda desarrollan una intolerancia a la lactosa o algunas cirugías abdominales favorecen el crecimiento bacteriano», resumió. «Todavía quedan muchos dentro del cajón de intestino irritable», sentencia.